Carlos Sainz no ha tenido un gran inicio de temporada en la Fórmula 1. En el primer año en el que el piloto español dispone de un coche ganador lleva tres carreras consecutivas metiéndose en incidentes que le lastran. Al menos en Miami pudo reenderezar el fin de semana para volver a subirse al podio, lo que podría ser una piedra sobre la que construir a un nuevo Sainz 2022.
A Sainz se le ha atragantado este nuevo reglamento técnico y, en particular, este nuevo Ferrari F1-75, pero aún así el plano mental está siendo el principal talón de Aquiles del madrileño en 2022. Verse detrás de Charles Leclerc en el año clave le está comiendo por dentro después de haberle batido en 2021.
Sainz lleva tres errores no forzados y necesita un reseteo mental
Era el Gran Premio de Baréin y debía ser una gran fiesta para Carlos Sainz. Ferrari había hecho el doblete y él estaba en el segundo peldaño del podio. Era la confirmación de que durante toda una temporada, como mínimo, Sainz iba a disponer de un coche capaz de ganar carreras. Pero su cara en el podio reflejaba todo salvo felicidad.
Da la sensación de que desde esa primera carrera Sainz se ha equivocado con el enfoque de la temporada. No está disfrutando de tener el mejor coche de la parrilla por primera vez en su carrera, de poder estar en el podio prácticamente en cada Gran Premio, incluso teniendo todas las inseguridades que arrastra con el nuevo coche.
Parece que el pensamiento tras Sakhir no fue el de "sin estar a gusto en el coche estoy segundo, este año no va a haber quien me baje del podio y como mejore...", sino que fue el de "Leclerc va más rápido que yo, me va a machacar". Y el tercer puesto de Arabia Saudí solo sirvió para acentuar los malos pensamientos.
El resultado fue que en Australia cuando se vio decimocuarto después de la primera vuelta no pensó en que estaba en la misma posición que tantas veces en su carrera, pero esta vez con un coche ganador que le iba a permitir remontar y divertirse. Perdió en los puntos que le iba a meter Leclerc, y decidió tirar la carrera por la borda en una maniobra absurda.
En Imola llegó otro de esos errores no forzados, en la Q2 y teniendo ya un tiempo que le daba de sobra para disputar la Q3. Le tocó salir décimo al Sprint, donde remontó, pero la mala suerte le volvió a atacar en la carrera. En Miami se completó el triplete de errores con el accidente en los libres que le hizo perder kilometraje y correr mermado el resto del Gran Premio.
El problema es que Carlos Sainz ha querido luchar por el mundial sin haber ganado antes una carrera. Ha pretendido saltarse pasos y no se ha evaluado bien a sí mismo contra Leclerc: sí, el año pasado le ganó en puntos, pero fue a base de regularidad y resistencia, no de velocidad. En ese aspecto, Leclerc demostró estar por delante ya en 2021.
Ahora, lo que debería ser una ilusión se ha convertido en una obsesión, que esperemos que no termine devorando a Sainz. La primera victoria llegará, o debería llegar. Y probablemente sea más pronto que tarde. En Barcelona va a correr en casa y en Mónaco el Ferrari debería volar y Sainz siempre ha ido bien. Quizá no pase de mayo ese primer triunfo.
Pero el tren del mundial parece que ya ha volado. Con Max Verstappen a este nivel, difícilmente Ferrari no ponga todos sus huevos en la cesta de Leclerc. Y, desde fuera, da un poco de pena la sensación de que, después de siete años de brillante brega en mitad de parrilla, Sainz no esté disfrutando de su primera temporada con un coche ganador. Toca cambiar el chip.
