Si durante el día de ayer comenzábamos nuestro recorrido de pruebas con el Audi RS4 Avant, hoy continuamos y lo hacemos con la que es, probablemente, la parte más interesante cuando tenemos entre manos un coche de este calibre, esa en la que descubrir sus cualidades dinámicas.
De todo lo dicho hasta ahora podemos destacar la versatilidad de la que goza un coche con carrocería familiar gracias a su generoso maletero, el agresivo diseño típico de los modelos RS junto a la posibilidad de configurarlo de forma discreta, así como su interior, de gran calidad y en este caso enfocado a una conducción deportiva, con asientos tipo bucket.
Todo esto está muy bien, pero lo que realmente hace a un RS especial no es su estética, ni su habitabilidad, ni sus asientos de corte deportivo. Son sus entrañas, lo que esconde bajo esa bonita carrocería, las que llevan consigo toda la fuerza de esas dos letras. Siglas que, como he dicho en otras ocasiones, significan mucho cuando están escritas en la calandra de un Audi.
La continua búsqueda de eficiencia por parte de los diferentes fabricantes de automóviles ha hecho que algunos modelos de determinadas marcas que históricamente no habían recurrido a la sobrealimentación, acaben haciéndolo, muy a pesar de los más puristas, que ponen el grito en el cielo al perder sus queridos motores atmosféricos.
Aún así, todavía quedan modelos que no necesitan recurrir a un compresor volumétrico o a un turbo para obtener altas cifras de potencia, aunque bien es cierto que cada vez son menos. Uno de los mejores ejemplos de vehículos de altas prestaciones que mantiene un motor V8 atmosférico de giro rápido es precisamente este Audi RS4 Avant.
Motor 4.2 V8 de 450 CV
El alma del RS4 Avant es sin duda su propulsor, que es en realidad el mismo que montan otros hermanos de gama como el Audi RS5 y el que montaba su predecesor, el RS4 (B7), aunque por entonces con una potencia inferior de “sólo” 420 CV. También lo ha montado el superdeportivo de la casa, el Audi R8.
Esta maravilla en forma de ocho cilindros en V que cubica 4.2 litros de cilindrada y tiene una relación de compresión bastante alta de 12,5:1, cuatro válvulas por cilindro, inyección directa y doble árbol de levas en cabeza, se introdujo en 2006 con el anterior RS4 y supuso una serie de hitos para la marca de Ingolstadt, ya que no tenían precisamente demasiada tradición en este tipo de motores.
El 4.2 FSI V8 que esconde el RS4 Avant que estamos probando desarrolla 450 CV a 8.250 vueltas y un par motor máximo de 430 Nm entre las 4.000 y las 6.000 RPM, por lo que es un propulsor que da lo mejor de sí en la parte más alta del cuentavueltas.
Este 4.2 V8 atmosférico se combina de serie (y no hay otra opción) con un cambio automático de doble embrague S-Tronic de 7 velocidades. Básicamente es el DSG del resto del grupo Volkswagen, pero con la denominación propia de Audi.
Este RS4 Avant cuenta también con la inestimable ayuda de la tracción integral de la casa, Quattro, que incorpora el famoso diferencial central de corona que estrenó en su día el Audi RS5, y Torque Vectoring, un sistema electrónico que permite repartir el par entre las diferentes ruedas.
A diferencia de otros tipos de sistemas tracción integral, como el de embrague Haldex, éste de diferencial central de corona beneficia en el reparto al eje trasero, al que llega en condiciones normales el 60% del par y, por tanto, el 40% va al delantero. Si fuera necesario, hasta el 85% del par puede ir al eje trasero y hasta el 70% al delantero.
A nivel de prestaciones, el Audi RS4 Avant es capaz de acelerar de 0 a 100 km/h en 4,7 segundos y su velocidad máxima está limitada a 250 km/h, aunque de forma opcional y previo pago, podemos aumentar dicho límite hasta los 280 km/h.
Al volante
Con sólo pulsar la llave (es de las que se encaja y se pulsa) el ocho cilindros cobra vida con un pequeño rugido, adelantándonos que algo interesante va a pasar cuando hundamos el pie en el pedal derecho. ¡Qué ganas!
Una vez incrustado en el bucket (literalmente, ya que me aprieta un poco porque no soy precisamente pequeño), ajusto el volante, el asiento y los retrovisores y me dispongo a ponerme en marcha. Todavía no he llegado al primer túnel y ya estoy deseando hacerlo. ¿Qué tal sonará? ¿mucho? ¿poco? ¿gordo? ¿fino? Desde luego sube mucho de vueltas, ya que supera ligeramente las 8.000 RPM. Tiene que sonar de maravilla.
Llego al primer túnel mientras salgo del centro de Madrid, bajo manualmente varias marchas mediante la leva izquierda y piso a fondo. Al haber dejado la aguja en un rango alto de revoluciones, el pisotón provoca un latigazo que me hace pegar la cabeza al respaldo súbitamente. El sonido es realmente atractivo, puro.
