Probamos el BMW M550i xDrive: buscando la M en una lujosa berlina V8 de 462 CV
El BMW M550i xDrive reúne lo mejor de BMW y del Serie 5 en un solo modelo. Sabe como ningún otro modelo de la marca bávara ser polivalente, puede ser berlina deportiva y al mismo tiempo hacer gala de un confort soberbio, rodeando de toda clase de lujo a sus pasajeros.
Y aunque equipe un V8 biturbo de 4.4 litros de cilindrada y desarrolle 462 CV, el M550i es un modelo discreto, tanto a nivel visual como auditivo. Pero entonces, ¿es un simple BMW ultra potente o un auténtico BMW M? Pues ni uno ni otro. El M550i es el BMW que mejor define ese concepto contradictorio de refinamiento deportivo.
Una fuerza contenida
Cuando BMW desveló el M550i lo más destacable eran sus prestaciones y en especial su 0 a 100 km/h en 4 segundos. Y es que el nuevo modelo es sencillamente más rápido que el antiguo M5 (tipo F10), que entonces acababa de decir adiós a la vida comercial. Y todo el mundo se apresuró de tildar el M550i de modelo de transición hacia el nuevo M5. Ya sabes, el modelo supuestamente para impacientes que no quieren esperar al M5. (Spoiler alert: a nivel comercial esa clientela es irrelevante. No desarrollas un coche para que tenga una vida comercial de tan sólo 6 meses). En realidad, el M550i es lo mejor del Serie 5 condensado en un solo modelo.
Equipa un V8 biturbo de 4.4 litros que desarrolla 462 CV a 5.500 rpm, pero que sube hasta las 6.000 vueltas si se lo pides. Entrega 650 Nm desde tan sólo 1.800 rpm y hasta 4.750 rpm. Y va asociado exclusivamente a un cambio automático de 8 relaciones. Es un motor que lo mismo te permite viajar a 120 km/h a 1.800 rpm que catapultarte hacia el horizonte.
¿Hay que adelantar a un camión? Al hundir el pie derecho, el coche baja tres marchas, el V8 sale de su letargo y salta hacia el horizonte (80 a 120 km/h en 3,2 s) con el clásico rugido grave de un V8. Eso sí, su nivel sonoro es muy discreto y algo artificial, pues lo oyes a través de los altavoces. Para un bramido digno de un V8, tendrás que mirar en la dirección de Cadillac, y sus modelos de la serie V, y de Mercedes-AMG.
Frente a semejante empuje, decidimos probar el coche en tramos revirados, lejos del mundanal ruido de las grandes vías saturadas de tráfico. Cambiamos al modo Sport y, alternativamente, al Sport+. El cuadro de instrumentos digital adquiere un fondo un rojo, el V8 apenas alza la voz con una respuesta al acelerador más directa y sobre todo, la dirección, los amortiguadores y las barras estabilizadoras activas se vuelven más firmes.
Todos estos sistemas, junto con la dirección de desmultiplicación variable (es decir, con ángulo de giro variable en función de la velocidad) y la dirección a las cuatros ruedas son una opción: el pack Chasis M Adaptitive que cuesta 4.599 euros.
Equilibrado en curvas, si escoges las opciones correctas
Y cuando llegan curvas, tanto las barras estabilizadoras activas como la dirección a las cuatro ruedas hacen maravillas para el M550i. De entrada notas como el balanceo es muy contenido y la tendencia subviradora (es decir, a querer ir recto) del resto de los Serie 5 parecer haber desaparecido casi (pero no del todo) por completo en el M550i. Pero es sobre todo en en los cambios bruscos de dirección, en las curvas enlazadas, que la presencia de éstos dos sistemas se hace evidente.
Se nota especialmente el trabajo de la dirección a las cuatro ruedas: el coche parece girar sobre un eje central. Aunque esa sensación no es tan evidente como en un Renault equipado con el sistema 4Control, que tras probarlo en un Mégane GT, se me antoja como uno de los mejores sistemas de este tipo, si no el mejor. Al final, a pesar de ser un coche de casi 5 metros de largo y cerca de 1.900 kg, al volante parece mucho más ligero de lo que es.
Eso sí, el peso lo notas en caso de fuertes frenadas repetidas, los frenos pierden un poco -solo un poquito- de mordiente. De todos modos, no es algo preocupante, ya que no llegué a experimentar un fading, como en el Mercedes-AMG CLS 53.
Dicho esto y aunque el M550i salve lo honores de BMW en los tramos revirados, éstos no son su terreno de predilección. Para una conducción deportiva de verdad nos habría gustado un conjunto motor-cambio con más retención, es decir, los desarrollos del cambio son un poco largos, una dirección algo más comunicativa (bueno, que transmitiera algo, simplemente), un tren delantero un pelo más directo y quizá un nivel sonoro más sugerente. Vamos, que si bien se muestra eficaz, carece de sensaciones.
Esa falta de sensaciones, sin embargo, son su baza para moverse por vías rápidas. Es como pilotar una alfombra voladora. Es rápido, muy cómodo, estable y se pega al asfalto cual lapa. Es un terreno en el que se muestra simplemente soberbio. Y esa facilidad de conducción, curiosamente, no desaparece en la ciudad, a pesar de sus dimensiones.
Interior
La discreción estética del exterior, a pesar de un kit carrocería específico, se aprecia también en el interior. Perfectamente instalados en los asientos Advenced Comfort (opcionales) de doble regulaciones para el respaldo -inferior y superior-, el conductor comparte con los pasajeros, perfectamente instalados, un ambiente de lujo y tecnología.
