¿Os habéis preguntado alguna vez por qué los semáforos para girar a la izquierda tardan mucho más que el resto? ¿No hay en vuestra ciudad algún semáforo especialmente largo, en el que tenéis que esperar varias veces para poder pasar? ¿Y qué tiene que ver todo esto con la amabilidad al volante?
Todo esto está relacionado con la eficiencia en el tráfico. Empecemos por los semáforos: algunos semáforos tardan mucho en abrir, y abren durante poco tiempo, porque se busca penalizar ese camino. Sí, el departamento de tráfico de tu ayuntamiento no quiere que vayas por ahí.
No se trata de que sean malvados ni corruptos, es que es lo mejor para todos, al menos en conjunto. Al girar a la izquierda estás deteniendo por completo el flujo de tráfico de las otras tres entradas al cruce, lo que es especialmente perjudicial si se trata de una vía grande.
La idea que se busca es que las vías con mucho tráfico se paren lo mínimo posible, porque esas arterias son las únicas capaces de evacuar la congestión.
Penalizando en tiempo (con un semáforo) o prohibiendo los giros a la izquierda consigues que el tráfico vaya, en general, mejor. Claro, que esto tiene sus efectos secundarios. Si vas a un sitio que no conoces y te pasas el desvío, tendrás que dar una vuelta demasiado grande para volver. Es es el precio a pagar por eliminar entradas y salidas de las vías. Piensa que, a cambio, ahorras unos cuantos minutos todos los días en tu ciudad, en general merece la pena.
Por supuesto, hay otra excepción, y es para aquellos que se ven obligados a pasar por uno de estos giros penalizados para poder salir de casa.
Un símil con agua y botellas
Por si alguien no termina de entender la idea, un símil fácil de comprender. Imaginemos que queremos vaciar el agua de varias botellas por un desagüe.
El objetivo es echar la máxima cantidad de agua posible en el menor tiempo. Las botellas tienen diferente tamaño, las hay de un litro y de cinco, y las de cinco tienen la boca más grande.
Como sólo podemos coger una botella a la vez, lo más rápido sería utilizar sólo las de cinco, porque cada vez que tenemos que cambiar una de cinco por una pequeña, perdemos el tiempo del cambio, y además estas echan menos agua.
En este ejemplo, el agua serían los coches, las botellas las vías (más grandes o más pequeñas) y el cambio de botella serían los semáforos. La conclusión es que, para sacar el mayor número de coches posible, lo ideal sería dejar pasar siempre a los que van por vías grandes, haciendo que los de las botellas pequeñas tengan que esperar y estén poco tiempo pasando.
Como todos vamos por vías grandes y pequeñas, no se trata de discriminar a nadie, sólo de hacer el tráfico más eficiente.
Eficiencia y amabilidad
La amabilidad al volante es perjudicial para el flujo del tráfico. Antes de nada, conviene aclarar que nos referimos a la amabilidad como dejar pasar a otro coche, lo que no quiere decir que insultar a los demás vaya a conseguir que el tráfico vaya más rápido.
Os pongo un ejemplo, que yo veo habitualmente de forma clara en el cruce de la fotografía, y todos veréis a diario en vuestras ciudades. Imaginaos una vía principal, de esas que hay que intentar premiar, que está casi colapsada, y los coches circulan a velocidad baja.
Imaginad también que hay una incorporación de una vía más pequeña, donde va apareciendo un leve goteo de coches. ¿Cuánto tendrán que esperar? Seguro que poco o nada. Porque si vas lento y tienes tráfico delante, al ver a alguien pensarás “vaya, que pase, me gusta ser amable y total no voy a llegar antes”.
Es cierto, y es muy noble, pero el razonamiento falla en algo: al ser amable con esa persona estás perjudicando a todos los que vienen detrás de ti. Das ventaja a uno a costa de hacer perder uno o dos segundos a los cientos de coches que vienen detrás de ti.
Por uno o dos segundos, no pasa nada. El problema es que al poco tiempo otro coche vendrá por esa vía secundaria, y como al primero le han dejado pasar, él será el único. Por tanto, pocos segundos después otro conductor pensará lo mismo que tú y le dejará pasar. Y así, de forma sencilla, se agrava la congestión de la vía principal para dejar paso a la secundaria, y lo peor es que con tantos “cambios de botella grande por botella pequeña” se pierde la eficiencia.
Para verlo más claro, otro ejemplo en caso de vías completamente colapsadas. Lo habitual es ver cómo cada coche de la vía principal cede el paso a un coche de la vía secundaria. Es decir, el peso que se le ha dado a cada una de las vías se queda en papel mojado ante la amabilidad mal entendida, y se le da la misma prioridad a una vía por la que van a pasar 100 personas que a otra por la que van a pasar 1.000.
Mi consejo es este: en condiciones de tráfico denso, nunca cedas el paso al coche que acaba de llegar de otra vía si tú tienes preferencia. Si ves que lleva un rato esperando (por ejemplo que ha hayan pasado 5 coches) sí, pero no a la primera. Piensa que no estás cediendo tu paso, estás tomando la decisión por toda la cola que viene detrás de ti, y la decisión puede no ser acertada.