Recuperamos nuestra vena viajera —tras estar por los Pirineos— para ir a disfrutar en esta ocasión de uno de los lugares más espectaculares y emblemáticos de la geografía española. Concretamente nos vamos a disfrutar de una ruta con la que recorreremos el extremo más al noroeste de la piel de toro para disfrutar de A Costa da Morte en estado puro.
La frontera entre Galicia y el Océano Atlántico es el resultado de miles de años de erosión que nos dejan cientos de acantilados con unas vistas de absoluta postal, mucha naturaleza, historia y lugares en los que no pasar hambre precisamente.
Punto de inicio: Carballo
Carballo es el punto de encuentro habitual para los viajeros que se disponen a disfrutar de la Costa de la Muerte. No es un pueblo costero, sino que es un pueblo de interior (de hecho se sitúa a unos ocho kilómetros en línea recta de las playas de Razo Da Costa, Castrillón o Leira), pero es la puerta a una de las zonas más mágicas de la geografía española.
Su importancia como centro neurálgico de la zona está reconocida en la capitalidad de la comarca de Bergantiños. De forma radial, desde este municipio se ramifican numerosas carreteras que nos llevarán a parajes verdes, playas y acantilados casi en cualquier dirección.
Esto no es así sólo en la historia reciente, sino que Carballo fue punto de paso desde los anales de la historia. En la antigüedad ya era una población con cierta fama reconocida debido a las propiedades medicinales (especialmente en afecciones respiratorias y hormonales) de sus aguas sulfurosas. Los conocidos como Baños Vellos son un enclave que hoy se sigue explotando, pero que se remontan a antes de los restos de la villa termal del siglo XVIII.
Pero antes, mucho antes de eso ya era un punto clave tanto en la cultura como en el tráfico de personas y mercancías como demuestran los restos arqueológicos encontrados en la zona entre los que destaca el dolmen Pedra Moura.
Malpica y las Islas Sisargas
Emprendemos nuestro camino y haremos la primera parada a unos pocos kilómetros entre carreteras serpenteantes flanqueadas de arboledas y helechos, en Malpica de Bergantiños. Una preciosa localidad que conjunga el entorno marítimo con una clara vocación de pesca y el rural e histórico. Los escritos nos cuentan que originalmente fue una localidad fundada por los vascos como punto avanzado en su misión de pescar cetáceos en las aguas del Océano.
Con unas raíces tan arraigadas como pueblo ballenero, actualmente se considera a Malpica como uno de los puertos más relevantes en la pesca artesanal. No en vano cuenta con la fábrica de hielo más grande de toda A Costa da Morte.
Si miramos desde Malpica hacia el norte nos encontraremos con las Islas Sisargas, un archipiélago de tres islas independientes (Grande, Chica y Malante). En coche obviamente no podremos visitarlas, para ello podemos coger un barco que nos llevará hasta el embarcadero de Sisarga Grande y allí recorrer los más de dos kilómetros de sendero que borden el islote principal.
Miradores, tradición y buena comida en Lage
Salimos de Malpica y avanzamos aproximadamente 30 kilómetros más hacia el sureste, hasta llegar a nuestro próximo desvío: Lage. El típico pueblo de refugio donde se unen una numerosa tradición de pesca de bajura y agricultura tradicional. Un lugar de relajación donde disfrutar al máximo tanto del entorno como de la gastronomía gallega.
Con una población que supera por poco los tres millares de personas, Lage es una localidad que da pie a disfrutar de un entorno natural espectacular con muchas playas al alcance en muy pocos kilómetros a la redonda salpicadas con numerosos miradores donde detenernos.
El pueblo tiene una playa propia a sus pies, pero las mejores se sitúan a un agradable paseo entre rocas y acantilados que ciertamente merece la pena caminar, como la playa de los Cristales o la playa de Soesto, una playa salvaje con mucho encanto.
Caminando desde Lage hacia el norte también nos encontraremos con otro punto de interés como el Faro de Laxe, donde tendremos unas curiosas mesas de piedra donde sentarnos a tomar algo y disfrutar del espectáculo natural.
Punta do Boi y la tragedia del HMS Serpent
Nuestra próxima parada se encuentra a 20 kilómetros más hacia el oeste: Punta do Boi. Allí nos apearemos durante un buen rato para pasear una vez más por la dura costa gallega, y al mismo tiempo para conocer una parte trágica de la navegación y de la historia de esta costa que sucedió hace ya más de un siglo pero que sigue presente en la memoria de la región.
