"¿Cómo es conducir un coche a hidrógeno?" Nos preguntó un repartidor con el que nos cruzamos en mitad de la prueba con el Toyota Mirai. Pronto intuimos que nuestro interlocutor no estaba interesado por la densidad de los depósitos, el platino utilizado o los colorines del hidrógeno. Hablaba de emociones.
Como toda tecnología con un potencial suficiente para acabar en la carretera a estas alturas del siglo XXI, la pila de combustible de hidrógeno viene acompañada de varios volúmenes de literatura técnica. No es para menos. Los necesitamos para conocer y comprender qué ofrece el hidrógeno como combustible, su viabilidad y lo mucho que aportará a la movilidad limpia de esta y de las próximas décadas.
Sin embargo, nuestra misión antes, durante y después de acometer la prueba de la segunda generación del Toyota Mirai 180FCV no posee (solo) ínfulas enciclopédicas. Por eso, nos proponemos organizar una cita más informal, que sirva para romper el hielo, nos ayude a conocernos mejor y se centre en aquellos aspectos más cotidianos de la conducción.
First date con el hidrógeno... ¿sostenibilidad a primera vista?
En una cita, la primera impresión es más que importante. aunque esta no será a ciegas, pues hemos leído y mucho de la pila de combustible de hidrógeno. En el primer vistazo que le dedicamos, el Toyota Mirai nos arroja la elegancia, robustez y el vigor de su nuevo diseño.
Y es que estamos ante la segunda generación de un modelo que tiene visos de convertirse en un emblema histórico en la automoción. Fue pionero en hacer evolucionar el apellido FCV, más propio de un prototipo de laboratorio que de opción real.
El apelativo Mirai, que se traduce como futuro en japonés, sirvió en 2015 para entender que Toyota pretendía dotar al modelo de credibilidad comercial. Más de un lustro después la apuesta nipona se ha actualizado. ¡Y de qué manera!
El fabricante ha sabido redefinir sus líneas y hacerlo crecer hasta los 4.975 mm de largo y 1.885 mm de ancho, apoyándose en la plataforma madre del Lexus LS. Hemos quedado con una señora berlina de lujo. Esos casi 5 metros de longitud no solo llaman nuestra atención, sino que nos obligan a preguntarnos por cómo influirá en su respuesta en carretera. La cosa promete.
Ayuda también que el coche se haya acicalado con los detalles premium del acabado Luxury. Si bien lo inédito de un modelo de hidrógeno, de momento cuenta con dos versiones de acabado cuyas diferencias (de precio incluido) saltan a la vista. Al observar la que tenemos entre manos, nos dejamos conmover por sus llantas multirradio de 20'', y pronto nos ocurrirá algo similar con los detalles del interior.
Como la oscuridad de un parking subterráneo no parece un lugar ideal para seguir conociéndonos, no perdemos el tiempo. Agilizamos trámites con los reglajes (con ajuste y memoria electrónica de las posiciones de asiento y volante, por cierto) y pasamos a la acción.
¿Cómo es conducir un coche de hidrógeno por primera vez?
"La belleza está en el interior", rezaba el mantra musical de la famosa película de Disney. El Toyota Mirai no busca asentarse en lo más top del segmento premium. Dicho esto, hay que admitir que, al contrario de lo que pasa en las primeras citas con otros habitáculos más clásicos, en el caso del Toyota Mirai sí nos dejamos llevar por su interior.
Sin perder de ojo la carretera, nos transmite la sensación de evolución natural con tintes futuristas del concepto de lujo en la prefectura de Aichi. Las molduras integran detalles únicos: líneas luminosas, botoneras con tacto de innovación, el techo panorámico, un control específico para eyectar el agua que genera la pila, la pantalla frontal de 12,3'' o su luminosa interfaz que nos informa en tiempo real de la cuenta de aire purificado.
Todo parece estar al servicio de hacernos comprender lo trascendente de esta nueva tecnología. Estos primeros kilómetros nos sirven para acomodarnos a sus dimensiones y las diferencias en el reparto de una masa que también se eleva hasta los 1.975 kilogramos. 125 kilos más que la anterior generación.
Es de justicia apuntar que preveíamos una diferencia más notable en este apartado. La berlina ofrece una imagen de vehículo portentoso, pero esa sensación no se traduce en falta de agilidad o torpeza en el empuje y la maniobra.
