Desde que entró a la Fórmula 1, Max Verstappen es sinónimo de polémica. Al principio se decía era demasiado joven, que si el puesto de Toro Rosso no se lo merecía, que si le beneficiaban a él en perjuicio de Carlos Sainz... Después se dijo que quería un puesto en Red Bull y lo consiguió. Unos dicen que todo es márketing, pero sus resultados, a decir verdad, no han defraudado.
Verstappen ha demostrado su calidad donde hay que demostrarla, en la pista: ha conseguido su primera victoria en la máxima categoría en el pasado Gran Premio de España y luego su forma de pilotar le lleva a estar entre los mejores. Eso sí, su agresividad divide al paddock de la Fórmula 1.
Adelantamientos al filo de lo imposible, huecos por los que parece que no entra ni un alfiler pero, en cambio, cabe hasta un Red Bull; Verstappen es la joya en bruto que la escudería de las bebidas energéticas tiene que pulir. Quizá el mejor sitio para haberlo hecho hubiese sido Toro Rosso, pero el holandés no tiene pinta alguna de dejarse domar. Lejos de ir con humildad, sus aires de grandeza han provocado numerosos problemas dentro de la parrilla, como los del pasado Gran Premio de Bélgica.
De madre belga y nacido en Hassel (Bélgica), Max corría en casa en Spa-Francorchamps. Un circuito legendario donde demostrar una vez más tener unas manos a la altura de los Campeones del Mundo. En clasificación aprovechándose de la ausencia de Lewis Hamilton se coló en la primera línea, consiguió ser el resto del mundo, más allá de los Mercedes.
En carrera, las cosas cambiaron un poco. Tras una mala lanzada, Verstappen se vio obligado a tratar de recuperar posiciones en los primeros metros donde se encontró con los Ferrari y los tres se vieron envueltos en una sucesión de toques que terminó con el de Red Bull con el alerón roto, Kimi Raikkonen tocado y Sebastian Vettel trompeado.
Cuando dirección de carrera sacó bandera roja tras el accidente de Kevin Magnussen, Verstappen no dudó en bajarse del coche e ir directamente hasta donde su jefe de equipo y mostrarle su descontento por la acción. Christian Horner parecía discrepar con su piloto y los ingenieros del muro buscaron la repetición de la acción para repasarla junto a él mientras Helmut Marko se unía a la conversación. Buenas y palabras cuidadosamente medidas ante las cámaras pero que dan una idea de cómo funcionan las cosas en el equipo de las bebidas energéticas.
Y esta, no fue la última vez que se encontraron en pista. Raikkonen y Verstappen volvieron a coincidir tras la marcha de safety car en esta ocasión, en posiciones más retrasadas. El Ferrari tenía más ritmo que el RB12 pero Max no parecía dispuesto a dejarle ni un solo centímetro al finlandés para que le adelantase.
Comenzaban entonces una lucha de tú a tú en el que Verstappen, a opinión de numerosos especialistas incumplió el reglamento deportivo de la FIA reiteradamente. Los comisarios no lo vieron así y de hecho a pesar de las quejas de Kimi Raikkonen por radio -en las que llegaba a asegurar que Max le estaba echando la pista intencionadamente.
La realidad es que, por el momento, el de Red Bull no ha sufrido ningún tipo de toque de atención ni por parte de la FIA ni por la de su equipo así que no tiene ninguna razón por la que suavizar su arrogancia, así le va bien. Max Verstappen parece a día de hoy, intocable
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