Ford Mustang Shelby GT350, a prueba: un pura raza americano con un V8 de escándalo
Aún quedan un par de horas para que suene el despertador, pero la maquinaria de mi reloj biológico no anda muy fina, por aquello del jet lag y las nueve horas de diferencia con Madrid. Apenas son las cinco de la madrugada y estoy en la cama de una habitación de hotel en Los Ángeles, California, con los ojos abiertos como platos, pero no me importa. Hoy es un día que llevo tiempo esperando.
En el garaje me espera una bestia americana capaz de despertar a todo el vecindario con únicamente apretar el botón de arranque, que esconde un motor de ocho cilindros muy característico, tanto por su diseño como por su sonido. Es uno de los coches más especiales que se vende actualmente en Estados Unidos pero también una silueta muy común a lo largo y ancho del país que va a presidir Donald Trump.
Da igual que estés en Florida, Nueva York, California o Michigan. Te vas a cruzar todos los días con infinidad de Ford Mustang. Es un coche muy común por estos lares, ya que el V6 parte de 25.185 dólares (barato, ¿verdad?). Tanto, que conducirlo aquí es prácticamente como llevar un Volkswagen Golf o un Renault Mégane en Europa. No vas a llamar la atención por el coche que conduces, salvo que se trate de una versión muy, muy especial.
Y si hay un apellido asociado desde los años sesenta a los Mustang más salvajes del Oeste, ese es el de Carroll Shelby, mítico piloto, diseñador y preparador de origen tejano. El animalito que tenemos hoy entre manos lleva precisamente su nombre, y eso son palabras mayores. Hablamos del Ford Mustang Shelby GT350, que cuesta 54.570 dólares (unos 51.500 euros al cambio) pero no está disponible en el mercado europeo. Una pena.
¿Y por qué es una gran pérdida para Europa? Pues porque quizá sea el mejor Ford Mustang de la historia, tanto por comportamiento y prestaciones como por lo particular de su motor 5.2 litros V8, que aunque resulta 'pequeño' para los estándares americanos, su cigüeñal plano lo hace especial. También se ofrece una versión más radical, el GT350R, que está aligerado, luce un kit aerodinámico específico y llantas de fibra de carbono con gomas Michelin Pilot Sport Cup 2, entre otras cosas.
Es un Mustang, pero gira cuellos a su paso
Después de admirar durante varios minutos en el garaje este GT350 en color naranja Competition, con franjas, llantas y alerón de color negro -y no es el más bestia, que por encima queda el R-, llega el momento de pasar al interior, al que da acceso una llave de plástico bastante genérica, como la de todos los Mustang, aunque con una víbora decorándola, que al menos impone más que el caballo.
Dentro esperan un agradable volante de alcántara y cuero -también con el logotipo de la serpiente en el centro-, unos asientos Recaro de gran aspecto y que sujetan muy bien el cuerpo, una instrumentación específica (como los relojes de temperatura y presión de aceite en el salpicadero) y poco más. De hecho, la unidad no lleva el sistema multimedia Sync 3 con la pantalla grande, sino la radio básica, con pantalla pequeña y sin navegador ni radio por satélite.
Pero lo cierto es que todo esto importa más bien poco, porque la radio apenas la vas a encender teniendo semejante banda sonora procedente del 'Voodoo' V8. Lo que es un poco más problemático es la ausencia de GPS en un lugar como Los Ángeles, aunque eso de vivir en 2016 tiene sus ventajas, y si tienes Waze, Google Maps o Here en tu smartphone, la solución es fácil. Aunque, ahora que lo pienso, no se me ocurre mejor coche para perderse que el Shelby GT350... Y cuanto más tiempo estés perdido, intimando con él, mejor que mejor.
En un primer momento entrar y salir del coche parece cómodo, aunque a fuerza de subir y bajar muchas veces (gajes del oficio de conductor-fotógrafo) te das cuenta de que, realmente, los prominentes laterales de la banqueta entorpecen bastante el acceso (no así los del respaldo) y acabas haciendo contorsionismo para bajar del coche de la forma más digna posible. Los esculpidos asientos traseros tampoco son especialmente amplios y, sobre todo, la altura libre al techo es escueta, pero a cambio tienes un maletero de 382 litros en el que cabe bastante más de lo que parece.
¿Qué tiene de especial su motor 5.2 litros V8?
