Si preguntamos si alguien en la sala se atrevería a decir que no a un Ford Mustang seguro que se levantarían pocas manos. Menos aún si estamos hablando de uno de los brutales Shelby Mustang GT500.
El problema es que bestias de serie como el coche americano que superan los 771 CV no son suficientes para ciertos clientes, así que hoy vamos a ver cómo casi han duplicado la potencia de este deportivo hasta convertirlo en una bestia de drag racing con la que circular por la calle.
Un Mustang 5.2 V8 con compresor y... extra de turbo
Las carreras de aceleración son una cultura en Estados Unidos que trasciende las rectas de cuarto de milla y llegan a las calles. Fruto de esta pasión hay aficionados como Sean Backus que se han hecho con un Shelby Mustang GT500 al que sacarle algo más de su máximo partido.
Ha llevado su criatura a los especialistas de RaceMod Tuning, quienes partiendo de la base del motor de serie han creado el Mustang más potente del mundo. Así, sin paliativos.
Conservando la mayor parte de piezas de serie, se mantiene el bloque 5.2 litros en configuración V8 con el compresor de origen con el que es capaz de producir 771 CV y 847 Nm de par motor con los que acelerar de 0 a 96 km/h en 3,4 segundos empujado sólo por sus ruedas traseras.
Pues bien, para darle un poco más de gracia a esta naranja americana han cogido un kit Hellion Turbo con dos turbocompresores de 64 mm para acelerar el latido del V8. Un poco de adaptación por aquí, alguna pieza específica por allá y... listo: 5.2 V8 sobrealimentado con compresor y biturbo.
El resultado es una estampida de caballos escupidos sobre el banco de potencia en los que los especialistas han ido probando y afinando el soplado de los turbos hasta lanzarlo a 20 PSI con un resultado desorbitante.
De los 760 CV de serie, el Mustang pasa a ofrecer más de 1.200 CV. Exactamente la escalada de potencia roza lo absurdo para terminar en una cifra de 1.252 HP, equivalentes a 1.269 CV y 1.775 Nm de par motor. Supera los 1.200 CV de la preparación de Hennessey. ¡Salvaje!
Pese a los dispositivos de control para hacer la entrega de potencia relativamente accesible, este Mustang GT500 apretado tiene una patada brutal a partir de las 5.000 revoluciones y estallando hasta más allá de las 8.000 revoluciones.
Tal y como comenta el especialista, esta puesta a punto debería mantenerse sólo para un uso puntual de carreras; para conservar la mecánica y hacer un uso de larga duración de esta configuración lo suyo es optar por una de las curvas más conservadoras donde sólo (guiño, guiño) supera los 800 CV sin despeinarse.
Obviamente transferir toda esta potencia al asfalto sólo a través de dos ruedas es un problema, hay pérdidas de tracción y hay que escoger los neumáticos apropiados. Si es que hay unos neumáticos apropiados para conducir semejante caballería por la calle sin que se desintegren al segundo día.
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