La historia de la automoción tiene mucho que contar. Actualmente los modelos pasan casi inadvertidos de generación a generación, por eso la vida de algunos de los modelos más icónicos de las cuatro ruedas (aunque en ocasiones sea una vida interrumpida) nos resulta especialmente evocadora.
En este caso hablamos del Chevrolet Camaro, toda una leyenda viva de las pony wars junto al Ford Mustang y al Dodge Challenger que inició su andadura allá por 1967 como respuesta al coche del óvalo azul. Casi 50 años de vida en los que el Camaro ha pasado de ser un coupé asequible para convertirse en uno de los deportivos americanos más rápidos de Nürburgring.
5 minutos de historia condensada del Camaro
La primera generación del Camaro apareció en 1967 y lo hizo con tres versiones diferentes: SS (SuperSport), Rally Sport y Z/28. Un modelo que cuando apareció en el mercado lo hizo con un motor V8 de 5.7 litros con aspiración natural y 295 caballos de potencia para la versión SS, una de las más populares, pero la más reconocible quizá sería la Rally Sport que estrenó la parrilla delantera con faros ocultos.
Durante el tiempo que duró esta primera versión se multiplicaron las versiones. A las tres anteriores se sumaron la mítica COPO (Central Office Production Order) de competición y el Yenko, todo un pepino al que el distribuidor que le dio nombre convención a GM para meterle un enorme motor L72 de 7.0 litros, una carrocería modificada y tren de rodaje casi de carreras. Sólo se produjeron 201 de estas bestias de 450 caballos.
Sólo dos tres después llegó la segunda generación del Camaro en 1970. Una carrocería menos clásica y más alargada que quería sacar partido extra a la línea fastback aunque con un frontal menos agraciado pero igualmente encantador. Los 350 CV de la versión SS desaparecieron para dejar paso a la crisis, con motores poco prestacionales para una carrocería que prometía mucho más.
De ahí pasamos a la tercera generación de 1982, una versión que duraría otra década hasta 1992 y en la que las líneas rectas se apoderaron del diseño. Se ofrecieron versiones relativamente austeras como la V6 de 2.8 litros o el IROC-Z con motor V8 de 5.0 litros con sólo 155 caballos de potencia.
Y en 1993 llegó la generación más futurista, con líneas largas y afiladas que tuvieron su punto álgido cuando en 1996 el Camaro Z28 SS recuperó las míticas siglas desde que se abandonaron en 1972. Utilizaba un motor V8 de 5.6 litros y 305 caballos (325 en la versión de 2001) y su interior cada vez se tornaba más lujoso.
En 2002 se interrumpió la producción del Camaro hasta que en 2010 General Motors recuperó el modelo y en un giro mediático metió a la quinta generación hasta en la sopa. Series, anuncios y superproducciones de Hollywood le sirvieron para colocarse de nuevo en el imaginario popular e incluso llegó a comercializarse en Europa.
Las líneas neo-retro se apoderaron del pony car y su arma contra el Mustang era un motor de 6.1 litros, ocho cilindros en uve y aspiración natural que arrojaba 426 CV de potencia sobre las ruedas traseras. Nombres míticos como ZL1 y Z/28 volvieron a aparecer y con ellos viajamos hasta casi el presente.
En 2016 la sexta generación llegó con el objetivo claro de convertirse en uno de los deportivos americanos capaz de hacer sombra a sus rivales estadounidenses y europeos con un comportamiento dinámico que podría poner en jaque incluso a la niña bonita de General Motors, el Chevrolet Corvette.
Cronómetro en mano en Nürburgring, el Camaro ZL1 1LE ha marcado un tiempo de 7:16 sobre el infierno verde, un registro que le coloca con mejor tiempo que el Ferrari Enzo. Aunque eso sí, es demasiado peligroso para homologarlo en Europa. Dicen que hace daño a los peatones en caso de atropello con ese frontal tan agresivo.