De acuerdo, hay situaciones en las que prefieres conducir solo, porque para que te vayan diciendo por dónde ir, para que te vayan asustando al grito de ¡cuidado, cuidado!, para que te amarguen el viaje, en definitiva, más vale conducir solo que mal acompañado. Pero también debes reconocer que hay ocasiones en las que te gustaría que la gente subiera en tu coche... ¡y no hay manera!
Si alguna vez te has encontrado en esa tesitura, si en alguna ocasión te has preguntado por qué nadie quiere viajar en tu compañía, si estás harto de sentirte todo un forever alone al volante, quizá te sean de ayuda estas trece razones por las que nadie quiere ir en el coche contigo.
1. Porque vas leeeeento... y nunca llegas a tiempo
Vale que ir a todo trapo por la vida es insano y hasta arriesgado, pero los extremos nunca fueron buenos. Cuando alguien monta en tu coche, lo hace bajo la perspectiva de llegar a los sitios algo más rápido que si se fueran utilizando el coche de San Fernando o en monopatín tirado por un rebaño de tortugas terrestres que están a punto de pillar la jubilación.
2. Porque cuando se te va, vas de tramo por la vida
Reconócelo, que tú sabes que hay días en los que se te va algo: la pinza, la olla o la flapa. Un día de furia que se plasma en unos acompañantes que se aferran a los asientos y al asa esa de las abuelas como si temieran locamente por sus vidas. Y no, no se lo pasan bien. Cuando gritan hasta sacar la úvula de la boca, cuando sacan medio cuerpo por la ventanilla para intentar saltar en marcha, es que no se lo pasan bien contigo. Fiera.
3. Porque te has perdido... y no, no lo dices en coña
Que sí, que vale, que tú sin GPS no eres nadie. Pero es que ni sin GPS ni con él. Te pierdes en cuanto te dan cuatro vueltas mal contadas, eres la gallinita ciega de la carretera porque, total, ya llegarás. Vale, pero hazte cargo de que hay gente a la que cuando van de concesionarios para mirar coches nuevos, por ejemplo, aspiran a hacerlo antes de que salgan los restylings de los coches que están considerando. Yo qué sé, cómprate una brújula o algo.
4. Porque siempre llevas el depósito seco y no tienes ni polvo en el bolsillo para pagar la gasolina
De acuerdo: hay gente que tiene mucha jeta; son personajes que pretenden que los lleves siempre por la cara adonde ellos quieran, sin mostrar el menor agradecimiento. Pero reconoce que tú también tienes lo tuyo, que eso de cobrar por cada viaje que haces está muy bien si lo pactas de antemano, pero no cuando sin mediar palabra te diriges a la gasolinera y sacas a tus acompañantes del coche, les das la manguera del surtidor y les dices que ya se apañarán, que tú les esperas en el bar porque es o eso o empujar el coche cuando la reserva ya no dé más de sí.
5. Porque hasta la hija repudiada del basurero de Diógenes le hace ascos al interior de tu coche
El día que los guionistas de 'Consumidos por el caos' se alíen con los productores de 'Joyas sobre ruedas', con ese coche que llevas tienes un sitio asegurado en el mundo de la televisión más friki. Cuando te dicen que en tu coche se podría comer, no se refieren a que esté limpio, sino a los restos de pizza y McDonald's que hace tres años que llevas incrustados en la tapicería de los asientos, que dan como para pegarse un buen banquete sin moverse del sitio, más que nada porque la gente se te queda pegada al asiento. Hay otras formas de no perder de vista a tus amigos, y no son insalubres.
6. Porque crees que lo arreglas todo colgando del retrovisor un ambientador de supuesto pino fresco
Si no concibes un habitáculo sin ese característico olor a no se sabe muy bien qué pero a mí me lo vendieron como aroma de pino, puede que esta sea la razón por la que nadie quiere subir a tu coche. Eso no huele a pino, ni a manzana verde ni a vainilla ni a rosas frescas ni a algas marinas. La prueba empírica: mete en tu coche durante unos días un pino cortado, una manzana verde, un poco de vainilla en rama, unas rosas o un mojón de algas sacadas de la mar y observarás la diferencia, pero también comprenderás por qué tampoco es buena idea que tu coche huela a nada de todo eso.
