¿Volverías a la autoescuela? Si eres de los que contestan sin siquiera pararse a leer lo que les están contando, ahí tienes los comentarios para explayarte. Y si eres de los que guardan un grato recuerdo de su profesor, o de la secretaria o del paragüero de la autoescuela, también. Igualmente, hoy la cosa no va de eso… O no del todo, vaya.
La cosa va de un estudio que sacó Goodyear hace unos días y que me dejé por aquí para comentar contigo. Dicen los señores estos de las ruedas del buen año que los menores de 25 años deberían volver a la autoescuela. Explican con números que al menos deberían volver los jóvenes de aquí, de 14 países más de por aquí y de Sudáfrica, que no está por aquí pero también entraba en el estudio.
En el susodicho analizaron el comportamiento de 6.400 jóvenes menores de 25 años para ver cómo funcionaban sus mentes, sus lóbulos temporales, su taller de la memoria y todo eso que uno usa cuando aprende cosas. Y la conclusión final venía a ser que de lo aprendido se les quedaba muy poca cosa entre oreja y oreja. Y eso, los que habían aprendido algo. En consecuencia, un tercio de los conductores jóvenes no se sienten seguros en muchas situaciones diarias de la conducción.
Aquí hoy hay estopa para todos. La primera parte de la bofetada se la lleva el sistema que tenemos (y no hablo sólo de España). Un dato del estudio es muy ilustrativo (aunque nada sorprendente): “Más de una cuarta parte de los jóvenes piensa que no aprobaría el examen de conducir si lo realizaran de nuevo”. Te recuerdo que estamos hablando de gente que en principio tiene el tema bastante fresco, no hablo de puretas que se sacaron el B con un 600 ni con un 133.
Es decir, que el 25 % tiene aquella sensación de “huyuyuyuyuy, menos mal que he aprobado”, sin pensar que a partir de ahí el examen será diario y sin doble mando. Que lo del examen no es un fin en sí mismo, aunque esa sea la percepción generalizada, sino un paso más en un proceso de aprendizaje que nunca termina. La diferencia entre tener el rosa y no tenerlo es simplemente que la Administración te concede permiso para que sigas aprendiendo por tu cuenta. Nada más.
Por eso, que uno se sienta poco seguro estando solo es un mal indicio. Y ojo, que aquí hablamos de sensaciones personales de cada uno. Yo también he tenido alumnos que iban todo el día con el látigo a cuestas y por bien que lo hicieran el mundo nunca era suficiente . Pero como al final lo que cuenta cuando uno se sienta al volante es lo seguro que se sienta de sí mismo… pues eso, que esto sienta las bases para una situación poco deseable desde el punto de vista de la Seguridad Vial.
Aprender a conducir vs aprender a aprobar
Ah, el examen… Cuántas veces no habré explicado yo el funcionamiento del examen unos días antes del mismo para evitar cosas raras el día de autos. Vamos, que le daba la relevancia justa para no liarla pero tampoco me interesaba hacer del examen el centro del Universo. No es por tirarme flores, que ya sabes que lo hago continuamente y sin pudor, pero si hubo siempre algo que maldecía era la tendencia a hacer del examen un circo.
¿Sabes por qué? Pues precisamente porque si yo le hubiera ido explicando al alumno historias para no dormir sobre examinadores que apestan a azufre, eso sólo le habría servido para: a) ponerse histérico, y b) sentir el examen como el fin último, y no el medio. Y no estaba yo por esa labor. Aprende a conducir y aprobarás. Aprende a aprobar y aprenderás… ¿qué? ¿Un mojón? O ni medio.
Total, que el estudio de Goodyear señala que la mayoría de los conductores de menos de 25 años harían bien en volver a pasar por la autoescuela. Y también dice que ellos piensan que tururú, que por ahí no vuelven ni arrastrados por los pies. Y yo, que no les culpo. Les diría cosas feas si en el mundo de las autoescuelas (en general) se respirara el ambiente que se respira en algunas escuelas de conductores (en particular). Pero no siendo ese el caso, pues eso, que no les culpo.
