El asistente de aparcamiento para coches de Brooks Walker: una locura para poner el coche en su sitio
Cuando en la década de 1930 los coches empezaron a crecer en tamaño, también lo hizo su peso y, en la misma medida, aumentaron las complicaciones para aparcar aquellos grandes vehículos.
Frustrado al tener que maniobrar con coches carentes de dirección asistida, un visionario de la automoción llamado Brooks Walker quiso fulminar el trance de los aparcamientos con un sistema tan práctico como absurdo.
Aquel sistema no consistía más que en una quinta rueda que quedaba semioculta y que podía hacer girar el coche sobre sí mismo 360º. Esta es la historia de un invento que durante años se resistió a caer en el olvido.
Brooks Walker, un hombre que tenía fobia a los aparcamientos
La década de 1950 fue una época loquísima en el mundo del motor. El clima sociopolítico estaba realmente enrarecido después de la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría forzó una carrera tecnológica en el plano militar, pero que también caló en el escenario automovilístico, y todos querían tener lo más avanzado para su tiempo.
Aquella fue la era de los grandes coches americanos, protagonizada por enormes automóviles en los que encontrar medidas por debajo de los 5 metros de longitud casi daba risa, motores V8 de giro lento, capós megalómanos y zagas inspiradas en el mundo de la aviación.
Los fabricantes se centraron en introducir reclamos comerciales en sus coches. Entre otros lujos incluían elevalunas eléctricos, regulación eléctrica de los asientos, aire acondicionado o dirección asistida. Todos ellos fueron elementos que tardarían décadas en llegar a Europa. Pero la estética y el tamaño también eran vitales. Los coches abrazaron carrocerías ornamentadas donde el exceso de tamaño no era un impedimento.
Fue la época de nombres célebres en la industria. Ahí encontramos los Chevrolet Bel Air, Ford Firebird o Ford Galaxy, Cadillac Eldorado... y tambíen el nacimiento de leyendas deportivas como el Chevrolet Corvette e incluso sonados fiascos como el caso del Ford Edsel.
Precisamente en los coches de los años 50 fue donde un hombre buscó revolucionar la forma de aparcar, haciendo uso de una solución innovadora. Esta solución no vino de otra parte que del trabajo fundamentado sobre una intensa manía hacia las maniobras. Era un sistema de aparcamiento asistido aunque no en la medida que lo conocemos ahora, pero que tuvo su origen en la década de 1930.
Su responsable fue el ingeniero Brooks Walker, quien el 21 de marzo de 1932 registró la primera patente de un ambicioso sistema de quinta rueda retráctil. El mecanismo se vio por primera vez en un Packard Sedan de 1929, aprovechando la ubicación de la rueda de repuesto colocada en la parte trasera del vehículo.
El funcionamiento hacía girar al coche como una peonza gracias a un sistema hidráulico. El conductor sólo tenía que usar una manivela en el interior del habitáculo para hacer descender la quinta rueda y accionar el sistema mediante botones para que girase en cualquiera de las dos direcciones dependiendo de la marcha engranada (R o D), pues el sistema estaba conectado mediante correas con el eje trasero.
Fue un rotundo fracaso comercial, pero Walker hizo lo posible para que su idea no cayese en el olvido, pese a no conseguir llamar la atención lo necesario entre la industria de postguerra con tintes a medio camino entre lo mágico y lo bizarro.
El ingeniero tomó un Packard Cavalier de su empresa y lo modificó, instalando la quinta rueda incrustada en el paragolpes trasero. Nadie le compró la idea y aquel se convirtió en su coche particular. Es, sin duda, uno de los coches más raros de la Historia del Automóvil, aunque actualmente se desconoce cuál es su paradero.
Walker no renunció a su sueño y siguió insistiendo en la idea de instalar un asistente para el aparcamiento en paralelo. Así lo hizo hasta bien entrada la década de 1970. Durante ese tiempo instaló diferentes mecanismos en un Ford de 1950, un Oldsmobile de 1957, un Cadillac Series Sixty Special y un Saab.
En todos aquellos modelos, las modificaciones fueron notables. Destacan los proyectos que hizo con el Ford y el Oldsmobile, cuyas carrocerías familiares permitieron aprovechar el mayor espacio que le ofrecían aquellos vehículos para colocar la banqueta trasera mirando a contramarcha, pegada a los asientos delanteros, y ganar así un mayor lugar para alojar el sistema.
Además, tuvo que ampliar los pasos de rueda en el interior para ocultar el depósito de combustible, ya que el sistema se comía casi todo el espacio destinado al tanque original.
Hoy, los asistentes de aparcamiento no tienen nada que ver con la idea de Walker, una idea que no llegó a cuajar. La tecnología ha avanzado y los coches saben aparcar solos, pero mientras tanto el sueño de este ingeniero le ha acompañado durante toda su vida, recorriendo más de 260.000 km en el Cadillac y casi 80.000 km en el Packard sin preocuparse demasiado por los aparcamientos en línea.