Las primeras sorpresas llegan entre calles con bastante tránsito, que nos obligan a detener y reanudar la marcha. Habíamos repetido hasta la saciedad que el coche con pila de combustible de hidrógeno es, en la esencia de su propulsión, un eléctrico puro.
"Su conducción es como la de un coche eléctrico", sí, pero huye de la vulgaridad
Aunque su respuesta al acelerar responde a esa premisa, el Toyota Mirai cuenta con una instantaneidad que lo diferencia de un 100 % eléctrico y que le otorga un carácter propio y de tracción trasera. No presenta la retención natural de este tipo de vehículos (pero la regeneración energética existe, como veremos más adelante).
Es más, la ficha técnica promete una aceleración de 9 segundos para alcanzar los 100 km/h. Valga nuestra experiencia al mando de no pocos coches eléctricos para atrevernos a afirmar que tal homologación se le queda algo corta. Parece acelerar con algo más de vehemencia que la que muestra la cifra oficial.
El "rotondeo" y el "semaforeo" así nos lo comunican por vía urgente. Una vez salimos del entorno urbano, atisbamos ese compás. Una melodía muy silenciosa de eléctrico, pero perfeccionada por el sutil sonido de la respiración y la aspiración de aire procedente del morro y el trabajo del compresor en los momentos que más le exigimos.
Pese al mecanismo intrincado que viaja partiendo del vano y a lo largo del suelo, no notamos una penalización en la tracción ni una pérdida de estabilidad. Esto hay que subrayarlo, sobre todo, si lo comparamos con modelos eléctricos de talla equivalente que, por cierto, suelen pesar unos cuantos kilos más.
Pronto llevaremos nuestra cita con el Toyota Mirai a territorios agrestes donde buscar más sus límites. Pero antes, exploremos...
La naturaleza de la propulsión a base de hidrógeno
Hemos prometido que en esta cita nos dejaríamos llevar por el romanticismo, más que por el academicismo más soporífero. Aun así, la velada nos exige recordar las claves tecnológicas de las que se desprende la energía del momento.
La pila de combustible de hidrógeno cuenta con una fisonomía original, ¿qué datos nos interesan en nuestra prueba?:
- Todo empieza por una respiración a base de oxígeno que se inicia en el frontal del vehículo. El Toyota Mirai filtra el aire para anular la acción de óxidos de nitrógeno y partículas en suspensión.
- El oxígeno se combina con el hidrógeno en la pila para obtener energía eléctrica. La nueva generación pasa a tener 330 celdas (40 menos), cuenta con más densidad energética (5,4 kW/l) y se ha puesto a dieta de platino. Este metal preciso era un problema que encarecía los costes de producción.
- El convertidor de voltaje alcanza ahora los 650 voltios.
- El motor es más potente, con 182 CV (134 kW) y 300 Nm de par. Tan importante como ello, es su colocación en el tren trasero.
- El conjunto posee una batería de iones de litio de 2,02 kWh. Pequeñita pero suficiente para sus propósitos de alimentación y regeneración, y alojada a la vera del propulsor, tras los asientos traseros.
Y, por supuesto, no olvidemos los tres depósitos colocados en forma de T que almacenan el hidrógeno en el suelo del vehículo. Son elementales para la identidad de esta generación del Toyota Mirai porque de su capacidad incrementada (5,6 kilogramos) y la presión también elevada (700 bares) dependen su autonomía de 650 kilómetros.
Claro que, para obtener esa cifra, hay que ajustarse al consumo homologado de 0,8-0,89 kg/100 km. Spoiler: la pasión del momento nos ha cegado y ese consumo nos ha quedado lejos, muy lejos.
La pila de combustible madura
A la hora de conducir, nos hemos dejado llevar por la promiscuidad del hidrógeno en términos químicos. Es el precio de conocer a alguien en solo unos días.
Más de la mitad de la prueba se ha desarrollado en vías interurbanas generosas a la hora de ofrecer grandes desniveles y curvas sugerentes. El Toyota Mirai ha respondido y correspondido a su rol preconcebido. Como berlina de lujo, nos ha aportado contención, estabilidad y mesura.
