Me llena de tristeza e insatisfacción deciros que el Mazda RX-8 se despide de nuestro mercado. Las ventas estaban siendo escandalosamente bajas y ya no merecía la pena seguirlo vendiendo. Desde su lanzamiento, en 2004, sólo han vendido 972 unidades. De hecho, el año pasado, sólo fueron 25.
Así es muy difícil vender coches. ¿Los motivos? Quizás una mala política comercial. Vale que su consumo era de 11,5 l/100 km para 231 CV, pero al que se compra un coche así eso le importa poco. Preocupaba mucho más el consumo de aceite de su motor rotativo. Era un deportivo más racional que la media, pero aún así.
Este coche fue de los primeros que probé, a principios de 2005. Me pilló una bestial nevada y sólo me lo dejaron 3 días. Fueron 40 euros en gasolina sin haberle dado mucha zapatilla (era una temeridad con ese tiempo), pero ver la aguja del tacómetro rozar las 10.000 RPM era un placer difícilmente superable.
Es una auténtica lástima, pero este mercado funciona así. Ya no quedan ni unidades en stock. Mazda se ha ido deshaciendo de ellas progresivamente. El modelo que se está vendiendo ahora en Japón no es el que se estaba vendiendo en nuestro país, era un simple restyling estético y poco más del modelo 2003.
Llegó a haber una versión recortada del 1.3 Renesis, de 192 CV, destinado a competir con las versiones de acceso de coches de planteamiento similar, pero no cuajó y dejó de venderse. El que se subió en un RX-8 tuvo motivos para quedárselo por encima de los competidores, bastaba con oír la estirada de su motor rotativo.
Tenía cuatro plazas, un maletero decente, calidad de interiores, un bonito diseño, herencia, fiabilidad… nada de eso ha sido suficiente. Un buen coche no sólo ha de serlo, también ha de venderse en consonancia. Me queda al menos el recuerdo de haberlo probado, uno de los coches más divertidos que han caído en mis manos.
Fuente | Autoblog