Las transmisiones de doble embrague están cambiando la percepción de los cambios automáticos. Muchos decimos que es la mejor manera de decir adiós al cambio manual. Cada vez más fabricantes cuentan con ellas para sus nuevos modelos, por dos razones: su eficiencia y su agrado de uso.
Pero antes corresponde hacer honor a aquellas personas que trabajaron, hace muchos años, para que podamos disfrutar hoy de este ingenio. En la imagen vemos la primera caja de doble embrague que se comercializó, la DQ250 del Grupo VAG: seis velocidades y dos embragues bañados en aceite, de colocación transversal y hasta 350 Nm. Pesaba 93 kg.
Nos tenemos que ir muy atrás, hasta antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando un tal Adolphe Kégresse (1879-1943) empezó a diseñar la transmisión de doble embrague en 1935, después de trabajar en Citroën. Este señor es conocido por otro invento, el semioruga (1913), muy utilizado en vehículos militares.
Un invento muy adelantado a su época
Adolphe no llegó a construir ningún prototipo funcional de su invento, la muerte le sobreviene en 1943. Si hubiese querido hacerlo se habría topado con un gran problema: es necesaria una gestión automatizada del cambio, y eso era sencillamente imposible en aquella época, salvo que el vehículo remolcase un primitivo computador.
La idea se recupera en los años 80 bajo el liderazgo de Harry Webster, y se prueban prototipos en Ford Fiesta, Ford Ranger y el Peugeot 205. Al avanzar la microinformática, se pudo reducir considerablemente la electrónica de control con una patente de 1981. Porsche continua su desarrollo.
Los alemanes estrenan la Porsche Doppelkupplungsgetriebe (PDK en siglas) en los Porsche 956 y Porsche 962 que compitieron en Le Mans a partir de 1983. Otro viejo conocido acabó montando una caja Porsche, el Audi Sport Quattro S1 que dictó su ley en el grupo B de rallies en los 80. La colaboración Porsche-VAG es tan antigua como el Grupo VAG.
Se consiguieron reducir más los componentes electrónicos de control, pero hay que esperar todavía unos años para ver eso en un coche de calle. En 2003 aparecen dos modelos, genéticamente muy relacionados, el Volkswagen Golf IV R32 DSG y el Audi TT 3.2 quattro DSG. Ambos tenían motor transversal V6 y tracción total mediante embragues Haldex.
En 2008 aparece la primera caja DSG de siete velocidades, también fruto de VAG, la DQ200. Es más ligera, 70 kg, pero también resiste mucho menos par, 250 Nm. Esta caja utiliza embragues en seco, en vez de bañados en aceite. También estrenan la primera DSG longitudinal, la DL501 de siete velocidades, embragues bañados en aceite, soporta 600 Nm.
Estas primeras versiones ya aportan considerables ventajas, como reducción en el tiempo de aceleración al no “perder” tiempo entre cambios, y que reducen bastante el consumo homologado, a veces hasta bajan el homologado para cambio manual. La oferta de modelos compatibles con DSG comienza a dispararse. En 2008 ya han fabricado un millón de cajas.
El cambio automático, tradicionalmente apestado por el automovilista europeo, tenía una merecida fama. Los convertidores de par eran lentos, aumentaban el consumo y cambiaban mucho el tacto de la conducción. No obstante, en Estados Unidos ese cambio aún resulta popular, aunque ya menos.
Más fabricantes se ponen las pilas, y empiezan a aparecer más transmisiones de este tipo: Powershift (Ford/Volvo), TCT (Fiat, Alfa Romeo), DCT (Mercedes-Benz), PDK (Porsche), DKG (BMW), EDC (Renault), etc. Es sin duda el Grupo VAG el que ofrece más libertad de elección entre manual y automático gracias a las transmisiones DSG.
Por razones de marketing, en Audi las transmisiones se llaman S tronic en vez de DSG, pero funcionan de la misma forma. En los gasolina es más frecuente ver las cajas con embragues en seco, los bañados en aceite se usan en motores con mucho par. Ahorran más combustible los que van en seco, al haber menos pérdidas por bombeo de aceite.
Aprovecho para mandar un saludo a Daniel Cuadrado, Javier Arenas y Guillermo Alfonsín por nuestra minicharla en Twitter.
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