Dicen que a pocos kilómetros del final del rally de Gales, Marcus Grönholm dejó de recibir notas de su copiloto. Que condujo “a pelo” hasta la meta. Lejos de saber si es una leyenda urbana (aunque reciente), quiero creérmelo porque Marcus Grönholm es uno de esos pilotos que pasa por el mundial, que entra tímidamente, y cuando llega el momento del cierre de su carrera, sabes que va a dejar un vacío muy grande.
Digo tímidamente por su carácter, y porque entró crecidito en una disciplina que es realmente dura, y que a la vista está que no perdona errores o inconstancias. Pero poco a poco, su estilo fue calando entre los aficionados, y los dos campeonatos del mundo que logró (en 2000 y 2002), más sus empeños por lograr el tercer título frente al intocable Sebastien Loeb acaban por darle la categoría de uno de los más grandes pilotos de rallyes de todos los tiempos. ¿Uno de los últimos?
Uno menos de los que quedaban, creo que el cuarto título mundial consecutivo de Loeb no debe empañar el hecho de que Grönholm ha estado luchando hasta el final, y que ha sido uno de los más grandes rivales de la historia de los rallyes. El subcampeonato del mundo es un buen cierre para una carrera brillante.