Esta vez no se trata de un caso de confianza ciega en el GPS o de hacer un 'all in' en las instrucciones que una voz robótica te va dando mientras conduces. Se trata de una de esas historias de despiste en las que vas a llevar al gato al veterinario y acabas pasando el cartel "Bienvenidos a Marbella".
La protagonista, Valerie Johnson (no, no es la de la foto), es una valiente y despistada mujer de 83 años que solo trataba de llegar al médico cerca de su casa, y acabó haciendo que su hija tuviera que coger un avión para ir a buscarla. Así que lo que iba a ser un trayecto de 10 minutos por una ciudad inglesa situada en el condado de Worcestershire, acabó convirtiéndose en un viaje a Escocia de 480 kilómetros.
Nivel de despiste máximo
Decidir coger el coche para ir al médico con 83 años es de ser valientes. Y según parece, Valerie Johnson es una valiente, pero despistada como suele ocurrir a estas edades. Quería conducir hasta el hospital Peopleton’s Royal, a 9 kilómetros de su casa en Worcester, cuando las obras la desviaron. Acabó conduciendo 480 kilómetros durante ocho horas.
Para entonces, su hija ya había avisado a la policía ante la ausencia de Valerie. Se había quedado sin gasolina en Larkhall, Escocia, y la policía avistó su coche en medio de la carretera. Su hija tuvo que coger un avión para ir a buscar a su madre, que solo quería ir al médico.
Para que te hagas un idea del periplo, este de aquí arriba es el recorrido que hizo nuestra buena amiga Valerie, que además, odia conducir (nota: la ruta que muestra Maps es la más rápida, por lo que tuvo que dar bastante vuelta).
Si abusas del GPS, mejor haz caso a tu cerebro
Esto nos recuerda al caso de aquella mujer belga de 67 años que acabó recorriendo casi 1.400 kilómetros cuando quería hacer un trayecto de 32, esta vez por hacer caso sumiso a su GPS, que en vez de llevarla a la estación de trenes Norte e Bruselas que se encontraba a 40 minutos, decidió llevarla a Zagreb.
Las señales de tráfico en francés y alemán y el hecho de que llevara 12 horas conduciendo no frenaron a esta intrépida conductora, que pasó por tres países diferentes hasta llegar a Croacia. Sonado también fue el caso de aquel que, haciendo caso al GPS y sin advertir lo que le decía una señal mal colocada, acabó en el fondo de un pantano de Badajoz en mitad de la noche.
Muchos estudios determninan que es mejor hacer caso a nuestros ojos y a nuestro cerebro, ya que los seres humanos estamos dotados de un navegador natural que viene de serie en toda la gama. Además, los experimentos realizados en 2008 en la Universidad de Cornell (Nueva York), determinaron que los GPS eliminan buena parte de la necesidad de prestar atención.
A día de hoy, resulta complicado concluir si el uso indiscriminado del GPS nos acabará atrofiando el sentido de la orientación. Lo que sí está demostrado es que nos resta atención sobre el entorno, y que las consecuencias de esa distracción pueden ser graves, como hemos visto en tantos casos.
El caso de Valerie es más común de lo que pensamos, ya que muchas veces conocemos al dedillo una ruta de un punto A a un punto B, pero cuando un desvío por obras entra en juego, puede poner a prueba nuestro sentido de la orientación a lo bestia.
Vía | The Independent
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