Si de algo entienden los distintos miembros que ha dado la familia Toyota RAV4 desde su nacimiento en 1994 es de adaptación. Durante ese tiempo, el SUV se ha vestido con casi todas las variantes de propulsores que el mercado ha deparado en lo térmico y en lo eléctrico. Hemos probado la última en llegar, la híbrida enchufable, encarnada en el Toyota RAV4 Plug-in.
La pregunta primordial que nos hacemos (nosotros y vosotros): ¿qué cambia en esta versión PHEV con respecto a la popular versión híbrida eléctrica y sus diferentes prestaciones y acabados?
Nos propusimos contestar al interrogante a base de kilómetros reales, alejados del mundanal ruido de las modas, las exigencias del mercado y la mercadotecnia.
Hemos comprobado como el Toyota RAV4 Plug-in rebosa sinceridad en sus cifras de eficiencia y en las emociones que despierta. Resulta un golpe certero que destroza muchos de los argumentos de aquellos detractores que creen que un híbrido enchufable no aporta gran cosa.
En consonancia con el alma RAV4
De hecho, es posible confirmar sin llegar al centenar de kilómetros que esta nueva motorización continúa la línea de versatilidad a la que aspira en la actualidad el segmento.
Si en la concepción física el RAV4 estira las sensaciones para mutar en función del escenario desde el crossover al todoterreno, la motorización híbrida enchufable le imprime un corazón aún más dinámico. Le permite dar un sentido moderno ultraeficiente a su tránsito en ciudad, complementa un confort más silencioso en carretera y eleva su entrega off-road.
Las cifras le dan la razón. El Toyota RAV4 Plug-in es un modelo con una masa de 1.920 kilogramos que obtiene un consumo mixto ponderado bajo ciclo WLTP de 1 l/100 km y 22 g/km en cuestión de emisiones de dióxido de carbono.
De este modo, ostenta todas las ventajas asociadas a la etiqueta CERO y que suponen un punto muy favorable de confirmarse la proliferación de zonas de bajas emisiones más allá de Madrid y Barcelona.
Ya en nuestra prueba partimos de un escenario urbano, y os ofrecemos un adelanto para los mencionados detractores. Muchos de ellos afirman que los conductores de los híbridos enchufables solo los pretenden de una manera fría y administrativa, aprovechando, por ejemplo, para internarse en la ciudad con la etiqueta CERO y que, una vez agotada la batería eléctrica, no vuelven a recargarla, recurriendo tan solo a la combustión.
En el caso de Toyota en general, y de la familia RAV4 en particular, esta argumentación carece de sentido. Y es que, de renunciar al bloque eléctrico, caen en saco roto dos de los puntos fuertes que hemos detectado en nuestra prueba: un ahorro de escándalo y un empuje tan silencioso como desgarrador. ¿Por qué renunciar a ello?
Prueba de autonomía 100 % eléctrica del Toyota RAV4 Plug-in
Como el primer tramo de la prueba es urbano en su esencia, tomamos una decisión algo radical. Vamos a agotar la batería hasta el último kWh conduciendo solo en modo 100 % eléctrico. Es una especie de sacrificio previo, una asignatura obligatoria antes de pensar en exprimir los 306 CV que ofrece el Toyota RAV4 Plug-in.
La malicia en nuestra mirada y sonrisa nos delata. Queremos saber qué hay de cierto en su homologación de 75 kilómetros de autonomía 100 % eléctrica en ciclo WLTP Combinado. De hecho, solo en ciudad se eleva hasta los 98 kilómetros.
Estos dígitos lo asemejan a la autonomía de los 100 % eléctricos de hace 10 años (alguno de esos sigue en circulación, pero esa es otra historia). El motivo es que monta una batería con una capacidad similar a la que tenían los eléctricos puros de hace una década, pero con una tecnología mejorada.
Son 96 celdas firmadas por Panasonic para 18,1 kWh. Por cierto, recordemos en este punto su masa de 1.920 kg, 260 kg más que en la versión Electric Hybrid. En este caso, la batería suma 155 kg de estos últimos.
Tras unos 20 kilómetros circulando entre rotondas, tráfico denso y semáforos, la aguja que indica la carga de la batería apenas desciende. Las ganas de ver más nos pierden y nos aventuramos a estropear un bonito dato de autonomía escapando de la ciudad por autovía.
Como seguir por esa vía rápida en una prueba de autonomía 100 % eléctrica es harto injusto, no tardamos en tomar otras vías que, aunque secundarias, son accidentadas. El calor arrecía por encima de los 31 ºC y no nos tiembla el pulso al activar el climatizador.
Descubrimos el silencioso y poderoso brío que proporcionan los dos propulsores eléctricos, uno por eje, para lograr los 6 segundos en alcanzar los 100 km/h desde el arranque. Se demuestra al paso por poblaciones, polígonos industriales y tramos irregulares con pendientes muy cambiantes. Vamos incluso más allá probando su comportamiento en vías con un firme en pésimo estado, pero también recorremos un par de kilómetros de pista.
Finalmente, volvemos a un ambiente más urbano de ciudad dormitorio para alcanzar una cifra definitiva de 72 kilómetros. Ahí nos vemos abocados a despertar al bloque térmico (que marca más de 700 kilómetros de autonomía estimada) y avanzar al siguiente episodio.
Estilos de conducción en un 4+4
Una vez terminada la prueba de autonomía y devuelta parte de la energía que le corresponde al SUV, podemos centrarnos en los 306 CV combinados fruto del trabajo en equipo de un motor de 2.5 litros de gasolina que otorga 185 CV y 227 Nm; y otros dos eléctricos, uno delantero de 182 CV y 270 Nm y el trasero de 54 CV y 121 Nm de par.