Por cierto, que el estudio revela (oh, sorpresa) que la formación les parece cara a los jóvenes conductores. Un 81 % de los participantes así lo afirma, y este porcentaje llega hasta el 93 % y el 92 % en Alemania y Francia, respectivamente, mientras que es más moderado entre checos y rusos, con un 64 % y un 61 %. Aquí mi duda es si la formación se percibe cara per se o poniendo el precio en relación con lo que se aprende.
Porque una y otra cosa no son lo mismo.
¿Esto también se lo tengo que enseñar al alumno?
Quizá avanzando en la materia lo veamos más claro. Sólo un 38 % de los jóvenes españoles se sienten cómodos conduciendo por la noche, un 33 % con lluvia intensa y un 35 % con maniobras de emergencia, aunque con la práctica van ganando confianza en estas habilidades: conducir durante la noche (90 %), conducir con lluvia intensa (76 %) y maniobras de emergencia (78 %).
Como (por desgracia) tengo buena memoria, no puedo evitar recordar algunos puntos que nos marcaban cuando nos formábamos como profes. Una de las cosas que salió fue, precisamente, el abanico de escenarios que debían pisar los alumnos. Cuantas más situaciones diversas, mejor. Coñe, claro, más bagaje que se llevarían. Oiga, ¿y si no llueve en toda la formación? ¡Pues con una manguera! No, en serio, que el alumno saliera bien formado… dentro de nuestras posibilidades.
Al fin y al cabo, la mayoría de esos conductores no volverían a recibir una clase en toda su vida.
Aún recuerdo, tiempo después, en un curso de conducción avanzada al que asistimos unos cuantos profes, mientras el monitor nos explicaba la posición correcta a los mandos, cómo había presuntos profesores de formación vial, con bastante solera además, que aprendieron aquel día a graduarse el reposacabezas. Y la frase de uno de ellos me apuñaló el pecho:
— Joder… ¿Y esto también se lo tenemos que enseñar ahora a los chavales?
Todavía me pregunto qué demonios debía de enseñar aquel pedazo de carne a los miles de alumnos que habrán pasado por sus manos mientras él se dedicaba, por lo visto, a dar paseítos. Y eso que la posición del reposacabezas está en el temario… Con asunto más esotéricos, mejor ni planteárselo. Por lo tanto la cuestión sería: ¿Es cara la formación o es caro pagar por nada?
¿Para qué paga el alumno a su profesor?
Sigo con el estudio porque si no me acuerdo de aquel supuesto colega y me cabreo. Un 49 % de los conductores jóvenes nunca hicieron prácticas de noche. Aquí sí que es chunga la cosa porque se mezclan muchos factores. Hay alumnos que pillan prácticas entre primavera y verano, cuando el sol no baja ni a porrazos, otros que están superliadísimos de la vida y sus horarios son los que son, otros que te dicen que sus padres prefieren que haga las prácticas de día… Sí, sí, en serio, haberlos haylos.
Voy con una curiosidad. Como durante mucho tiempo yo trabajé sobre todo por las tardes y por las noches, hasta las 22 horas más o menos, tenía alumnos que iban en modo Crepúsculo, que no habían visto nunca la luz del sol. Los reconocías porque estaban muy blancos y si el ambiente olía a ajo se ponían nerviosos. El caso es que cuando ya tenían fijada la fecha de examen intentábamos por todos los medios que hicieran algo a la luz del día, porque si no aquello era un poema.
Luego he tenido alumnos a los que nunca les llovió y una alumna a la que le llovió prácticamente en todas las prácticas. Lo sé porque en mis notas de los alumnos apuntaba yo ese detalle dibujando una nubecita (ya sabes cuán friki soy) y la ficha de aquella chica parecía la tormenta perfecta. Digamos que estas son cosas que uno no siempre puede controlar. Pero las que se pueden controlar… ¿tanto cuesta? Preguntado de otra manera: ¿No es para eso para lo que paga el alumno?
Acabo por hoy, pero me reservo una segunda parte para la semana que viene, porque en el estudio de Goodyear sobre conductores jóvenes hay datos para dar, tomar, vender y regalar, y seguro que dentro de una semana te apetece que los comentemos. Por ahora, la cosa se queda aquí, en esta suerte de mezcolanza entre fauna en ruta y #miprimercoche que me ha salido hoy. Y lo que me queda…
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