En busca de un futuro más sostenible para el sector agrícola, la denominada energía agrovoltaica -o agrofotovoltaica- se quiere posicionar como la simbiosis perfecta entre la producción de energía solar y la actividad agrícola (como el cultivo o el pasto) en un mismo terreno, aprovechando al máximo su extensión y multiplicando las ventajas de ambos mundos.
No es un método novedoso, pero lo cierto es que empieza a despuntar en todo el mundo: en EEUU se dan cada vez más proyectos agrovoltaicos, mientas que países como Alemania, Francia o Italia ya trabajan en una regulación específica. ¿Qué pasa en España? Lo analizamos.
Qué es y cómo funciona la energía agrovoltaica
Los primeros en proponer “el concepto de uso eficiente de los recursos de tierra cultivable” y denominarlo “Agrofotovoltaica (APV)” fueron Adolf Goetzberger, fundador del Instituto Fraunhofer para Sistemas de Energía Solar (ISE), y Armin Zastrow en 1981, aunque el término no comenzó a popularizarse hasta la pasada década.
En síntesis, la llamada energía agrovoltaica consiste en aprovechar una misma superficie de terreno tanto para obtener energía solar como productos agrícolas: es decir, los paneles solares conviven con los cultivos sobre la misma superficie, o incluso con ganado.
¿Cómo? Hay varias formas, aunque por lo general la más popular es usar sistemas de soportes fijos para elevar las placas solares varios metros por encima del terreno de cultivo o pastoreo. Así, tanto la maquinaria como los animales pueden acceder sin problema a los cultivos o pastos situados debajo.
Asimismo, se pueden instalar paneles solares en el techo de un invernadero o incluso ponerlos sobre cables elevados (la denominada “agrovoltaica dinámica”), lo que permite que los paneles puedan moverse si es necesario por distintas parcelas de tierra.
Según un estudio publicado por la publicación especializada Nature hace ya dos años, “solo con que un 1 % de los terrenos cultivables se dedicaran también a la producción de electricidad solar, sería posible compensar la demanda mundial de energía”.
Entre los principales beneficios de la energía agrovoltaica a nivel medioambiental destaca la reducción en la emisión de gases de efecto invernadero en el sector agrícola.
Pero, además, el aprovechamiento y doble uso del terreno para agricultura y energía alivia la presión sobre los ecosistemas y la biodiversidad, que son los primeros afectados cuando se amplían las zonas de cultivo.
Aunque no es oro todo lo que reluce. Como aspectos negativos de estas técnicas, entre otros, encontramos que la sombra que producen los paneles en los cultivos puede afectar a su productividad en algunos casos.
Así, por ejemplo en zonas del planeta donde la luz solar no es igual de intensa todo el año, la rentabilidad de este tipo de proyectos se resentirá.
Además, estos proyectos tienen un impacto paisajístico inevitable, algo que será especialmente evidente -y problemático- en las pequeñas zonas rurales donde hasta ahora prima la agricultura y/o la ganadería tradicional.
La gran cantidad de paneles solares que se necesitan para alcanzar una producción de energía relevante requiere a su vez una gran extensión de terreno, un hecho que puede acabar afectando tanto al paisaje como a otros usos del territorio en el que se instalan.
Muestra de ello es la planta fotovoltaica extremeña de Núñez de Balboa, que hasta ahora (y hasta que se revuelva una sentencia judicial que exige gran parte de su desmantelamiento) es la más grande de Europa: ocupa alrededor de mil hectáreas y alberga más de 1,4 millones de paneles solares.
Por otra parte, la eficiencia de estos sistemas nunca es del 100 %. En su estudio, Nature recuerda que “la eficiencia del panel solar varía en función del microclima del lugar en el que se encuentra inmerso”, pues está influenciada por factores como la insolación, la temperatura del aire, la velocidad del viento y la humedad relativa.
También hemos de citar que al ser técnicas que empiezan a implantarse ahora con más asiduidad, aún requieren elevadas inversiones iniciales aunque puede caer si se acaba imponiendo.
Una gran oportunidad para España, esperando ser aprovechada
Por tanto, para conseguir que perduren la agricultura y la ganadería de las zonas en la que se podrían construir plantas solares para conseguir una producción sostenible de energía agrovoltaica, es imprescindible una normativa específica que establezca un control de estándares, y a su vez, de calidad en los equipos e instalaciones.
En esta línea, en junio de 2021 las empresas solares francesas Sun’Agri, REM Tec, Kilowattsol y Altergie Développement et Râcines anunciaron la creación de France Agrivoltaisme, el primer organismo comercial del mundo para el sector agrovoltaico, que se encarga de la regulación de estos proyectos en nuestro país vecino.
El mismo año el presidente de Francia, Emmanuel Macron, dijo de la fotovoltaica que “se convertirá en uno de los principales pilares del sistema energético francés” en los próximos años. Italia y Alemania también han hecho los deberes en torno a una regulación específica.
En el caso germano, la normativa establece que “para que un proyecto pueda denominarse agrovoltaico, el rendimiento obtenido por la agricultura debe ser superior al obtenido por generación de electricidad”.
Portugal lanzó el pasado año una convocatoria de ayudas a la agrovoltaica dotada con 10 millones de euros para la instalación de paneles fotovoltaicos en explotaciones agrícolas existentes.
¿Y qué pasa en España? Según la Asociación de Empresas de Energías Renovables (APPA) se está trabajando en una normativa que armonice las directrices a seguir en este tipo de proyectos para evitar “el alza desmesurada en los alquileres de los terrenos agrícolas, fomentar la soberanía alimentario y proteger la biodiversidad”.
Contamos con las condiciones ideales para desarrollar este tipo de proyectos, pero por el momento y falta de regulación específica a nivel nacional, las instalaciones en activo son escasas.
Según estudios realizados por la Universidad de Almería, “con tan solo colocar fotovoltaica sobre las cubiertas de las más de 41.000 hectáreas que ocupan los invernaderos en el sudeste de España, se podría producir hasta un tercio de la energía que se consume en el territorio nacional”.
Por el momento ya hay en marcha algunos proyectos como el piloto que han anunciado recientemente Repsol y Powerfultree que se llevará a cabo en una de las fincas vinícolas de la Escuela de Enología San Gabriel (Aranda Duero) con el objetivo de “demostrar que la agrovoltaica es una herramienta eficaz para luchar contra los efectos del cambio climático sobre los viñedos españoles”.
Este ensayo se realizará mediante placas fotovoltaicas montadas sobre una estructura elevada que proporcionen a las vides “sombreado activo”.