Punta do Boi ha sido un punto negro en la historia de la navegación con un máximo de 60 barcos hundidos en 100 años
Corría el año 1890 cuando el torpedero británico de la Royal Navy llamado HMS Serpent con 68,58 metros de eslora y 10,97 metros de manga navegaba hacia Sudáfrica para relevar a su buque gemelo, el Archer.
Con 176 tripulantes a bordo, el mal tiempo y un error de cálculo en el rumbo hicieron que la quilla chocase contra un bajo sumergido frente a Punta do Boi. El fuerte temporal hizo el resto, destrozando el navío en pocos minutos y sólo dejando vivir a tres tripulantes (Frederik Gould, Edwin Burton y Onesiphorus Luxon).
Durante 45 días se recuperaron 142 cuerpos, y en honor a ellos y a los que aún hoy siguen desaparecidos se construyó a pie de mar el Cementerio de los Ingleses.
Unos 20 kilómetros más hacia el oeste nos encontramos con Cabo Vilán, la localidad que acogió el que fuera el primer faro eléctrico de España con el firme propósito de evitar más tragedias. En total se hundieron más de 60 navíos en poco más de cien años, convirtiendo la zona en un auténtico punto negro de la navegación.
Para poder disfrutar nosotros, que vamos circulando con seguridad y comodidad en coche, de la majestuosidad del propio cabo y del imponente faro que se erige en su extremo lo mejor será caminar un poco, sin duda merece la pena.
La torre de granito mide 24 metros de altura, pero si le sumamos la altura de la roca sobre la que se construyó nos da un total de 80 metros sobre el nivel del mar. La estampa es preciosa cuando hace buen tiempo, pero cuando la mar está picada es abrumador contemplar el romper de las olas sobre las rocas.
Corcubión
La penúltima parada de nuestro viaje la realizaremos viajando hacia el sur por el interior. Esta vez detendremos nuestro camino en Corcubión, una localidad marinera que es protagonista a las orillas de la ría que lleva su nombre cuyo casco antiguo está reconocido como Bien de Interés Cultural.
Poco queda ya de sus orígenes prerrománicos salvo algunos restos arqueológicos, pero podemos disfrutar de un cuidado entorno urbano donde se compaginan a la perfección la montaña y el mar dentro de una localidad de poco más de 2.000 habitantes.
Entre las joyas arquitectónicas que podemos visitar destacan el paseo marítimo con sus casas antiguas que dan al océano, la Iglesia de San Marcos del siglo XII y reformada en el siglo XV, la Iglesia de Redonda del siglo XII, el Castillo del Cardenal o el Pazo de los Condes de Altamira del siglo XV.
Fin da terra, fin do camiño
Finisterre. No podíamos escoger un lugar mejor para acabar con nuestra ruta de hoy. El mismo punto donde muchos finalizan todos los años el Camino de Santiago y donde nosotros pondremos punto y final a nuestro recorrido en un entorno más que emblemático.
Su historia es tan antigua que no es capaz de ser datada en el tiempo. Su creación se hunde en lo más profundo de los siglos y ya en el siglo I existen menciones escritas a su existencia en un texto de Lucio Anneo Floro.
No hay mejor lugar para acabar una ruta que en el que otros tiempos fuera para la humanidad el fin del mundo conocido
Pese a la popularidad turística de esta localidad, sigue siendo un pueblo pequeño con un número muy limitado de habitantes, no llega a los 5.000. De hecho no podría crecer mucho más debido a su situación geográfica en plena manga de tierra sobre el agua.
Lo que sí nos encontraremos en su término serán numerosos cruceiros de piedra que salpican las calles, la fortificación defensiva del Castillo de San Carlos mandado construir por el Rey Carlos III o la Iglesia de Nuestra Señora de las Arenas levantada en el siglo XII.
Esta localidad gallega se sitúa a 108 kilómetros desde La Coruña, el punto de comienzo. Y como colofón para esta ruta nos depara unos paisajes espectaculares con vistas al Océano de casi 360 grados desde su alto, el Monte del Cabo de Finisterre. El fin del mundo en otra época.
Fotos | Faro Vilán, Concello Malpica, Torre de Hércules, Wikimedia, Grijalvo, Costa da Morte Galicia