La mejor ruta en coche que he hecho por el norte de España: conectando el Atlántico y el Cantábrico
Hacer una ruta en coche no es sólo una excusa para irse de vacaciones o de fin de semana y poder desconectar, también es buscar sensaciones. Y hacer una ruta por Galicia es buscar sensaciones en las dos realidades que delimitan la vida en ese rincón de la península: la tierra y el mar.
En esta ocasión, y con la ayuda de un BMW X4 xDrive20d, saldremos de Coruña, dejando atrás la Costa da Morte en búsqueda del Cantábrico recorriendo uno de los rincones más desconocidos de esa región, especialmente frente a las Rías Baixas o la Costa da Morte. Y quizá por ser un tanto desconocida se nos antoja especialmente mágico.
Del enfrentamiento continuo entre mar y tierra nacen las cientos de rías que conforman el litoral gallego. Tierra y mar definen a Galicia. La tierra, fértil, rica y llena de secretos es ideal para perderse y relajarse entre castros, castillos y pazos. Aunque de pazos no hablaremos. Son casi todos privados y apenas abren al público: no hay nada más frustrante cuando viajas que encontrarte con una puerta cerrada.
Sobre todo, es una ruta para todos los que no pueden estar lejos del mar y de todo lo que nos ofrece, desde sus recursos (ese marisco...) hasta los que devoran sus colores, verde o azul para quedarse igualmente maravillados. Y qué mejor que la zona de Coruña para iniciar esta ruta.
A Coruña
Nuestra ruta comienza en A Coruña, el hogar de Breogán. Hablar de La Coruña es hablar del que es considerado el faro activo más antiguo del mundo y único faro declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad: la Torre de Hércules. Cuenta la leyenda que fue desde donde hoy se asienta la Torre de Hécules que Ith, hijo de Breogán (caudillo celta que conquistó esos territorios) y fundador de Brigantia (A Coruña), divisó las verdes tierras de Irlanda. Éste intentó conquistarla pero fracasó en su intento. Sería su hijo Mil quién finalmente lo lograría.
Pero Coruña es mucho más que la Torre de Hércules. Arrancamos a los pies del monte San Pedro, donde se puede ver toda la ciudad, en el pequeño puerto de San Pedro de Visma y la Ventana al Atlántico de O Portiño. Entramos en Coruña por el obelisco Millenium hasta la ensenada del Orzán, con las playas de Riazor y Orzán.
Los amantes de la cultura se decantarán por la casa museo de Pablo Picasso donde se recrea su infancia (vivió en Coruña de 1891 a 1895) y el Museo de Bellas Artes, donde destacan grabados de Goya y óleos de Rubens. Además, a principios de agosto se celebra el imprescindible festival “Viñetas desde o Atlántico”, el mayor festival de cómic al sur de Angoulême (los fans de cómics y no tanto de manga sabrán apreciar el matiz).
Los más curiosos se interesarán por el Domus o Casa del Hombre (un museo interactivo sobre la humanidad), por el MUNCYT (Museo Nacional de Ciencia y Tecnología) que alberga parte del Boeing 747 Jumbo “Lope de Vega”, el avión que en 1981 transportó de Nueva York a España el Guernica, de Pablo Picasso. Por supuesto, el Aquárium Finisterrae con su gabinete del Capitán Nemo y su tanque de 4,4 millones de litros de agua de mar en movimiento que da cobijo a más de 1.100 animales de 34 especies diferentes.
¿Y la gastronomía? Dos imprescindibles y casi tan antiguos como la ciudad misma: la Pulpería de Melide y La Bombilla. El primero os servirá el mejor pulpo de la ciudad, mientras que el segundo es el representante más genuino del tapeo al estilo de la coste norte de España. Hace 30 años -o más- era un simple bar del casco antiguo, hoy es toda una institución.
