Al decir "ozono", normalmente nos viene a la cabeza la ozonosfera, que es la capa de ozono situada en la estratosfera, a unos 10.000 metros de altura, y que es tristemente conocida por su creciente agujero, que acaba con la protección que nos da el ozono contra los rayos ultravioletas del sol.
Sin embargo, también hay ozono en la troposfera, por debajo de la estratosfera y en contacto con la superficie terrestre, un ozono que es responsable en buena parte de la llamada niebla fotoquímica o smog, un fenómeno que resulta perjudicial para la salud de todos los seres vivos.
Hoy vamos a hablar del ozono troposférico y del smog fotoquímico, de cómo se genera, de cómo nos afecta y del papel que tienen nuestros vehículos en todo este asunto.
El ozono es una sustancia altamente oxidante; de hecho, cada molécula de ozono está compuesta por tres átomos de oxígeno, y resulta extremadamente tóxico cuando se encuentra en grandes concentraciones. Además, es uno de los gases responsables del efecto invernadero, esa retención de calor que se ha visto incrementada durante los últimos cien años debido a la acción del ser humano sobre la Tierra.
Origen del ozono troposférico y el smog fotoquímico
El problema del smog y el ozono troposférico se detectó ya en los años 40 cuando se analizó lo que ocurría cuando los motores de combustión enviaban sus humos hacia la atmósfera. Ya entonces se vio que el calor de la energía solar catalizaba los gases que contenían óxidos de nitrógeno y compuestos orgánicos volátiles propios de la combustión de hidrocarburos.
Como resultado de esa reacción se formaba ozono en la troposfera a la vez que se generaba una extraña niebla que recordaba a la que caracterizaba la ciudad de Londres desde la Revolución Industrial y que duraría hasta más allá de la Segunda Guerra Mundial, aunque aquella tenía su base en los óxidos de azufre producidos por la combustión de carbón de baja calidad.
De hecho, la palabra smog nos remite a la contracción de smoke y fog (humo y niebla, en inglés), y ese es el síntoma más evidente del problema: una niebla de color pardo que se queda estacionaria cuando hay estabilidad meteorológica, ya que el aire no circula y no se disipa la contaminación, agravándose en valles y hondonadas o cuando hay inversión térmica, es decir cuando el aire de las capas superiores es más cálido que en las capas inferiores, ya que en esas circunstancias tiende a quedarse estancado.
Los efectos de la niebla fotoquímica y cómo evitarla
Los efectos del smog fotoquímico para los seres vivos son muy graves. El ozono en grandes concentraciones es una sustancia tóxica y mortal, pero no hace falta llegar hasta eso. La niebla contaminante causa problemas cardiorrespiratorios y se considera que las muertes por problemas derivados de la contaminación superan ampliamente los fallecimientos debidos a la siniestralidad vial.
Por supuesto, otro factor que hace aumentar el smog fotoquímico es el uso masivo del vehículo de combustión en zonas densamente pobladas, así que la racionalización del transporte y la adopción de nuevas fuentes de energía para la movilidad resultan de vital importancia para reducir la producción de ozono troposférico y otras sustancias que contribuyen a la formación del smog fotoquímico.
También es importante controlar cómo se forman y evolucionan estas nieblas para ponerles coto cuanto antes. Por ejemplo, Toyota ha desarrollado en colaboración con otras instituciones un simulador capaz de predecir las concentraciones de ozono troposférico para reducir el consumo energético y así limitar las emisiones de los gases causantes de la contaminación atmosférica.
Entre todos, tenemos la clave para evitar que la contaminación aumente por nuestras acciones. ¿Seremos capaces de asumir este importante reto?