Autónomo, conectado, compartido y eléctrico. Así nos prefiguran el futuro del automóvil a medio/largo plazo. Para muchas marcas es un tema que se llevará a cabo a corto plazo, pues ya están implementando sistemas para que los vehículos ‘hablen’ entre sí. Tecnología, automatismos; coches que se conducen solos y se comunican entre ellos mientras que las personas viajan en su interior navegando por internet, leyendo el periódico o trabajando.
Un panorama que tiene sus ventajas, pero también inconvenientes, sobre todo si te gustan los coches y por supuesto, te gusta conducir. Pero el desarrollo en la tecnología de conectividad está evolucionando a una velocidad pasmosa y ahora, los coches se venden más por su contenido electrónico que por sus características como automóvil. Por un lado, o al menos ese es el objetivo, se reducirán los accidentes, los viajes serán mucho más cómodos y puede que más rápidos, mientras que el hecho de compartirlos hará que sea mucho más económico desplazarse, al evitar los costes de mantenimiento que conlleva poseer un automóvil.
El lado malo está en una pérdida total de pasión, algo que ha llevado a este invento a ser lo que es. Sin la pasión de cuatro locos, el coche posiblemente nunca habría pasado de ser una idea peregrina de un tipo con mucho tiempo libre. La imagen de las marcas se forja, muchas veces, en este idea que a muchos les cuesta comprender, en competición, en las experiencias de sus propietarios. ¿Tendrán todas estas cosas los coches del futuro?
Por el momento, la tendencia es desechar los motores de combustión en favor de los eléctricos. Propulsores que tienen muchísimo potencial en cuanto a prestaciones y un aprovechamiento de la energía por encima del 85%, haciendo de esta tecnología una opción especialmente eficiente. Se trata de un paso obligado si queremos reducir la contaminación provocada por el transporte rodado, aunque todavía quede camino por recorrer. Un mal menor, que hasta que llegue el coche autónomo por completo, permitirá que las personas podamos conducir nuestros vehículos.
Sin embargo, la conectividad es algo que ya está imponiendo. A través de los actuales teléfonos inteligentes, podemos acceder a internet sin soltar las manos del volante, podemos consultar rutas, así como diferentes aplicaciones sociales donde el resto de conductores publican y comparten situaciones en carretera que nos ayuda, en muchas ocasiones, más de lo que parece. El siguiente paso en este apartado es que los conductores cedan esa actividad a los vehículos y que sean ellos, quienes se informen de lo que ocurre en la carretera. También podrán hablar con infraestructura e incluso con los peatones a través de las aplicaciones de los smartphone.
Todo esto tiene sus ventajas, como la implementación del botón ‘e-call’ para casos de accidente. Un sistema que es obligatorio en todos los coches desde el 31 de marzo de 2018 y que marca automáticamente el número 112 en caso de accidente grave, transmitiendo la localización del vehículo. De esta forma, se reduce el tiempo de respuesta en un 50% en zonas rurales y un 40% en zonas urbanas. El uso de GPS también está relacionado con la conectividad, permitiendo guiarnos hasta nuestro destino a través de la pantalla del sistema multimedia o del teléfono móvil.
La última estación del cambio que nos están preparando para el automóvil es el conocido ‘carsharing’. Una forma de desplazarse que actualmente tiene bastante buena acogida, pero con la llegada de la conducción autónoma y de los motores eléctricos tomará otro cariz. Será entonces cuando tener un coche en propiedad deje de tener sentido para muchos y compartir vehículos sea lo más normal del mundo. Igualmente, cuando este ocurra, las opciones de conectividad tomarán un sentido totalmente real, permitiendo desplazamiento sin accidentes, completamente eficientes y respetuosos con el medio ambiente y si, teóricamente más económicos.
El futuro del automóvil es autónomo, eléctrico y conectado. O eso al menos nos están haciendo creer.
