
La lluvia y los atascos van juntos, es algo inevitable. En cualquier ciudad del mundo, en cuanto cae la lluvia, se forman atascos. Y además, parece que de repente todo el mundo ha olvidado cómo se conduce. Sí, todo el mundo conduce peor cuando llueve.
Es un hecho, los atascos son siempre peores cuando llueve. Pero, ¿cómo se explica esto? La razón más obvia es que la gente no quiere mojarse y coge el coche más a menudo que cuando el cielo es azul, pero en realidad es más complejo que eso.
La madre de todos los atascos: la metaestabilidad
En carreteras y autopistas, más que en ciudad, la velocidad, la distancia entre los coches y la psicología del conductor ayudan a explicar por qué se forman atascos. La lluvia incita a reducir la velocidad porque la visibilidad se reduce y aumenta el riesgo de perder el control del vehículo. Al menos es el caso de la mayoría de conductores (aunque siempre habrá iluminados navegando a 140 km/h por el carril izquierdo).
La probabilidad de que se forme un atasco es así mayor, sobre todo porque el riesgo de que se produzca un accidente también es mayor. Y cuando se forma un atasco, la forzada precaución de los conductores hace que el espacio entre cada coche sea mayor que con tiempo seco. Pero la mayor distancia de seguridad o prudencia de los conductores no lo explican todo.
La explicación definitiva nos la da la física con la metaestabilidad, usado a menudo en las modelizaciones de tráfico y que, como recuerda estudio de Harvard, explica los atascos. Prometo que no es tan aburrido como suena. Cuando llueve, los tiempos de reacción de los conductores se alteran y la fluidez del tráfico se ve obstaculizada. Es lo que los físicos explican vía la metaestabilidad.
La metaestabilidad es, simplificando, cuando un sistema con varios estados de equilibrio permanece en un estado de equilibrio débilmente estable durante un considerable período de tiempo. Sin embargo, bajo la acción de perturbaciones externas dichos sistemas exhiben una evolución temporal hacia un estado de equilibrio fuertemente estable.
¿Qué significa eso? Supongamos que lanzamos cada minuto una canica por un tubo y siempre con la misma fuerza. Todas van a llegar al final del tubo con un minuto de intervalo. Es lo que vendría a ser “un estado de equilibrio débilmente estable durante un considerable período de tiempo”. Todas las canicas llegan de forma fluida en tiempo y hora.
Ahora bien, si después de lanzar varias canicas, decidimos lanzar una 30 segundos después de la anterior y a la siguiente, con un intervalo de 15 segundos, le damos un efecto al lanzarla que hace que choque con la anterior, y luego volvemos al ritmo de una por minuto y siempre con la misma fuerza.
De repente, las canicas chocarán entre sí y formarán un montón con las que vienen detrás. Acabamos de crear un atasco sin ni siquiera aumentar el número de canicas, sólo cambiando el comportamiento de un par de ellas. Es la “evolución temporal hacia un estado de equilibrio fuertemente estable” de nuestra definición inicial, siendo el concepto de "fuertemente estable” un eufemismo para decir que no nos movemos. Y es así cómo se forman atascos, con una o varias pequeñas alteraciones en la fluidez.
Con lluvia, esa tendencia se ve amplificada porque hay más probabilidades de perturbaciones en el flujo del tráfico. Basta por ejemplo que un coche frene bruscamente porque debido a la baja visibilidad no vio antes un obstáculo para que todos los que vienen detrás hagan lo mismo. Las distancias de seguridad se reducen entonces al mismo tiempo que la velocidad y el tráfico se vuelve visiblemente más denso.
En realidad, la metaestabilidad es lo que explica que se formen atascos en cualquier avenida en horas puntas, en autovías y en cualquier vía en el que el equilibrio de flujo fluido es débil (y el tráfico de una vía lo es casi siempre), pues basta con una perturbación para que ese flujo se ralentice.
Entonces, al final, ¿qué podemos hacer al volante para evitar atascos cuando llueve? Poca cosa. Ser más suaves en la conducción, anticipar más si cabe y tener paciencia. Y también pensar que siempre podría ser peor. Estamos sentados en el coche, al seco, con el climatizador y la música puestos y no empapados encima de un escúter que resbala sobre cada línea blanca de la calle o esperando ese bus que no termina de llegar.
Imágenes | josemdelaa, Lisa Hao, Motorpasión