7. Porque no tienes ni idea de cómo tomar curvas
¿No te has preguntado cómo es que la gente que antes se subía a tu coche acabaron con mareos, convulsiones, confusión y pérdida de la memoria? Bueno, es probable que algo de eso les viniera por todo lo que se tomaban cuando ibais de fiesta, pero tu forma de acometer las curvas de la carretera tampoco es que ayudara. O, mejor dicho, sí que ayudaba... a que decidieran que ni en el caso en que tú fueras el último conductor que quedase con vida en la superficie de la Tierra y hubiera que salir echando pestes ante una amenaza postnuclear, contarían contigo para que les llevaras a bordo.
8. Porque tienes una tendencia innata a liarla cada vez que el Destino pone un coche en tus manos
Alquilaste un descapotable para pasear con tu chica y os cayó encima la mayor granizada de toda la década, según consta en los registros de la Agencia Estatal de Meteorología. Mientras llevabas a tu chica al hospital para que le dieran unos puntos en la frente tú perdiste 12 de los tuyos por motivos varios que acabaron contigo ante un tribunal. El día que asistías a tu juicio cometiste el error de hacerlo conduciendo, y cuando por descuido atropellaste a tu abogado comprendiste que te habías quedado tan solo como te encuentras cada vez que tus amigos dicen que contigo no van ni atados.
9. Porque nunca habrías imaginado que tu coche era "una especie de ensalada o algo así, no sé"
No te engañes: el día que te enteraste de que tu coche llevaba aceite preguntaste por dónde se le echaban el vinagre, la sal y las alcaparras. Si eres de aquellos que cuando en los talleres leen la expresión programa de mantenimiento les suena a fitness aplicado a la carrocería del coche, ahí tienes un indicio sobre por qué quizá tus amigos pasan de que les lleves arriba y abajo en coche: están hartos de quedarse tirados en el arcén y de verte abriendo el capó Dios sabe para qué, si cuando ves toda esa humareda te pones a buscar dónde demonios te han montado la sardinada.
10. Porque las rotondas no se hicieron para ti
Ni las entiendes ni las entenderás. Crees que las pusieron ahí para que demostrases tus cualidades esquivando objetos y piensas que absolutamente todo el mundo menos tú lo hace como el culo una vez que entran ahí dentro. Las últimas veces que tus amigos atravesaron una rotonda contigo acabaron con tendinitis en los gemelos derechos de tanto aporrear el suelo buscando un pedal de freno que por desgracia para ellos no existía. Y te dijeron que la próxima vez tururú. O sea, que tururú.
11. Porque cuando aparcas es como si rodasen 'Apocalypse Now 2' en el parking del Mercadona
Métetelo en la cabeza: tus amigos pasan vergüenza cuando les dices que salgan del coche y te guíen desde fuera, al grito de dale, dale, dale, para, para, para, ¡¡¡que pareeees!!!, antes de que se escuche un golpetazo y tú saques la cabeza por la ventanilla preguntando si ya. Tampoco es para ellos plato de buen gusto que la gente que pasa a vuestro alrededor se busque una silla y compre palomitas para pasar el rato mientras ven cómo te peleas con un hueco en el que cabría hasta la Estrella de la Muerte aparcada convenientemente. Y tú, que eres incapaz de lograrlo con ese cascarón que te compraste.
12. Porque no aceptas que te digan cómo conducir
Admítelo: eres como Samir, ese piloto al que no le gusta que le digan cómo conducir. Vale que es tu coche y te lo... conduces como quieres, pero llega un momento en la vida de todo conductor en el que conviene abrir las orejas y atender a otras sensibilidades. Sobre todo, si esas sensibilidades te están orientando hacia posibles problemillas como los arriba descritos que seguro que tienen solución. Aunque esa solución pase por dejar el coche en casa por el bien del mundo entero.
13. Porque, en definitiva, no hay quien te aguante cuando llevas un coche entre manos
Si alguna vez te lo habías preguntado, esas son las razones por la que nadie quiere ir en coche contigo. Y si nunca te habías percatado de esta circunstancia, una de dos: o debes mejorar mucho tus dotes de observación, o esto que has leído no va contigo. Si estás en el primer caso, observar mejor te hará conducir bastante mejor; y si estás en el segundo, pero piensas que hay alguien que debería leer esto porque tú ya estás hasta las narices de dejarlo caer sibilinamente cada vez que acabáis la noche en comisaría, en el hospital o simplemente en el taller, hazle un favor y déjale que lo lea.