La gestión de ello corre a cargo de sus modos de conducción. Antes de continuar, conviene saber de qué hablamos cuando mencionamos dinamismo y versatilidad.
Al volante del Toyota RAV4 Plug-in nos topamos con cuatro modos: ECO, Normal, Sport y Trail. Estos personalizan la conducción, volcando más o menos potencia o gestionando de forma diferente tracción y dirección.
Además de esto, la propia naturaleza PHEV presenta otras cuatro alternativas de juego entre la genética eléctrica y la térmica. Podemos circular, como ya sabemos de sobra, solo en modo eléctrico EV; variar a un estilo EV/HV que favorece el tránsito en eléctrico y solo recurre al MEP si la demanda de potencia lo exige; HV que prioriza mantener la energía eléctrica en la batería; o CHG que recarga la batería con el trabajo del motor térmico, con una intención similar a como lo haría un eléctrico de autonomía extendida.
Suavidad y estabilidad por bandera
Flujos energéticos aparte, el Toyota RAV4 Plug-in manifiesta la herencia en estabilidad de la última generación del modelo, y eso que la altura a la que nos sitúa, y que desde luego notamos desde el puesto de conductor, es prominente.
En cuanto a la respuesta instantánea de esta versión híbrida enchufable, el trabajo por el confort se nota en el aislamiento acústico y el menor ruido del motor. Percibimos la increíble aceleración del SUV antes por el panel de instrumentos que por el devenir de la marcha, sobre todo en el rango que va desde los 20 a los 70 km/h, aproximadamente.
En ciudad, incluso los badenes más agresivos tomados a una velocidad legal, pero algo más elevada de lo aconsejable, apenas convulsionan el habitáculo.
El modelo nos pide muchos y variados kilómetros. Así, escapamos más allá de los límites provinciales. En vía rápida, su comportamiento es impecable y hace honor a la comodidad que tanto ansía este segmento.
Sin embargo, si nos internamos por carreteras reviradas pensando en una conducción más deportiva, nos cuesta cambiar el chip para olvidarnos del confort. Incluso seleccionando el modo Sport, persiste esa sensación de suavidad auspiciada por la asistencia electrónica. Los 260 kg extras de esta versión no suman, en apariencia, nada de inercia añadida en curva. Eso sí, el entretenimiento al volante es mucho mayor que en autovía.
Nada mejor que internarnos por una pista para tratar de llevar algo más al extremo y aprovechar la tracción total del modo Trail. Es en este contexto en el que apuramos más las posibilidades del modelo, surcando las pistas con ligereza.
Los resultados también son satisfactorios al internarnos por caminos más quebrados e imprevisibles. El sufrimiento que experimentaríamos con otros modelos se convierte en diversión con el Toyota RAV4.
Pese a la sucesión de experimentos de conducción, la eficiencia vuelve a relucir, incluso cuando se agota la batería y solo echamos mano del motor de gasolina. Con una conducción tan heterogénea como la vivida, el propulsor térmico no sube de 5 l/100 km en su consumo.
Los detalles que dan identidad a la versión Plug-in
En un primer vistazo, puede que resulte complicado distinguir las diferencias del Toyota RAV4 Plug-in con respecto a su equivalente Electric Hybrid. Sin embargo, están ahí: en una calandra de estilo propio, en la parte inferior del paragolpes que crece.
Resultan detalles de diseño que agradecemos para dotar de cierta identidad portentosa a esta versión híbrida enchufable, lo que a su vez encaja con las sensaciones al volante.
Algo similar ocurre en el interior, que presenta las mismas características que el Toyota RAV4 Electric Hybrid. Es decir, un habitáculo en el que prima la tecnología al servicio del confort y la seguridad. Baste mencionar como ejemplos los mandos físicos a modo de ruleta del climatizador y los asientos calefactados, o las diversas tecnologías de asistencia a la conducción y de estacionamiento.
Notamos las diferencias nada más montarnos al volante, como es lógico, en el cuadro de instrumentos y los controles que permiten gestionar la combinación en la entrega de energía y los modos de conducción. La botonera crece, pero no nos cuesta más de un minuto comprenderla y acostumbrarnos a su uso.
La batalla de los híbridos enchufables con la habitabilidad
Vayamos al grano que, en el interior de un híbrido enchufable, lo constituye el interrogante de si el pack de baterías merma la habitabilidad y el espacio de almacenamiento. No es el caso de la segunda fila de asientos, que conserva el espacio amplio de la última generación del Toyota RAV4. En la misma, no nos pasa desapercibida la posibilidad de reclinado de las plazas traseras.
En el maletero sí que perdemos unos 60 litros de volumen con respecto a la versión híbrida, para quedarse en 520 litros. A simple vista casi no notamos esta diferencia y, la verdad, sale airoso de forma notable de esta integración que resta bastante espacio de carga a otros híbridos enchufables.
El maletero, además, cuenta con un mecanismo de apertura automática del portón. Su moderada altura resulta determinante para facilitar las cosas en el acceso, en la carga y la descarga. Así, probamos a montar una bicicleta con los asientos plegados para comprobar el acierto de Toyota con la altura del maletero.
Tras los kilómetros recorridos, podemos atestiguar que Toyota no ha escatimado en prestaciones con el Toyota RAV4 Plug-in. Eso sí, es cierto que existe una diferencia importante de precio con respecto a la variante no enchufable.
Sin embargo, la comparación no es de recibo. Comparémoslo con otros híbridos enchufables del mercado. En este contexto, el Toyota RAV4 Plug-in brilla con estilo propio. La combinación híbrida enchufable ensalza las ventajas de motricidad y confort de su genética. Esta capacidad, forzada y artificial en otros todocaminos, le concede una naturalidad y un poder eléctrico muy especiales.