Una mujer se da por vencida después de 13 accidentes de tráfico: ya no quiere volver a conducir

Una mujer se da por vencida después de 13 accidentes de tráfico: ya no quiere volver a conducir
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Se llama Jennifer Cairns y lleva 22 años sin ponerse a los mandos de un coche, pese a que llevaba conduciendo desde los 16. ¿El motivo? Que antes de cumplir los 30 años ya había firmado 13 accidentes en coche, ya fuera conduciendo ella o no.

Estos incidentes en carretera le han provocado varias secuelas físicas, pero sobre todo psicológicas, con protagonismo a un cuadro de ansiedad por miedo a conducir (amaxofobia). Aunque asombra que tardara tanto en llegar a ese punto, dado su historial.

¿La conductora con peor suerte del mundo?

Cairns se mudó desde EE.UU a Belfast (Irlanda del Norte) en 2001. Y nunca ha convalidado su carnet en este nuevo país: tendría que pasar un examen cosa que no ha hecho. Ni pretende hacerlo. Cuando llegó, tenía una licencia provisional y ahí quedó la cosa.

Entrevistada por Mirror, esta mujer narra su traumática experiencia al volante: en poco más de una década sufrió 12 accidentes, que se dice pronto. Pese a ello, se considera afortunada: "Los accidentes me han causado dolor físico y han afectado a mi salud mental, pero muchos de ellos podrían haber sido mucho peores".

Accidente de tráfico

12 accidentes después acabó por cogerle miedo al coche. El primer accidente lo padeció cuando tenía siete años: era invierno, la carretera estaba helada y su madre fue incapaz de gobernar el vehículo en el deslizante firme. Se dirigían a casa de su tío, siendo el trayecto corto, de no más de 10 o 15 minutos.

Pasaron 10 años desde aquel primer percance, pero luego llegó el sin fin de accidentes para Cairns. Poco después de comenzar a conducir, con 17 años, firmó el que señala como más traumático por las consecuencias físicas que tuvo. Tras ponerse al volante y en menos de una milla de recorrido, perdió el control del coche y acabó impactando contra una valla y un árbol.

Tuvo que someterse a tres cirugías por una fractura en la cuenca orbital. Señala que esto ocurrió horas después de enterarse que una amiga suya estaba muy grave en el hospital tras ser atropellada por un camión. "No tendría que haber conducido", admite. Aquí ya comenzó a vislumbrar cómo los efectos psicológicos no son buenos compañeros al volante. Pero no cejó en su empeño, ni tampoco entonces le cogió miedo.

Y es que por ejemplo con cerca de 18 años, se subió al coche "del amigo de un amigo". Era de noche. Tuvieron un accidente y el automóvil quedó siniestro total.

Meses después de aquello, se compró un coche por 150 dólares (viva Norteamérica). Pero lo barato le salió caro: el coche no estaba en precisamente buen estado y de nuevo ante una carretera helada acabó deslizando y dando varias vueltas sobre el asfalto. Afortunadamente, debido al poco tráfico, no impactó contra ningún otro vehículo. Aquello tampoco le impidió seguir conduciendo.

Tras estos primeros accidentes, que no fueron pocos, y cumplidos ya los 20 años, siguió sumando incidentes al volante. Hasta en tres ocasiones acabó chocando con su coche y en otras dos pinchó el neumático. Igualmente, y con otro automóvil de segunda mano, se incendió el cable de una de los faros traseros y su maletero se incendió en plena marcha.

Accidente de tráfico

También en este tiempo, yendo en el coche de su novio, otro conductor se saltó un semáforo en rojo y acabó impactando contra ellos en un cruce. Y cuando tenía 24 años, en Florida, un camión la adelantó indebidamente en una carretera convencional, de un único carril para cada sentido. Acabó empujándola fuera del asfalto y su coche quedó destrozado.

El último y decimotercer accidente de Cairns ocurrió poco después de aquel de Florida. Fue ante un semáforo rojo y por alcance trasero. Ocurrió en 1999 y solo dos años después, en 2001, por fin dijo basta: optó por no volver a coger el coche nunca más. Y así sigue.

Amaxofobia y más secuelas psicológicas. Ante semejante lista de accidentes, esta ex conductora tiene aún secuelas físicas: por ejemplo en las cervicales, tras uno de los impactos y que también requirió cirugía en una de estas vértebras. Pero sobre todo psicológicas: se le ha diagnosticado estrés postraumático, trastorno de ansiedad o déficit de atención.

Un estupendo combo que la ha impedido volver a ponerse a los mandos de un coche, aunque tampoco ayudará seguramente el volante a la derecha al residir ahora en Reino Unido. Tampoco lleva bien ir de pasajera, pues admite que alguna vez se ha planteado volver a conducir pues ella tendría el control en lugar de otros conductores. Pero tras pensarlo fríamente, lo desecha: "No creo que vuelva a conducir, creo que ya he forzado bastante a la suerte en la conducción".

La amaxofobia, o miedo a conducir, precisamente se engloba en los trastornos de ansiedad, como por ejemplo la agorafobia. Pero en su caso está más que justificado pues hay quien, como mucho, cuenta uno o dos incidentes de tráfico en la vida. Y en no pocas ocasiones ya son suficientes para que esa persona sufra amaxofobia.

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