La gama SUV de Audi está actualmente compuesta por tres modelos. El más antiguo es el infatigable Q7, al que en breve le llegará una necesaria renovación. Por debajo los Q5 y Q3 siguen dando grandes alegrías a la marca porque son los SUV que copan la mayor parte de las ventas y también los únicos que cuentan con versiones específicamente deportivas.
En el caso del Q3, el RS Q3 con sus 310 caballos de potencia es sin duda el modelo más radical y deportivo de la gama. En el caso del Q5 no hay una versión RS, pero si que hay un SQ5 que sin llegar al planteamiento tan radical de los RS, con 313 caballos extraídos del motor bi-TDI promete sensaciones fuertes.
Antes de continuar con esta primera prueba en pleno verano, permitidme aclarar que el Audi SQ5 está a la venta en dos versiones para algunos mercados, la que hemos probado con el 3.0 TDI de 313 caballos y otra con un motor de gasolina 3.0 TFSI más potente que rinde 354 CV de potencia y 470 Nm de par que no encaja con los gustos de los españoles.
Primero se presentó el SQ5 con el motor TDI y un año después se lanzó al mercado la versión de gasolina. Si tenemos en cuenta que en esto de los SUV España todavía es un mercado mayoritario de motores diésel, el elegido parece el más adecuado. Tiene sentido pues que el modelo de gasolina no se venda aquí.
Detalles que delatan al SQ5
Los Audi con apellido S son versiones más deportivas que las normales, aunque no las más radicales. Sin caer en los excesos ornamentales de los Audi RS, el SQ5 presenta una serie de detalles que le diferencian de un Q5 normal y corriente, aunque a nivel de chasis y suspensiones las modificaciones son las justas para adaptarlo al nuevo nivel de potencia y las correspondientes prestaciones.
Si comenzamos por el frontal, la parrilla Singleframe en gris platino con barras dobles galvanizadas es específica para este modelo y junto con los faros xenón plus con luz diurna LED de serie le dan un aspecto singular que evita que lo confundamos con un Q5 con paquete exterior S-Line.
También los paragolpes tienen un diseño específico con unas aperturas laterales más amplias que las habituales, en las cuales se integran las luces antiniebla, enmarcadas por un perfil de color aluminio. Tal vez el color efecto perla Azul Estoril no es el más indicado para resaltar esas formas características del SQ5.
Ese mismo color se utiliza también para las carcasas exteriores de los espejos retrovisores, tal vez para recordarnos que en este modelo de planteamiento deportivo se ha trabajado en la reducción de peso usando por ejemplo un portón trasero en aluminio que reduce 8,1 kilos respecto al normal de acero. El aluminio también se utiliza en otras piezas de la carrocería como el capó delantero.
A juego con el color aluminio de los espejos retrovisores, las barras dobles del techo que en este caso están más a al vista que en un Q5 normal porque la carrocería es 30 milímetros más baja.
Las llantas de serie son de 20 pulgadas, aunque la unidad de pruebas que nos había preparado Audi llevaba las opcionales de 21 pulgadas. Se trata de auténticos rodillos que aunque a la vista no quedan demasiado exagerados en un conjunto caracterizado por los gigantescos pasos de rueda, ya veremos que penalizan bastante el confort de marcha.
La trasera es, como en casi cualquier coche deportivo que se precie, dónde se encuentran los cambios más destacados. Cuatro salidas de escape circulares agrupadas dos a cada lado delatan que estamos ante un modelo más deportivo y con más caballería de lo normal.
Un interior típicamente Audi
Si nos vamos al interior nos encontramos con una atmósfera típicamente Audi, con todo lo que ello supone. El MMI preside la consola central, en el salpicadero encontramos los botones justos para manejar el climatizador y todo está muy a mano.
Son específicos de esta versión SQ5 los instrumentos de color gris, las agujas blancas o los pedales y las levas de cambio en color aluminio como en los elementos del exterior.
Además esta versión viene con la caja de cambios Tiptronic de ocho relaciones, de ahí el pomo de la palanca de cambio S. También nos encontramos con emblemas S en las molduras de acceso, en el botón de arranque, en el volante de formas específicas y en la pantalla de bienvenida S cuando ponemos el coche en marcha.
La unidad de pruebas combinaba la piel de color claro con el alcántara en el tapizado del techo, de las molduras de las puertas y en los asientos deportivos de serie. Se trata de una combinación bajo mi punto de vista mucho más agradable que si se hubiese optado únicamente por piel, y lo único que tendrás que tener es cuidado de no ensuciar las zonas claras.
Por último el paquete de iluminación interior de serie aporta un nivel de refinamiento del que no suelen hacer gala otros Q5 dónde se busca más la practicidad que la exquisitez.
El interior es más amplio de lo que me esperaba, ya que tanto en las plazas delanteras como en las traseras tienes espacio más que de sobra a nivel de cabeza y piernas, lo cual le convierte en un coche muy práctico.
Por último el maletero dispone de 540 litros de capacidad, y lo que me llamó especialmente la atención es que la boca de carga es muy ancha y está situada en una posición muy baja, tanto que el piso del maletero me quedaba a la altura de las rodillas. Algo bueno tenía que tener la suspensión rebajada 30 milímetros, aparte de su tacto más deportivo.
En marcha con el TDI más potente de Audi
Cuando Audi anunció el lanzamiento del S Q5 TDI, era la primera vez que el motor V6 3.0 TDI biturbo se montaba en un S. Anteriormente este motor lo montaban coches como el Audi A7 SportBack, el A6 o el A8, pero nunca un modelo de planteamiento tan deportivo.
Por eso en Audi se han encargado de hacer una serie de retoques para que el “petrolero” más potente de toda la gama no desentone en un coche de estas características.
Lo primero en lo que han trabajado es en el sonido, y eso se nota desde que pones en marcha el motor pulsando la llave de contacto o el botón situado en la consola central.
Continuará...