Dejamos La Coruña atrás y emprendemos ruta hacia Puentedeume al volante del BMW X4, el cual ha resultado ser un compañero de viaje ideal.
De Coruña a Pontedeume
Por Coruña y Sada, densamente pobladas, el BMW X4 xDrive20d no puede esconder la naturaleza de su motor diésel. Aunque el 2.0 litros sea más muchísimo más silencioso y tiene muchas menos vibraciones que la anterior versión de este motor, se sigue apreciando que es un diésel, especialmente cuando el sistema stop/start automático entra en marcha. Y eso que éste también ha mejorado con respecto a anteriores iteraciones del sistema.
A baja velocidad, su amortiguación puede resultar firmes para algunos -sobre todo al pasar sobre badenes-, pero personalmente me gusta ese toque durito que hace que en carretera tenga más aplomo.
Camino de Pontedeume, podemos parrar en Oleiros y la playa de Santa Cruz. El interés no está en la playa sino en el castillo de Santa Cruz. Se trata del monumento más destacable del municipio. Situado en un islote accesible por un puente de madera (pero que queda unido a tierra en bajamar) es uno de los tres castillos -junto con el de San Antón y el desaparecido de San Diego- que formaban la defensa artillada de La Coruña. Está en un excelente estados de conservación ya que sigue en uso: hoy es un centro de educación ambiental.
Nuestra siguiente parada será en Pontedeume e iremos por la AP-9. La autopista nos hace apreciar aún más el confort y el empuje (80 a 120 km/h en 8,6 s) del que hace gala el motor (190 CV y 400 Nm) de nuestro compañero de viaje. A velocidad constante, el volumen sonoro del motor está mucho más contenido que en ciudad.
Por otra parte, hace gala de un confort muy halagüeño aunque su habitabilidad no es la que esperas en un coche de estas dimensiones (4,67 m de largo). Su peculiar diseño y plataforma compartida con el BMW X3 de 2003 (llegará un nuevo modelo este otoño que puedes descubrir aquí) explican esa habitabilidad simplemente correcta para la categoría.
Las Fragas del Eume
Pontedeume es una pequeña villa cuya importancia estratégica en la zona está ligada para siempre a la poderosa saga feudal de los Andrade. Así, tras cruzar el puente sobre el río Eume, compuesto de 15 arcos y erigido en 1870 buscando parecerse el puente medieval que le precedió, el torreón de los Andrade domina la entrada a la villa.
Del siglo XIV -fue desplazado piedra a piedra unos metros hacia la ría para dejar espacio para la creación de un mercado municipal- es espectacular con su escudo heráldico. Se puede visitar (alberga el Centro de Interpretación de Os Andrade) y es una muestra muy elocuente de cómo vivían los señores feudales.
Antes de llegar a las Fragas del Eume haremos una parada en el Castillo de los Andrade, o lo que queda de él. Construido sobre una roca en 1360, era una fortificación de vigilancia. Se salvó milagrosamente de las revueltas de los Irmandiños (rebelión popular contra los señores feudales y el clero) aunque ahora está medio destruido: parte de la piedra de la estructura sirvió para la construcción del muelle de Pontedeume.
Aún así, se conservan los muros exteriores y la torre principal. Es posible subir a la cima mediante escaleras, pero el último tramo es angosto (sería amplío para los estándares de la edad media, pero hoy...). Desde allí se dominan las rías de Betanzos y Ares.
Si no eres muy fan de historia y piedras viejas, no te puedes perder las Fragas del Eume. Este santuario forestal es un bosque de especies autóctonas (robles, abedules, tejos, fresnos, etc) sobre un tupido lecho de líquenes y helechos. En verano, es obligatorio usar el transporte público para llegar hasta el corazón del entorno y el monasterio cisterciense de San Juan Caaveiro (o San Xoán Caaveiro). Éste, fundado por ermitaños, sorprende por su localización: en medio de un frondoso bosque y rodeado de vegetación abrumadora. Vamos, que podría servir de localización para alguna entrega de Star Wars sin problema.
