Mientras que en España ciudades como Logroño o Bilbao ya cuentan con las conocidas “rotondas holandesas” que crean un espacio seguro para los ciclistas, en EEUU han comenzado a popularizarse las “intersecciones holandesas” o cruces protegidos: una solución pensada para mejorar la seguridad vial y la convivencia entre los ciclistas y el resto de vehículos en la ciudad.
Estas intersecciones, que obligan a los conductores a aminorar la velocidad, se enfocan en separar completamente a ciclistas y peatones del tráfico de vehículos, reduciendo significativamente el riesgo de siniestros viales y/o atropellos. De paso, el arcén separado ofrece protección y seguridad adicional para peatones, cochecitos, sillas de ruedas, etc.
Cómo se circula por un cruce holandés
Los “cruces holandeses” son habituales en Ámsterdam, que tiene casi 400 km de carriles bici, y en el conjunto de los Países Bajos en general, donde hay más bicicletas que personas. Pero este tipo de intersecciones ideadas para mejorar la seguridad vial en las ciudades ya no son una exclusiva europea. Algunas ciudades de EEUU ya están implementando este trazado poco convencional, por el que es más fácil circular de lo que parece.
Las intersecciones holandesas separan físicamente el tráfico de bicicletas del de vehículos, minimizando los puntos de conflicto. Su trazado también añade isletas en las esquinas, que crean zonas de espera para bicicletas y obligan a los conductores a reducir la velocidad. Al no requerir que los ciclistas giren a la izquierda o se mezclen con el tráfico, la visibilidad para los conductores y ciclistas aumenta, disminuyendo el riesgo de colisiones.
Según la National Association of City Transportation Officials (NACTO), un estudio neoyorquino descubrió que se producían menos conflictos entre coches y ciclistas en los cruces protegidos que en los que tenían un carril exclusivo de giro y señales específicas para bicicletas. La asociación de transporte también observó que el diseño de estilo holandés “hacía que el 98 % de los conductores cedieran el paso a los ciclistas y el 100 % de ellos a los peatones”.
En una intersección tradicional, los ciclistas esperarían en la calzada junto a los coches. Y su posición podría ser cualquiera: antes, a la altura o delante de la esquina. En un cruce protegido, las isletas obligan a los coches a rodear la nueva zona de seguridad. Según la NACTO, los radios de las isletas deben ser lo bastante pequeños para que “la velocidad de los vehículos en las curvas no supere los 15 km/h”.
Aunque su diseño pueda parecer difícil de asimilar al principio, en realidad es muy flexible. Una intersección protegida, o una variante de ella, puede adaptarse a cualquier cruce urbano (cuanto más concurrido, mejor) beneficiando tanto a grandes áreas metropolitanas como a ciudades universitarias y destinos turísticos.
De hecho, uno de los primeros lugares en implementar estas intersecciones en EEUU fue College Station (Texas), sede de la Universidad A&M de Texas, aunque la ciudad ya cuenta con un par de cruces protegidos más. En 2022, San Luis Obispo, en la costa central de California, que instaló otra, mientras que Seattle ha instalado el primer cruce protegido de su historia este año, al igual que hará Oregón, que terminará su primer cruce de estilo holandés en agosto.
La adopción de intersecciones holandesas en EEUU destaca la necesidad de implementar más soluciones viales innovadoras para mejorar la seguridad en las ciudades. Estas intersecciones, al separar a ciclistas y peatones del tráfico vehicular, reducen significativamente el riesgo de accidentes y promueven una mejor convivencia entre los usuarios más vulnerables de la vía y los conductores.
Mientras las rotondas holandesas en España ya demuestran su eficacia, es crucial que más ciudades consideren estas infraestructuras. Así, se protegerán vidas y se fomentará un entorno urbano más seguro y accesible para todos. La seguridad vial debe ser una prioridad compartida, y adoptar estas soluciones es un paso esencial hacia ese objetivo.