Agosto de 1888. Bertha Benz consigue completar un recorrido de 100 kilómetros entre las ciudades alemanas de Mannheim y Pforzheim. La esposa de Carl Benz ha demostrado las capacidades del motor patentado por su marido. 125 años más tarde, en agosto de 2013, Mercedes-Benz cubre ese mismo trazado buscando demostrar las capacidades del más reciente de sus avances tecnológicos: la conducción autónoma del Mercedes-Benz Clase S 500 Intelligent Drive.
Las diferencias entre uno y otro episodio en la Historia de Mercedes son obvias, pero tienen un punto en común: el reto. Si Bertha Benz tuvo que enfrentarse a lo que por entonces debía de ser toda una aventura, el Intelligent Drive de Mercedes no lo tuvo mucho más fácil, al tener que convivir con todo tipo de situaciones de tráfico real. ¿Cómo lo consiguió?
Objetivos del Mercedes-Benz Intelligent Drive
El Mercedes-Benz Clase S 500 Intelligent Drive utilizado para esta experiencia fue equipado con sensores recreados para este proyecto sobre la base de los sensores que ya monta el Mercedes-Benz Clase S 500 de producción. A partir de ahí, los ingenieros de la marca enseñaron al coche a saber dónde está, qué ve y cómo reaccionar de forma autónoma.
En la base de la investigación hay una convicción: la conducción autónoma servirá, según Mercedes-Benz, para hacer que los conductores lleguen antes a su destino, de una forma segura y con la mente mucho más relajada. Sin embargo, esto no significa que el conductor deba prescindir del placer de conducir. De hecho, en la marca de la estrella imaginan una conducción autónoma que irá llegando de manera escalonada, y que nunca sustituirá al conductor por completo si este no lo desea.
Este es un punto sensible cuando hablamos de conducción autónoma. De hecho, en La pregunta de la semana estos días nos estáis comentando que esto de la conducción autónoma está muy bien, pero que aquí quien más quien menos todo el mundo desea seguir conduciendo. Según Mercedes-Benz, no habría nada que temer en ese sentido.
¿En qué nivel está la conducción autónoma de Mercedes-Benz?
Cuando hablamos de conducción autónoma, podemos pensar en los experimentos de Google y el modelo de Volvo a través del proyecto SARTRE como modelos contrapuestos. Quizá estos casos, las pruebas de la Universidad de Stanford y las más recientes de Bosch sean los modelos más conocidos, pero la trayectoria de la investigación en conducción autónoma es larga.
¿En qué punto se hallan los de Stuttgart? Veamos. En el Mercedes-Benz Clase S 500 Intelligent Drive se distinguen tres niveles de conducción autónoma:
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Conducción parcialmente autónoma, en la que el conductor monitoriza de forma continua las funciones automáticas, sin que pueda estar por otro tema que no sea la conducción.
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Conducción altamente autónoma, en la que el conductor no necesita supervisar continuamente el sistema, por lo que puede dedicarse a otras tareas. Eso sí, cuando la situación es excesivamente compleja para el sistema autónomo, este le pasa los mandos al conductor con tiempo suficiente.
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Conducción completamente autónoma, en la que el sistema está capacitado para reaccionar ante cualquier imprevisto y por tanto el conductor puede dedicarse a cualquier otro asunto que no sea conducir. De hecho, ni siquiera hace falta un conductor a bordo.
Hoy en día la conducción parcialmente autónoma forma parte del equipamiento de seguridad de los vehículos que incorporan corrector de trayectoria, control de crucero adaptativo y frenada autónoma. Desde Mercedes-Benz nos recuerdan que el Distronic Plus con asistencia en la dirección y Stop&Go Pilot es capaz de dirigir el vehículo incluso en situaciones de tráfico denso.
De hecho, el Distronic fue uno de los avances tecnológicos que surgió a raíz del programa de investigación en conducción autónoma EUREKA-PROMETHEUS, auspiciado entre otros por la Unión Europea y, con diferencia, el mayor programa que se ha llevado a cabo en este terreno. Bien, pues este sistema constituye el núcleo del Intelligent Drive, que es la red de sistemas de seguridad y confort que buscan la reducción de la siniestralidad y, en última instancia, la conducción autónoma.
Pruebas en carretera abierta
Para probar estas tecnologías, se hace indispensable hacerlo en situaciones de tráfico real y con las debidas autorizaciones. Es la única forma de enfrentar los sistemas con el mundo real una vez que han superado satisfactoriamente las pruebas de laboratorio. Se podría comparar con un proceso de aprendizaje de la conducción adecuado, que comienza en un entorno seguro para, poco a poco, irse adentrando en la selva del tráfico.
Y como en ese ejemplo paralelo, en las pruebas de conducción autónoma todo está a punto para pasar a modo manual en cualquier momento, de la misma forma que cualquier profesor de formación vial sabe que debe intervenir sobre el doble mando en cuanto existe un riesgo potencial para cualquier usuario de la vía o para el entorno.
La preparación de las pruebas realizadas a bordo de tres unidades del Mercedes-Benz Clase S 500 Intelligent Drive contó con la colaboración del Institute for Mesuring and Control Technology y del Instituto de Tecnología Karlsruhe. De esta forma fue posible remodelar los sistemas del Mercedes-Benz Clase S de producción en cinco sentidos:
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Se incrementó la distancia entre los dos sensores de la cámara estereoscópica para conseguir detectar los objetos distantes no sólo con el radar sino también con la cámara.
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Se instalaron dos radares adicionales en los laterales del paragolpes delantero para una mejor detección de los objetos y usuarios de la vía más cercanos.
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Se mejoró la detección en los radares de las cuatro esquinas del coche.
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Se montó una cámara de visión en color con un ángulo de visión de 90 grados para la detección de las luces de semáforo.
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Se instaló una cámara que, apuntando hacia la parte trasera del coche, sirve para cotejar el camino recorrido con la geolocalización por GPS y de esta manera conseguir datos de posición más precisos.
Los datos recogidos por los ingenieros de la marca servirán para ir avanzando en los sistemas que llevan a la conducción autónoma, incrementar el número de maniobras que podrán ir ejecutando los coches y, en definitiva, aumentar el número de situaciones a las que el sistema será capaz de dar una respuesta. Aunque el objetivo no es despojar al conductor del placer de conducir.
De hecho, los responsables del Mercedes-Benz Clase S 500 Intelligent Drive tienen claro que hay situaciones en las que la máquina no podrá detectar ni procesar con la misma versatilidad que un conductor humano, de manera que el paso a conducción manual es un referente continuo en sus explicaciones.
El punto crítico de todos estos sistemas no está en otro sitio que en ese escalonamiento que anuncia Mercedes-Benz. Con una red de vehículos autónomos, comunicados entre sí por tecnologías car-to-car y comunicados todos ellos con las infraestructuras mediante tecnologías car-to-X, no tendría por qué existir problema alguno, más allá de las limitaciones de la tecnología.
El problema va a ser la convivencia entre los sistemas autónomos y la conducción tremendamente humana. Porque, por más que se esmeren los ingenieros diseñando situaciones absurdas con las que lidiar, el ser humano es tan extraordinario que la realidad siempre acaba superando a la imaginación.