En medio de una crisis energética, la UE lucha por cortar los lazos que le unen a Rusia, uno de sus principales proveedores de gas natural (y de crudo).
La Comisión Europea ha puesto sobre la mesa la posibilidad de apostar por un ambicioso proyecto que podría ayudar en su objetivo: un gasoducto entre Barcelona y Livorno (Italia) para abastecer a Italia de combustible regasificado.
Se trata de un proyecto de 2.500 millones de euros que supondría la construcción de un gasoducto submarino de 700 kilómetros que conectaría los puertos de Barcelona y Livorno y que ya figura en los documentos de Bruselas.
España actuaría como potencia regasificadora mientras Italia recibiría los fondos para garantizar el suministro de gas al norte de Europa. Las empresas gestoras de esta red serían Enagás y Snam.
Otro proyecto que se ha quedado en pausa es el gasoducto que conectaría Argelia, en el norte de África, con Europa a través de Barcelona, así como el Midcat: la tercera interconexión española con Francia por el Pirineo (las otras dos están en Navarra y el País Vasco).
España ya tiene seis plantas de regasificación activas, más una en Portugal, lo que lo convierte en el país de Europa con mayor capacidad de almacenamiento en gas natural licuado (el 35 % en la UE) y de regasificación (un 22 %).
Sin embargo, la escasez de interconexiones con el resto del continente limita su capacidad.
Italia por su parte solo dispone de tres plantas de regasificación, pero cuenta con los gasoductos que la unen con Argelia y Libia (proveedores alternativos a Rusia) y a las interconexiones con el norte de Europa a través de Suiza, Austria y Eslovenia.
Mientras tanto, Rusia amenaza con cortar el grifo a países altamente dependientes si no pagan en rublos, como son Italia y Alemania. Este último está estrechando lazos con Senegal para asegurarse el suminstro.