No hay turbo. Sólo ocho cilindros componiendo una música que ojalá pudiera escuchar a diario. No es un sonido atronador, no suena como si el coche escupiese fuego, pero suena muy bonito, a auténtico V8. Un acompañante llegó a comentar que sonaba a muscle car americano y la verdad es que no andaba muy desencaminado. Si activamos el modo más deportivo o seleccionamos el programa “S” de la caja de cambios, la válvula del escape se abre y nos permite escuchar todavía mejor el sonido del mismo, un poco más gordito.
A lo largo de la prueba pudimos conducir el coche tanto por ciudad como por carretera, y también por carreteras secundarias y algún que otro tramo de montaña. Lo cierto es que gracias al Audi Drive Select podemos escoger el carácter del coche que más convenga para cada situación. Puede ser un cómodo coche familiar para llevar a los niños al colegio o bien ser una bestia del asfalto.
Parte de la culpa de que el RS4 resulte tan polivalente la tiene el cambio S-Tronic de siete marchas, que puede ser casi tan suave como un Multitronic pero es al mismo tiempo increíblemente efectivo en el modo más deportivo. Los cambios son muy rápidos tanto en modo automático como si accionamos las levas nosotros mismos. Esta caja es una auténtica gozada.
Los diferentes modos de conducción (Comfort, Dynamic, Auto e Individual) actúan sobre el conjunto motor/cambio, sobre la dirección y también sobre el diferencial trasero deportivo y la suspensión activa, ambas cosas opcionales. En cualquier caso, podemos seleccionar el modo Individual y configurar cada cosa por separado.
El RS4 Avant es, en cualquier caso, un coche rapidísimo. Tanto, que hay que andar con mucho ojo si no queremos buscarnos un lío con los señores de verde. Gana velocidad con tal facilidad que no es disparatado superar los límites de velocidad sin darnos cuenta. Eso sí, podemos configurar un aviso sonoro por si superamos la velocidad que indiquemos.
La capacidad de tracción gracias al sistema Quattro es asombrosa y además ofrece unos niveles de agarre en curva a altas velocidades que no necesitamos alcanzar en carretera abierta. Durante la prueba no descolocamos la trasera sin buscarlo en ningún momento y tampoco notamos el acusado subviraje del que hacen gala otros modelos de la marca. Al volante se nota que es un coche largo y lo cierto es que supera los 1.800 kilogramos de peso, pero no resulta un coche torpe ni transmite la sensación de ser tan pesado. Obviamente no es un peso pluma ni podemos esperar la agilidad de un deportivo ligero, pero se defiende a la perfección en tramos revirados.
Lo cierto es que los neumáticos de la unidad de prueba que tuvimos entre manos habían pasado por una intensa jornada de circuito y estaban más bien achicharrados. Los hombros del neumático estaban muy desgastados y el coche no apoyaba todo lo bien que debiera. En alguna ocasión había que meter más volante de la cuenta, incluso aunque circulásemos despacio, y todo por culpa del estado de las gomas, que por cierto, tienen unas dimensiones de 265/30 ZR 20.
La dirección es uno de los puntos más controvertidos del coche. En el modo más burgués resulta algo blanda, pero es que en el modo Dynamic es tan pesada que es incluso excesivo, sobre todo para un uso normal. Quizá el mejor equilibrio lo encontramos dejándolo en el modo Auto, en el que el coche decide por nosotros en función de la situación.
Afortunadamente el sistema de frenos del coche era de discos cerámicos opcionales en el eje delantero, así que no tuvimos ningún problema de fatiga de frenos en toda la prueba. Aunque hace falta pisar con ganas el pedal, ya que la primera sensación es que no frena mucho, una vez muerde la pinza la fuerza de frenada es enorme.
La parte más delicada de la que tenemos que hablar son los consumos. Homologa un consumo combinado de 10,7 litros a los cien kilómetros, un urbano de 14,6 y un interurbano de 8,7. En la práctica, podemos conseguir cifras quizá algo inferiores al consumo combinado si circulamos por carretera y sin exceder los límites de velocidad.
Ahora bien, si circulamos por ciudad es muy difícil rebajar los 15 litros de consumo medio. Nosotros nos movíamos en unos 18 litros a los cien kilómetros en los trayectos urbanos. Es una cifra bastante elevada pero hay que tener en cuenta que no se trata de un utilitario y que, además, el que compre un coche de cerca de 90.000 euros (de serie) tendrá ahorros para darle de beber.
Si definitivamente nos importa poco el gasto de combustible y decidimos llevar una conducción deportiva, es factible rozar los 20 litros a los cien kilómetros. Es el precio a pagar por un coche tan potente con un motor V8 que es una auténtica delicia.
Continuará…
En Motorpasión | Audi RS4 Avant, prueba (exterior, interior y equipamiento, valoración y ficha técnica)