¿De verdad hace falta una campaña para que no atendamos al WhatsApp mientras conducimos?
En las últimas semanas WhatsApp ha vuelto a primera línea informativa por dos motivos: las llamadas que ya están disponibles en Android —algo que dejamos a nuestros compañeros de Xataka, por motivos evidentes— y las recientes campañas de concienciación con las que se pretende que los conductores sean capaces de separar WhatsApp y conducción.
¿De verdad hace falta una campaña para que no atendamos al WhatsApp mientras conducimos? Depende. Por una parte, está la obviedad de que cualquiera que lleva un volante entre manos sabe que whatsappear no sólo está prohibido sino que puede resultar peligroso. Por la otra, está la obviedad de que, en el mundo real, no todo es tan sencillo. Y, por cierto, da lo mismo que hablemos de WhatsApp que de Line que de Facebook que de... Miremos a la luna, y no al dedo.
"¡Qué cabrones!"... ¿quiénes?
Cuando hablamos de whatsappeos y similares, es frecuente que el exceso de confianza tome la batuta del discurso del conductor. Pongamos un ejemplo: un vídeo. Un vídeo como el que veremos a continuación, uno de esos con los que se sancionan las distracciones al volante y que luego sirven para que DGT ilustre lo que suponen las distracciones al volante:
Un vídeo muy similar a este —más largo, pero en esencia con el mismo argumento— ha sido proyectado durante el último año ante varios centenares de conductores profesionales en el transcurso de unas actividades formativas sobre seguridad vial laboral que se han realizado en sus respectivas empresas. Ante su visionado y de forma espontánea, los trabajadores tenían por lo general dos posibles reacciones que enunciaban con una misma frase: "¡Qué cabrones!" (sic).
- Qué cabrones... esos conductores que ponen en riesgo a los demás.
- Qué cabrones... esos de Tráfico, que persiguen esas cosas desde el aire.
Así que no: no tenemos claro lo que supone utilizar el móvil mientras conducimos. Una tercera reacción detectada queda a caballo de una y otra versión del "Qué cabrones", y es aquella que permite intuir que son "cabrones" aquellos conductores que hacen estas cosas, y serían "cabrones" los de Tráfico si me pillaran a mí. Al conductor que adopta esta postura, entiéndase.
Pero al fin y al cabo, esto es sólo un ejemplo. Vayamos a por algo más general.
Información, hábitos... voluntad
Las facultades necesarias para una conducción segura se estructuran en tres bloques: conocimientos, destrezas y actitudes. Es decir, hay que saber cosas, hay que saber hacer cosas y hay que querer hacer cosas. Normalmente nos falla la tercera pata de esa terna —sabemos qué significa una señal de limitación de velocidad y somos capaces, físicamente hablando, de levantar el pie del acelerador, pero no nos da la gana, por el motivo que sea—, aunque en terrenos como el de las conductas interferentes (hacer cosas que no son compatibles con la conducción) solemos encontrar errores de bulto en cada uno de esos bloques.
Veámoslo.
Para hacer frente al problema del WhatsApp al volante es necesario:
- Que el conductor sepa que enviar guasas es incompatible con la conducción. Que ambas son actividades complejas, y que si bien puede creer que por echar vistazos a la calzada va a poder estar a punto para reaccionar si es necesario, lo cierto es que su actividad cerebral consciente estará más vinculada al uso del móvil que a la evaluación de riesgos del asfalto.
- Que el conductor se habitúe a aparcar mentalmente el WhatsApp cuando se mete en el coche. Aquí chocamos con una dificultad añadida, y es que resulta demasiado fácil caer en el hábito enfermizo del móvil, lo que se conoce como infomanía, o necesidad de estar permanentemente al tanto de si alguien nos ha dicho algo o si han leído nuestro mensaje, nos han reconocido lo que hemos expresado en redes sociales, etcétera.
- Que el conductor tenga la voluntad de poner esos conocimientos y esos hábitos a trabajar por su propia seguridad... y la de los demás. Y que quiera hacer caso. Y que no se engañe pensando, o hasta diciendo, que todo eso está muy bien para los demás, que no saben conducir, pero no para él, porque él controla.
Total, que en este sentido las campañas que se puedan realizar sobre lo malo que es enviar guasas mientras conduces se nos pueden quedar algo flojas, para todo lo que hay que hacer. Pero en el contexto de una formación más global, pueden tener sentido. Sobre todo, si tenemos en cuenta la explicación que viene a continuación.
Machaca con la publi, que algo queda...
y con el WhatsApp y la conducción sucede igual
¿Por qué Coca-Cola se gasta cada año una pasta en publicidad, si resulta difícil conocer un solo habitante en todo el mundo occidental que desconozca el logotipo de Frank Robinson y lo que él representa? Básicamente, por una cuestión de imagen y, sobre todo, de remanencia. Sí, como la remanencia de los imanes, pero con sabor dulzón. Tú pon el logo por ahí, que algo queda.
En el campo de las campañas de concienciación vale la misma idea: aunque el común de los mortales pudiera tener claro que WhatsApp y conducción no son compatibles, nunca está de más recordarlo. Y es pertinente decir pudiera, en modo subjuntivo, porque ya hemos visto que no está claro que todo el mundo lo tenga claro.
Dicho de otra manera: aun cuando los conocimientos estuvieran bien asentados (todo el mundo, dominando en un plano teórico lo de la conducción subconsciente), aun cuando las destrezas estuvieran bien asentadas (pasando de las notificaciones, que las carga el diablo), nunca estaría de más ese recordatorio, en forma de campaña, porque el eslabón más frágil, el de las actitudes, es el que lleva a muchos a pensar que con esto del WhatsApp y la conducción no hay para tanto.
Y sí que lo hay.