Si eres uno de los pocos propietarios de un Aston Martin Vulcan, no hay duda de que eres un tipo con suerte. No sólo por tener los billetes necesarios para hacerte con un coche de tal calibre, sino porque además tienes la ventaja de poder vivir experiencias como que te cierren la mítica pista de Le Mans sólo para ti y otros 23 afortunados.
Movido por el impresionante coro celestial de sus doce cilindros en uve, los 820 caballos del Vulcan tienen el superpoder de trasladar nuestra mente a un mundo apacible donde la hibridación, el downsizing y los turbos no existen. Este raro superdeportivo es uno de los cantos de cisne de los motores con aspiración natural, y qué mejor para la sobremesa del viernes que disfrutar de su melodía rodando a fuego en el Circuit de la Sarthe.
Así da gusto ver a un deportivo, rodando en su salsa y no inmóvil en un garaje esperando a que sus propietarios especulen con él.