Es quizá lo que más destaca ante un volumen que llama aún más más la atención si ponemos tras el vehículo un paisaje de montaña. Carece de la versatilidad y la agilidad de un deportivo. Su vigor hay que buscarlo en su adherencia al firme, con una respuesta modulada hacia el equilibrio.
De hecho, ni siquiera seleccionando el modo Sport logramos incrementar las emociones fuertes a bordo. Lejos de lo que ocurre con otros modelos, da la impresión de que los modos de conducción no inciden más que en la aceleración.
Nos empeñamos en sacarlo de contexto, con la misma respuesta una y otra vez. Cuesta que el Toyota Mirai pierda la compostura. En curvas más cerradas de firme irregular, logramos que se balancee algo más de la cuenta. Por lo demás, la suavidad en su comportamiento va en consonancia con su tranquilidad, silencio y aislamiento acústico.
No hay que ingresar en el MIT para saber que no es un vehículo para pensar en terrenos sinuosos y firmes rotos o, incluso, de tierra. Sin embargo, su empuje muy racional es más que eficaz a la hora de llevarnos de un punto A a un punto B (por corto o largo que sea el espacio que los separe) ponderando velocidad y estabilidad.
Esto no quiere decir que nuestra cita derive en insulsa. Más que un paseo, resulta un trasiego de energía bien direccionada. Una experiencia no tan común, a juzgar por la cara de sorpresa del repartidor mencionado al inicio, al descubrir uno de las 1.000 unidades del Toyota Mirai que circulan por Europa.
Su gusto está en los detalles tecnológicos
Y es que el semblante de la berlina no deja indiferente. Sus líneas ahora quedan en la retina e invitan a conocerla.
La sensación también se traslada del exterior al interior. Como hemos mencionado al conducirlo por primera vez, la personalidad de sus detalles busca potenciar el verdadero lujo del modelo: la tecnología que lo impulsa.
Así, uno de los puntos más significativos lo encontramos a la izquierda del panel de instrumentos. Se trata del botón H2O que sirve para evacuar el agua procedente del salgo químico de la pila. Líquido elemento que también se recicla en la refrigeración del sistema.
La original consola central, en la que abundan los botones físicos, nos proporciona mayor seguridad en la conducción. Se encuentra coronada por una pantalla horizontal, al son de los tiempos que corren. Los espacios de almacenamiento nos parecen más que generosos y los rodean pequeños lujos, como puertos de carga USB o de recarga inalámbrica para smartphone.
La nueva disposición de la tecnología de hidrógeno ha permitido aumentar algo más de la habitabilidad y el espacio del maletero hasta los 320 litros. Puede que sepan a poco, pero no podemos dejar de considerar en las mejoras en la integración de la pila y todo lo que la rodea.
Útiles durante la prueba nos resultaron su head-up display de gran tamaño, los sensores de última generación que facilitan maniobras y estacionamiento, junto a las cámaras que permiten derivar la imagen registrada al retrovisor interior.
Embriagados de hidrógeno
Hemos exprimido las posibilidades del Toyota Mirai en diferentes ambientes y circunstancias no menos difíciles. Por eso, la cifra obtenida dista de la eficiencia que promete la tecnología de pila de combustible. Hemos consumido 1,31 kg/100 km.
Con semejante arrojo nos quedaríamos lejos de los 650 kilómetros que homologa. Ahora bien, hay que señalar que en su papel de berlina menos atrevida no resulta complicado ajustar el gasto a números más razonables. Las pruebas de autonomía en condiciones reales así lo muestran.
Igualmente, resta apuntar que en los primeros 25 kilómetros de nuestra prueba, víctimas de la timidez de este primer encuentro, apenas elevamos el consumo por encima de los 1,1 kg/100 km. Luego nos desatamos.
La seriedad y portento contenido en carretera se traslada a la carta de presentación del fabricante con la pila de combustible de hidrógeno. Esta generación del Toyota Mirai muestra que el coche a hidrógeno está preparado para el pistoletazo de salida. Según vaya perfeccionándose la infraestructura necesaria que lo rodea, suministro y disponibilidad de hidrogeneras incluidos, la opción cobrará la entidad que se merece.
Igual de seria que la apuesta de Toyota ha sido la conducción que depara el Toyota Mirai. La cita, desde luego, nos ha brindado una experiencia algo más sofisticada que la de conducir un coche eléctrico y, sobre todo, atractiva. Invita a pensar en una relación seria.