El octavo Campeonato del Mundo de Constructores en los últimos diez años que conquistó Ferrari ayer en Interlagos no debería ser ningún tipo de consuelo para la Scuderia, que por segundo año consecutivo llegó a Brasil pendiente de una carambola para ganar un título de pilotos que esta vez no se dio, aunque a punto estuvo de volver a sonar la flauta...
Pero no fue así y Ferrari debería entrar ahora en una fase de reflexión para analizar lo que le ha sucedido este año, en el que una vez más ha tenido el coche más competitivo de la parrilla durante gran parte de la temporada, pero los fallos del equipo, los errores de estrategia y, sobre todo, la falta de competitividad de sus pilotos, le ha dejado con un premio menor y con Lewis Hamilton como Campeón del Mundo.
La enorme reestructuración que ha sufrido el equipo tras la marcha de Michael Schumacher y Ross Brawn primero, y de Jean Todt el año pasado, no ha sentado bien en una escudería habituada a ganar y que últimamente se ha acostumbrado a acumular fracasos y a depender de unos pilotos alarmantemente irregulares.
Este pasado fin de semana en Brasil, Ferrari volvía a disponer del coche más rápido de la parrilla, y Felipe Massa no fallaba en casa. Incluso Kimi Raikkonen cumplía bien con su papel de escudero, pero ya era demasiado tarde. Antes, durante gran parte de la temporada, el finlandés estuvo ausente en muchas carreras, Massa aparecía y desaparecía como el Guadiana, y la falta de fiabilidad y los errores en boxes, condenaban a Ferrari.
Resulta cuando menos curioso que ayer, una vez más, Fernando Alonso se colara entre los dos Ferrari con un coche inferior como el Renault. La imagen de la conferencia de prensa posterior a la carrera, con Fernando Alonso sentado junto a los dos pilotos de Ferrari, totalmente abatidos, y el español tranquilo y satisfecho tras haber cumplido sobradamente con su misión, debería hacer reflexionar a los responsables de Ferrari.