La estrella indiscutible de este pony car es su motor de ocho cilindros apodado 'Voodoo', que comparte arquitectura con el 5.0 litros V8 'Coyote' del Mustang GT, pero está retocado por Ford Performance y cuenta con muchas chucherías para conseguir que suba de vueltas con más alegría, mejore las cifras de potencia y par motor, y ofrezca una nota de escape tan espectacular como poco común entre los muscle car. Brinda 533 CV a 7.500 RPM y un par máximo de 582 Nm a 4.750 vueltas.
Este propulsor 5.2 litros V8, casi cuadrado (94x93 mm -diámetro y carrera-), es digno de ser estudiado a fondo por los más 'quemados', pero como quiero ir al grano diré que el bloque está reforzado y recibe culatas de aluminio, cigüeñal y bielas de acero forjado, o pistones de aluminio forjado, entre otras cosas. ¿Con qué objetivo? Pues como hemos dicho, subir mucho de vueltas. Hasta el punto de que Voodoo es el motor de calle de mayor giro de Ford: alcanza 8.250 RPM.
¿Qué significa esto? Básicamente, que tiene un sonido propio, porque ni gorgotea como un V8 típicamente americano ni canta La Traviata como un V8 italiano de Ferrari -también de cigüeñal plano-. Entonces, ¿a qué se parece? A mí me recuerda al sonido de un Jaguar F-Type R. Aunque diferente, se parece en el rugir y es tanto o más escandaloso.
Tiene su propio carácter, y eso me gusta. Y no sólo es carácter, es que el sonido es de los que enamora. Es tan adictivo que acabas activando el modo sport del escape cada vez que lo conduces y te ves irremediablemente incitado a dar un toque de gas en reducciones hasta llegando a los semáforos. Es una verdadera delicia, pero envenena.
Una bestia ideal para las 'canyon roads'
El Voodo es una maravilla, pero no sólo por su sonido. Al igual que su hermano pequeño, el 5.0 litros del Mustang GT, es placenteramente elástico y permite una conducción que no obliga a recurrir constantemente al cambio. Algo positivo incluso a pesar de la genial caja Tremec TR-3160 de seis velocidades que, además de ser más ligera y duradera que la Getrag del GT, también es muy agradable y precisa, con un tacto duro y recorridos cortos.
Esta unidad en concreto, equipada con el llamado Track Pack -ahora de serie, pero antes opcional-, incluye la suspensión Magneride, refrigeración adicional para la transmisión y el diferencial, algunos elementos aerodinámicos específicos o una barra estabilizadora frontal de aluminio.
En cuanto te pones a los mandos te llaman la atención la dureza de la dirección -pesada, pero directa, y de las que transmite confianza- o el tacto del embrague, que sorprende por su ligereza. No está muy duro, y desde luego no tiene nada que ver con otros deportivos como el Subaru WRX STI, que acaba con tu pierna izquierda en los atascos debido al durísimo pedal izquierdo. El GT350 es más civilizado en este sentido. La posición de los pedales, por cierto, es ideal para el punta-tacón, algo que el coche te pide constantemente. ¡Vaya bramidos!
El motor no tiene una gran inmediatez por debajo de las 3.000 vueltas, pero a partir de este punto el empujón es importante y sube con muchas ganas prácticamente hasta el lejano limitador. No es que no tenga fuerza a bajo régimen, porque como hemos dicho es un motor elástico que permite circular a muy bajas vueltas, pero la explosividad no aparece hasta más adelante, dando lo mejor de sí en el entorno de las 5.000 RPM y casi hasta el final, aunque la última parte del recorrido de la aguja viene acompañada de una gran vibración, que invita a cambiar más bien en el entorno de las 7.000 RPM.
Estirar marchas por encima de las 8.000 RPM, no obstante, es una experiencia que hace falta tener alguna vez en la vida. Cuando lo experimentas, redibujas el concepto de satisfacción al volante y miras con cierto escepticismo la mayoría de motores turbo. De esto también tiene culpa la genial y súbita respuesta del acelerador de un motor atmosférico como éste. En un turbo puede estar más o menos lograda, pero nunca será lo mismo.
La gracia de este GT350 es que en segunda has roto ya todos los límites de velocidad... y te quedan todavía tres marchas más, y una sexta que es de desahogo y prácticamente inservible para velocidades que no sean de autovía. Al final, lo mejor para no jugarse el permiso de conducir, o los ahorros, es circular en marchas largas, apoyándose en el par motor disponible. La cuarta velocidad te deja perplejo: puedes mantener la marcha a 30 km/h o bien estirarla y apuntar hacia los 200 km/h. Un motor impresionante.
