Volkswagen Golf II G60 Rallye: disfrutamos de un exclusivo Golf del que sólo existen doce unidades
A finales de la década de los ochenta nacía uno de los Volkswagen Golf más especiales que han existido durante los más de cuarenta años de historia del modelo, y también uno de los más desconocidos para el común de los mortales. Hablamos del Volkswagen Golf II Rallye lanzado en 1989, precedente de la familia R de Volkswagen y del que únicamente se fabricaron 5.000 unidades.
Durante aquellos años en los que Lancia dominaba el Mundial de Rallies con su Delta HF Integrale, Volkswagen quiso aventurarse en la pugna con su modelo Golf y la normativa del Grupo A, que requería 2.500 unidades de calle para la homologación, hizo que apareciera este espectacular Golf Rallye que acabamos de probar, aunque ésta unidad en concreto es aún más exclusiva. ¿Adivinas por qué?
La gran mayoría de Golf Rallye fueron fabricados a mano en Bélgica -su precio entonces era aproximadamente el doble que el de un GTI de la época- y montaron una versión del cuatro cilindros de 1.8 litros y 8 válvulas del Golf GTI, llevado hasta los 160 CV gracias a un compresor G60, junto a tracción a las cuatro ruedas Syncro. No obstante, hubo un puñado de ellos -concretamente doce- que recibieron una chuchería muy especial: una culata de 16 válvulas (del GTI 16v) que llevaba la potencia del bloque hasta los 210 CV y el par máximo al entorno de los 250 Nm.
Éste mismo bloque 1.8 litros de cuatro cilindros (1.763 cc), con compresor G60 y 16 válvulas, llegó también al llamado Golf G60 Limited, limitado a 71 unidades, aunque dicho modelo no contaba con el agresivo kit de carrocería del Golf Rallye. Se dice que la gran mayoría de estos modelos se quedaron en los garajes de los directivos de la compañía alemana. En cualquier caso, muy poca gente sabe que llegó a existir un Rallye de 210 CV... ¡y lo hemos podido probar!
Estos doce Golf Rallye de 210 CV fueron montados en el cuartel general de Volkswagen Motorsport en Hannover, Alemania, ya que inicialmente fueron fabricados para equipos privados y la idea era entrar en el mundo de la competición, aunque al parecer finalmente estos exclusivos vehículos nunca llegaron a usarse para tal fin.
Llamativo por fuera, discreto por dentro
Sólo hace falta un vistazo para darse cuenta de que este Golf Rallye no es un Golf cualquiera. El Rallye, carne de póster a principios de los noventa, era un Golf de armas tomar, si bien es cierto que la competencia estaba algo por encima en cuanto a niveles de potencia (véase un Delta Integrale 16v de 1989, que alcanzaba 200 CV). No hay más que ver los ensanches o los faros cuadrados para percatarse de que se trata de un Golf caja II muy especial.
Para empezar, la altura de la carrocería es unos 20 milímetros inferior a la de un GTI, aunque a simple vista parece ser incluso más bajo. Sin duda uno de los aspectos más chocantes del modelo son los faros cuadrados -el Mk2 se distingue precisamente por el faro redondo-, las discretas llantas, los distintivos G60 en las aletas y el kit de carrocería con pasos de rueda ensanchados, paragolpes específicos y llamativas taloneras.
Por dentro los cambios son más bien pocos: básicamente recurre a lo único estrictamente necesario en un modelo de corte deportivo, es decir, unos buenos asientos firmados por Recaro con generosas orejas laterales tanto en los respaldos como en las banquetas. La tapicería es de tela y cuero, con los contornos de éste último material. En la práctica, y tal y como su aspecto nos invita a pensar desde un principio, estos asientos recogen el cuerpo bastante bien para una conducción animada.
A nivel de instrumentación tampoco hay nada especial, más allá de un velocímetro que marca 260 km/h. El cuadro de mandos es el típico del Golf II, con los míticos testigos con bombillitas de colores entre ambos relojes. El volante, también de cuero, es agradable al tacto y también lo es la palanca de cambios, de cinco marchas, revestida del mismo -y algo escurridizo- material.
Un veterano muy, muy especial
Fabricada en 1990, esta unidad del Golf Rallye de 210 CV tiene unos 31.400 kilómetros en el odómetro y es de color verde oscuro metalizado. Pertenece a una de las colecciones de Volkswagen Classic, que afortunadamente está disponible para pruebas como ésta.
En general el coche atrae miradas por donde pasa, y no es para menos, pero pronto notas, principalmente por las caras de ilusión de los más quemadetes, y también por algunos pulgares levantados, quiénes realmente reconocen el modelo -si bien nadie sabe que hay sorpresa bajo el capó- y quienes, simplemente, lo miran con ojos incrédulos y curiosos por sus poco conocidas formas.