Redes y la ría de Ares
Dejamos atrás la vegetación que rodea Eume para acercarnos a un pequeño pueblo pesquero: Redes. Un tanto desconocido, forma parte del municipio de Ares, es una auténtica joya. Casi todas las casas tienen escalinatas hacia la ría donde amarraban los pescadores sus barcas. Sigue siendo un pueblo de espíritu marinero, aunque ahora son las embarcaciones de recreo las que están presentes en la ría.
Unas altas estructuras de madera, las “cabrias”, colocadas por artista Paco Pestana recuerdan los viejos tendederos de artes de pesca, es decir, las redes... Ya sea por su pequeña playa o por sus casas, Redes es un deleite. Detrás de la emblemática Casa Azul se encuentra la Casa de Concha Amado (1915), un clásico ejemplo de arquitectura modernista que tanto apreciaban los indianos.
Podríamos seguir hasta la zona de Ferrol y ver el castillo de San Felipe, una de las más impresionantes fortalezas militares de la costa española o perdernos por la playa de San Xurxo, pero lo dejamos para otra ocasión y seguimos al encuentro del Cantábrico. Y lo hacemos vía el Cabo Ortegal.
Cabo Ortegal
El Cabo Ortegal, en el concello de Cariño, es el punto de destino de la zona. En este faro azotado por los vientos es quizá donde mejor se aprecie la inmensidad del Atlántico, la sensación de vacío que tenemos frente a nosotros y lo pequeño que es el ser humano. Y eso a tan sólo 100 metros sobre el mar. Incluso diría que se aprecia aún más que en lo alto del precioso pero abarrotado Finisterre.
Esas sensaciones de inmensidad y vacío también las experimentaremos un poco antes de llegar al faro, tanto en la garita de Herbeira como en el mirador de A Miranda. En Herbeira, donde termina el parque eólico, se encuentra el cuerto mayor acantilado de Europa: 613 metros por encima de las olas. A esa altura ya no se oye el murmullo del mar, solo se aprecia su inmensidad y sus colores.
Muy cerca de allí, el mirador del monte Miranda ofrece desde sus 543 metros de altura una vista de la ría de Ortigueira sin igual. Puedes tomar una foto de la ría y decir que lo hiciste desde una avioneta que da el pego. Impresionante.
O Barqueiro y Estaca de Bares
La zona entre Ortegal y Estaca de Bares es un concentrado de lo que son las rías altas: inmensidad del océano, espacios recónditos en las rías y elevados acantilados. De ahí que no te puedas perder, camino del faro, una visita al que muchos consideran el banco con la mejor vista del mundo. Eso sí, en periodo estival pide turno... Está situado en el municipio de Loiba.
Al punto más al norte de la península ibérica se llega desde el pueblo de O Barqueiro vía una pequeña carretera llena de curvas. El faro del Cabo de Estaca de Bares es más bien anodino, pero al igual que en en el Cabo Ortegal lo importante no es el faro sino lo que lo rodea.
Abierto y casi infinito, el horizonte lo engulle todo. Puedes ver, si el tiempo lo permite, desde el cabo Ortegal (al oeste) hasta Viveiro, al este y ya en la provincia de Lugo. Estaca de Bares delimita, además, el océano Atlántico del mar Cantábrico.
Ahora que hemos llegado al Cantábrico terminaremos la ruta en su primera ría y de vuelta al pueblo de O Barqueiro. El nombre del pueblo se debe al barqueiro que con su barca permitía cruzar el estuario del Sor antes de que se construyese el primer puente. Curiosamente, es una de las rías más desconocidas de Galicia y sin embargo regala postales pintorescas, como la del caserío de O Barqueiro y sus fachadas de colores.
Fotos | Daniel Murias; Wikimedia; José Luis Cernadas; Eventi