No pienses que el diseño, el motor o el sonido convierten a este Shelby Mustang GT350 en un mero capricho para fardar delante de los amiguetes, vecinos o cuñados. De eso nada. Es un coche para disfrutar, que pone patas arriba ese tópico que tenemos en Europa sobre los coches americanos: "sólo sirven para rectas", "no saben lo que es una curva", etc... Éste tiene una suspensión delantera McPherson, un eje trasero Integral-link -independiente- y estabilizadoras en ambos extremos. Y muy buenas maneras, claro.
Desde un primer momento, en apenas unos pocos kilómetros, te das cuenta de que este GT350 está pensado para ir rápido. Muy rápido. Sorprenden tanto el eje delantero, por la obediencia con la que responde a las órdenes del conductor y por sus niveles de adherencia, como el trasero, cuya capacidad de tracción es apabullante gracias al diferencial Torsen, sobre todo en un coche en el que esperas precisamente que transmitir la fuerza al asfalto sea su talón de Aquiles. Y vaya que si estaba equivocado. Sólo se le atraganta la tracción en zonas de asfalto roto o muy bacheadas, donde las ruedas traseras pueden perder contacto con el suelo.
Su comportamiento y su elevado nivel de agarre lo facilitan, en buena parte, los enormes neumáticos Michelin Pilot Super Sport, que delante tienen dimensiones 295/35 ZR 19 y detrás 305/35 ZR 19. Va bien calzado, y tiene muchísima goma en el eje posterior, pero eso no evita que se convierta en una auténtica máquina de generar humo. Dejar un recuerdo de los neumáticos sobre el asfalto es cuestión de proponérselo y no requiere gran esfuerzo.
Al igual que un Mustang Ecoboost o GT, el GT350 se siente un coche grande, sobre todo por lo ancho que es, pero no da la sensación de ser un coche especialmente pesado aunque sume 1.720 kilogramos. Se deja llevar de forma agradable y responde con inmediatez a los movimientos de volante, mostrando una agilidad que no tiene el resto de versiones de la gama.
Gira muy plano gracias a los amortiguadores MagneRide adaptativos, que contienen los movimientos de la carrocería endureciéndose en los apoyos, pero facilitando una marcha cómoda -aunque firme- durante el resto del tiempo. El modo Track endurece tanto la dirección como los amortiguadores, y también hace más permisivo el control de tracción.
En un coche con semejante potencial es importante tener un sistema de frenos a la altura, y el GT350 lo tiene: discos ventilados y perforados de 394 y 380 mm, con pinzas Brembo de seis y cuatro pistones, delante y detrás respectivamente. La mordida inicial al pisar el pedal es importante, la potencia de frenada es generosa y, al menos durante nuestra prueba por carreteras de montaña, no aparecieron signos de fatiga, y no por falta de uso intensivo, precisamente.
A decir verdad, los 60 litros de combustible que caben en su depósito duran más bien poco. El ordenador de a bordo marca un consumo durante la prueba de unas 18 millas por galón -del orden de 13 litros a los cien kilómetros-, La autonomía estimada con el depósito lleno (60 litros) es de 350 kilómetros, aproximadamente. No me salen las cuentas (homologa 14 litros en ciclo mixto), pero el Voodoo tiene sed, de eso no hay duda. Y aunque la gasolina cueste aquí más o menos la mitad que en España, el gasto sigue siendo considerable.
Al final de la jornada me bajo del Shelby GT350 y me pongo al volante de una moderna y cómoda berlina, que me abre los ojos. Al lado del Mustang, estos asientos parecen comodísimos, blandos y mullidos, pero también super escurridizos por lo poco que te sujetan en tu sitio. Y ni hablar de lo cómodo que es entrar y salir. Por otro lado, la suspensión, que para viajar es una maravilla, deja balancear demasiado la carrocería en las zonas de curvas donde el GT350 brillaba, y la dirección es tan blanda como poco comunicativa comparada con la del Shelby. "Dos mundos opuestos", pienso.
¿Quién dijo que los deportivos americanos no eran eficaces en curva? Desde luego este Ford Mustang Shelby GT350 es un arma digna de estar en el garaje de cualquier petrolhead que se precie. Es bueno, muy, muy bueno. ¿El mejor Mustang de la historia? Podría serlo sin problema. Bien por Ford -y aún mejor si lo trajera a Europa-. ¡Chapeau!