Tras el respeto inicial de tener entre manos un coche de museo -uno de doce-, enseguida me veo disfrutando como un enano por carreteras casi desiertas, entre verdes y bonitas colinas del centro de Alemania. Por supuesto, a primera hora de la mañana el asfalto está húmedo, como es casi habitual por estos lares y en ésta época del año, así que es mejor tomarse las cosas con calma y no buscarle demasiado las cosquillas a este veterano.
Tras unos minutos y varios kilómetros al volante, ese respeto por el coche sigue presente, pero también lo están una sonrisa de oreja a oreja producida por el grave tono del escape, la vibración del motor de cuatro cilindros -que te llega a través del volante, los pedales y la palanca de cambios-, o o lo agradable que resulta conducirlo.
La suspensión, notablemente más dura y seca que la de una variante convencional del Golf Mk2 debido a barras estabilizadoras más gruesas y muelles y amortiguadores más rígidos, transmite al habitáculo casi cualquier imperfección del asfalto, aunque a su favor hay que anotar que a pesar de ello no se descoloca con los baches y mantiene bien la trayectoria marcada por el conductor. El mullido de los asientos también ayuda a que el viaje no sea especialmente incómodo -al menos para jornadas no demasiado largas-.
La dirección es bastante pesada -sobre todo comparada con un vehículo actual-, tanto al maniobrar a baja velocidad como una vez ya en carretera, aunque es bastante grata a la hora de afrontar tramos de curvas, si bien hay que dar más giro del que inicialmente estimas. Por otro lado, es evidente que el nivel de insonorización ni se acerca al de los Golf de hoy en día. Se escucha todo (viento, rodadura, motor...) con claridad.
Como cabría esperar de un motor con 27 años a sus espaldas, en la zona baja del cuentavueltas la aguja se toma su tiempo para ir escalando posiciones pero, gracias a un peso contenido -1.220 kg en seco-, el coche ofrece un buen empuje casi desde abajo y una elasticidad bastante satisfactoria para un uso diario, aunque es a partir de 3.000 vueltas cuando las cosas se ponen serias.
A 4.000 RPM llega el empujón gordo, esa patada casi a nivel de modelos con turbo, que se mantiene casi hasta las 6.000 RPM. Este 1.8 litros 16v tiene mucha garra y es capaz de llevar al Rallye hasta los 235 km/h según ficha técnica, una velocidad más que respetable para un pequeño compacto de la época. También impresiona que en el sprint de 0 a 100 km/h (7,4 segundos, aprox) sea del orden de un segundo más rápido que su hermano de 8 válvulas y 160 CV.
La caja de cambios manual de cinco marchas, una versión mejorada de la del GTI, es muy placentera de usar pero también es verdad que no destaca por su precisión debido a unos recorridos con algo de holgura. Estiras tercera velocidad, cuarta, y cuando te das cuenta de que estás acercándote a la zona roja -en 6.000 RPM-, o bien has roto todos los límites de velocidad de la carretera o bien vas demasiado rápido para la curva que tienes delante, o ambas opciones. Sorprende el sonido del motor, grave y poderoso, sin presencia del clásico zumbido del compresor.
A diferencia del Golf II "normal", este Rallye G60 tiene unos frenos bastante serios (discos en ambos ejes, claro), con una mordida inicial importante y buena potencia para detener el coche lo más pronto posible. Además, resulta más estable en frenada de lo que en un principio esperas, incluso si te ves obligado a frenar fuerte con el coche ligeramente apoyado. Puede llegar a moverse un pelín de atrás, pero se porta bastante bien, en general. Vale, no es tan estable como uno nuevo, pero no lo hace nada mal.
Tras algún que otro tramo animado te das cuenta de que la zaga va bien atada al asfalto y, si fuerzas un poco en la entrada a las curvas, el coche parece tener tendencia a mantener su trayectoria, aunque hará falta un ritmo muy alto para hacer aparecer dicho subviraje. En cualquier caso, la tracción total Syncro (de diferencial viscoso) facilita una buena dosis de aplomo y estabilidad, así como una tracción envidiable en la salida de los giros.
En definitiva, este "compacto caliente" resulta ser uno de los Volkswagen Golf más especiales y exclusivos de la historia del modelo, y es que con sólo doce unidades de 210 CV, es casi un desconocido para el público en general. Después de una hora paseando por reviradas carreteras alemanas llega el momento de volver al cuartel general y dejar este Rallye a buen cobijo. Sin duda una experiencia única, de las que se graban a fuego para siempre en tu memoria.
Los gastos del viaje para esta prueba han sido asumidos por la marca. Para más información consulta nuestra guía de relaciones con empresas.
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