La habitabilidad no merece críticas, tanto delante como detrás, ni tampoco el aspecto lujoso. El refinamiento de marcha, sin ser el de un Lexus, se le acerca bastante (el coche equipa un sistema que emite ciertas frecuencias vía los altavoces para anular el ruido que percibimos). La calidad percibida, sin llegar a la de un Audi, es superior a la de un Mercedes-Benz Clase E o un Lexus GS. (Y por experiencia personal con los Audi y BMW, la de BMW suele envejecer mejor).
Además, la especificación de nuestra unidad de prueba, con la tapicería de cuero con costuras en el centro que forman unos rombos y costuras de contraste, le confiere un toque especialmente lujoso, y tampoco es la más cara de las opciones disponibles: 894 euros.
Como era de esperar, especialmente a este nivel de gama, el M550i también cuenta con toda la tecnología de conectividad que puedas imaginar, aunque no siempre forme parte del equipamiento de serie. Por ejemplo, la compatibilidad con Apple Car Play es facturada 383 euros y la información del tráfico en tiempo real, 204 euros.
Lo mismo ocurre con el sistema de conducción semi-autónoma (de nivel 2) Driving Assistant Plus, cuesta 3.577 euros. Su funcionamiento no es tan suave como el de Mercedes-Benz (que probamos en los Clase E y Clase S), pues la dirección está casi constantemente corrigiendo la trayectoria dentro del carril.
Conclusión
En todas las industrias, la imagen de marca es clave. Y es que todo es cuestión de cómo se percibe el producto, cómo te lo venden y qué imagen tienes de la marca. Por ejemplo, si te dicen Lexus, piensas en lujosos y cómodos híbridos, casi nadie se acordará de los Lexus F o incluso del nuevo LC 500. Estos modelos están en el otro espectro del mercado, el de los potentes deportivos atmosféricos. Y es una pena porque mucha clientela pasará de largo y se perderá productos sencillamente geniales.
El cómo lo presentas también importa. Todos recordamos como Toyota se empeñó en el lanzamiento del GT86 en “vendernos” el coche como una máquina de hacer drift, cuando en realidad el producto es más cercano a un Mazda MX-5 con techo que a un Nissan Silvia S14 preparado para ir de lado. ¿Es un mal coche? Para nada, pero no es lo que “prometió” la marca. Y, claro, deja un mal sabor de boca, como una cierta decepción.
Con el BMW M550i xDrive pasa lo mismo. Al ver el sello M, incluso en un modelo que no es un auténtico BMW M, piensas en algo deportivo. El precedente del M235i (ahora M240i), probablamente el mejor deportivo que puedas comprar nuevo por debajo de 70.000 euros, está ahí para demostrar que un M Performance puede ser deportivo. Sin embargo, el BMW M550i es en realidad una super berlina de lujo, refinada, tecnológica, muy rápida y que se desenvuelve bien cuando hay curvas, pero no es ni la mitad de deportiva que un M240i.
¿Debemos entonces pasar de él? Si lo que buscas es una berlina superlativa y discreta, el BMW M550i xDrive es tu coche. De lo contrario, si quieres toda la exuberancia y todo el dinamismo de un M5, te ahorras las opciones obligatorias (Chasis M Adaptative y Driving Assistant Plus) y por 36.000 euros más tienes el auténtico BMW M. De hecho, si no fuese porque gracias a BMW M y a una serie de opciones, este Serie 5 no es tan aburrido dinámicamente hablando como el resto de la gama Serie 5, el coche podría llamarse sencillamente 550i, como lo fueron las generaciones anteriores.
BMW M550i xDrive: nuestra puntuación
8
A favor
- Motor V8
- Prestaciones
- Confort de marcha
- Habitabilidad
En contra
- Obligación de recurrir a las opciones si queremos que sea un tanto deportivo
- Desarrollos del cambio largos
- Driving Asssitant+ (conducción semiautónoma) perfectible
El BMW M550i xDrive no es el que coche que esperábamos. Antaño, un Serie 5 con el sello M era sinónimo de un coche muy equilibrado al mismo tiempo que ágil como un deportivo. Los tiempos y la clientela cambian. Este M550i es en realidad una fantástica máquina para viajar. Es una suerte de súper Serie 5, ideal para los que les guste viajar al ritmo del discreto ronroneo de un V8, sabiendo que tienen bajo el pie derecho la capacidad de desatar una oleada de potencia para adelantar en un abrir y cerrar de ojos casi todo lo que se mueve.
BMW M55oi xDrive | |
---|---|
Motor | Gasolina: V8 de 4.395 cc. Inyección directa. 4 válvulas por cilindro. Sobrealimentación por turbo. |
Potencia máxima | 462 CV a 5.500 rpm |
Par máximo | 650 Nm de 1.800 a 4.750 rpm |
Transmisión | Tracción integral. Cambio automático de 8 relaciones. |
Dimensiones | Largo x ancho x alto (mm): 4.962 x 1.868 x 1.467 |
Batalla | 2.975 mm |
Maletero | 530 litros |
Peso | desde 1.885 kg |
Relación peso/potencia | 4,8 kg/CV |
0 a 100 km/h | 4,1 s |
80 a 120 km/h | 3,2 s |
Velocidad máxima | 250 km/h |
Consumo medio homologado (NEDC) | 8,9 l/100 km |
Consumo medio en prueba | 12 l/100 km |
Precio | Desde 103.099 euros |
El coche para esta prueba ha sido prestado por BMW. Para más información consulta nuestra guía de relaciones con empresas
Fotografía | Daniel Murias