Arabia Saudí, potencia mundial en producción y exportación de petróleo, está llevando a cabo desde 2016 un ambicioso plan para diversificar su economía y reducir su dependencia del crudo, con el foco puesto en el litio, la cadena de suministro mundial de baterías y la industria del coche eléctrico: “Vision 2030”.
Esta estrategia de electrificación, que paradójicamente financia con petrodólares, forma parte de una transformación a distintos niveles en la que está inmerso el país (incluyendo el social, el cultural y el urbanístico), para mejorar su posición internacional y, de paso, lavar su imagen. Cada vez está más cerca de conseguirlo, pero necesita aliados que le ayuden con sus carencias y una inversión desorbitada.
Para lo primero, lleva tiempo estrechando lazos con China y potencias emergentes como Sudáfrica. Para lo segundo, sigue manejando los precios del oro negro a su antojo jugando con la oferta y la demanda. ¿Consecuencias? Precio final del combustible más caro.
Del petróleo al litio: un giro a la cadena de suministro global
Arabia Saudí (y la dinastía que le da nombre, los Saúd) lleva siete años escalando, poco a poco, en el nuevo orden mundial de la mano del heredero del rey Salmán bin Abdulaziz, el príncipe Mohamed bin Salmán, un joven de 37 años amante de la tecnología con visión de negocio.
Una de las líneas más importantes de la estrategia del príncipe Saudí es el desarrollo a contrarreloj de toda una industria que gira en torno al litio, u ‘oro blanco’, financiada precisamente con el oro negro que maneja la poderosa región.
A través de diferentes proyectos de extracción y procesamiento del litio y otros materiales para ánodos de baterías en su región, bin Salmán está desarrollando una cadena de suministro que pronto podría convertirse en la más desarrollada de Oriente Próximo.
La ventaja saudí radica en los costes relativamente bajos de las materias primas y los incentivos gubernamentales, como los impuestos. Aunque enfrenta desafíos como la falta de mano de obra técnica o la fuerte competencia de los mercados internacionales, Arabia Saudí está decidida a meter la cabeza en esta industria emergente y ya se van viendo avances.
Ejemplo de ello es el acuerdo reciente entre la empresa australiana European Lithium y el grupo saudí Obeikan Investment Group para construir una refinería de hidróxido de litio en el país, donde se procesará espodumeno extraído de una mina en Wolfsberg, Austria.
Ambas esperan que la planta produzca “hasta 3.610 toneladas de litio al año en 2030”. Según Benchmark, los precios del espodumeno rondan actualmente los 3.650 dólares la tonelada.
También está en marcha desde 2021 un complejo de productos químicos para baterías (el primero de sus características en Oriente Medio) en la ciudad industrial saudí de Yanbu, de la mano de EV Metals Groups. El emplazamiento podría producir 18.050 toneladas de hidróxido de litio de aquí a 2030, según la empresa.
A principios de este año, la empresa emergente Novonix anunció la creación de una empresa conjunta con una compañía energética saudí, TAQAT Development, para construir una planta de ánodos de grafito en 2024 “con una capacidad de 30.000 toneladas anuales” para abastecer a los mercados de vehículos eléctricos y sistemas de almacenamiento de energía en Oriente Próximo y el Norte de África.
Novonix poseerá el 40 % de la empresa y TAQAT el resto. Una de las principales ventajas del proyecto será el abastecimiento de material precursor en Arabia Saudí, en forma de coque de aguja de petróleo.
Pero no será el único: la misma energética saudí construirá junto a Chevron Lummus Global para también en 2024 una planta de coque de agujas de petróleo de 75.000 toneladas anuales de capacidad nominal en Rabigh, con una instalación específica para producir grafito sintético para ánodos de baterías. Proyectos faraónicos que requieren inversiones a la altura.
Además de ver en el mercado de productos químicos para baterías una buena cobertura frente a los volátiles márgenes de los petroquímicos, Arabia Saudí también está invirtiendo en crear su propia industria de coches eléctricos para cumplir con los objetivos que marca Vision 2030.
El multimillonario impulso saudí a la industria de coches eléctricos
Como apunta la directora del programa para Oriente Próximo y el norte de África de Chatham House, Sanam Vakil, en una entrevista con El País, el objetivo es doble. Por un lado, “Diversificar su economía para adelantarse a un futuro en el que el petróleo será residual” y por otro, “lograr un cambio interno de mentalidad, con cierta liberalización social y un aumento en la participación de las mujeres en el mercado de trabajo”.
La industria saudí de coches eléctricos empezó a emerger apenas hace un año, cuando Lucid Motors, fabricante californiano respaldado por el fondo soberano, anunció que construiría su primera fábrica en el reino Saudita. También en 2022 se lanzó la primera marca saudí de coches eléctricos, CEER, otra beneficiaria del fondo soberano del Gobierno.
Este mismo mes Arabia Saudí también ha firmado un acuerdo de 5.600 millones de dólares con el fabricante chino de eléctricos Human Horizons, para la creación de una empresa conjunta centrada en la investigación y el desarrollo de automóviles.
Detrás de todos estos acuerdos y los que hay en ciernes están los objetivos de producción nacionales. Como ya dijo el ministro saudí de Inversiones, Khalid al-Falih, el reino aspira a producir “500.000 coches eléctricos al año de aquí a 2030”, mientras que, en el marco del plan de reformas Vision 2030, está previsto que el 30 % de todos los vehículos que circulen por Riad sean eléctricos de aquí a 2030.
Sin embargo, como participante tardío en la producción de vehículos eléctricos, las ventajas industriales de Arabia Saudí pueden tener un límite, y de momento el petróleo seguirá siendo fundamental para la economía del Reino. Según la OPEP, el petróleo representó el 71 % de los ingresos totales por exportaciones de Arabia Saudí en 2021, que sigue siendo el productor de menor coste, y por tanto, sus márgenes en las exportaciones de crudo son muy altos.
Además, el país ha aprovechado la invasión rusa de Ucrania y la reducción de la implicación de EEUU para obtener condiciones más ventajosas en sus exportaciones y está sirviéndose de su posición como mayor exportador de petróleo a nivel mundial para ejercer presión económica sobre otros países y lograr sus objetivos políticos.
Arabia Saudita, único miembro de la OPEP+ con capacidad para reaccionar sin problemas ante los cambios en la oferta y la demanda por su capacidad de producción y almacenamiento, juega con el mercado internacional para modificar los precios del petróleo a su antojo.
Por ejemplo, tras el anuncio de los recortes sorpresa de la producción de 1,5 millones de barriles diarios a partir de julio y durante un mes prorrogable. que ha anunciado recientemente Arabia Saudí en su producción para julio, los futuros del petróleo han subido casi un 5 %.
Así, la estrategia de Arabia Saudita en materia de electrificación parece pensada al milímetro. Hemos de recordar que los factores que influyen en el precio de la gasolina y explican sus variaciones son muchos y muy diferentes, y más en un mercado tan volátil como este. Pero si bien el precio del barril Brent no es el único indicador que condiciona el precio del carburante, es una referencia clave.
Materia prima aparte, la oferta y la demanda también influyen directamente en el precio final de los carburantes. También dependerá de cómo se comporten la oferta y la demanda mundial: todo influye en el precio final que pagamos los consumidores en el surtidor, aunque no siempre de forma inmediata, por los conocidos efectos "pluma y cohete".