Europa no es Estados Unidos. Parece una afirmación obvia e innecesaria, pero cuando han pasado casi dos años desde que se destapara el engaño masivo de Volkswagen y algunos países afectados no han dado un paso al frente, se vuelve imperativo recordarlo. Europa no es Estados Unidos, ni lo quiere ser. Mientras que la Administración del país liderado por Donald Trump ha tomado cartas en el asunto, Alemania e Italia piden más tiempo.
Por su parte, la comisaria europea de Justicia, Consumidores e Igualdad de Género, Vera Jourova, se desespera ante la imposibilidad de avanzar en las negociaciones con el grupo alemán. Los esfuerzos de Jourova por obtener una compensación para los afectados en Europa han sido obstaculizados por los amigos que el lobby del motor encuentra en países liderados por Alemania e Italia.
Desde Bruselas, Jourova relata a Bloomerg el calvario que están resultando las negociaciones con el director Ejecutivo de Volkswagen, Matthias Müller: "Traté de explicarle a Volkswagen que al final, será una situación donde todos ganaremos, pero no ha ocurrido nada aún". En realidad, de verse obligados a compensar a sus clientes europeos, supondría un desembolso de miles de millones para la firma alemana, que no siente presión alguna por actuar en el Viejo Continente.
Lo que diferencia la situación a uno y otro lado del charco es que, cuando se destapó el escándalo, fueron la propia Administración estadounidense y la Agencia de Medio Ambiente los que sumieron a la compañía en un bucle de multas, compensaciones, rellamadas y la persecución judicial de la cúpula. En Alemania, los directivos se escudan en su país, que no los extraditará para hacer frente a la misma suerte que sus homólogos estadounidenses, algunos ya entre rejas y paseándose con grilletes ante las cámaras de Detroit, como Oliver Schmidt.
El romance entre la industria y las capitales europeas
El diario El País, que ha tenido acceso a los documentos de la Comisión, ha revelado que Alemania, Italia, Suecia y la mayoría de los estados del Este se oponen a que Bruselas imponga un sistema más independiente, en el que pueda investigar por sí misma e incluso imponer sanciones a los fabricantes. Francia y España estarían a favor.
¿Por qué en España no ocurre nada? Debemos tener en cuenta que la industria automotriz, y más aún Volkswagen, tienen un enorme poder, sin nombrar que la mayor parte de la flota automovilística en Europa es diésel. Los denominados grupos de presión ponen toda la carne en el asador para impedir que los gobiernos acorralen al diésel. El lobby industrial ha conseguido durante décadas frenar los intentos de aprobar límites de emisiones más estrictos.
Müller por su parte, alegó en 2016 que no es viable económicamente compensar a los 8,5 millones de afectados en Europa "hasta que no haya necesidad de hacerlo". La canciller Angela Merkel sigue retrasando una respuesta ante el temor de que el escándalo afecte a su industria. Y mientras tanto, en Europa: "Volkswagen vende un 45% más que PSA y Opel juntos en enero". Nada más que añadir, señoría.
Foto | MADe | Rudolf Simon | European People's Party
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