Este año me estoy curando de mi adicción a los coches deportivos. Mi primera prueba del año ha sido la del Audi A3 2.0 TDI (parte 1, parte 2, parte 3 y parte 4), un compacto Premium, diesel y con pocos caballos. Terminó con un vídeo en el que no hay grandes aceleraciones, ni el sonido de motores V8 escondidos bajo el capó, sino más bien docilidad de conducción y unos consumos inferiores a los 5 l/100 km. Me lo estoy tomando en serio.
Además para comenzar el año de la forma más ecológica posible, acepté la propuesta de Nissan de probar el Nissan Leaf, el vehículo 100% eléctrico del cual ya os hemos ofrecido una completa prueba (parte 1, parte 2, parte 3 y parte 4), así como una electrizante miniprueba por Madrid (parte 1 y parte 2). ¿Qué puede ofrecerme a mí este coche?
He de admitir que tenía curiosidad por probar un coche eléctrico desde hace mucho tiempo. Soñaba con el Telsa Roadster, el biplaza deportivo eléctrico que tarda 3,7 segundos en hacer el 0 a 100 km/h. A falta de este modelo, me puse al volante del Nissan Leaf que sobre el papel tiene unas prestaciones mucho más discretas.
Con una aceleración de 0 a 100 km/h en solo 11,9 segundos y una impresionante velocidad máxima de 145 km/h, el Nissan Leaf es uno de los coches con prestaciones más discretas de cuantos he conducido en mi vida. Tendré que cambiar mi forma de escribir sobre él, y también mi forma de conducirlo.
Respuesta silenciosa e instantánea
Cuando me entregaron el Nissan Leaf en el concesionario oficial de la marca, a su lado descansaba el Nissan GT-R Track Pack que había probado hace un par de meses. Irremediablemente, como aquel ex fumador que huele el humo del tabaco y se pone nervioso, no dejaba de mirar hacia él mientras el técnico de la marca me explicaba con todo lujo de detalles las características del coche eléctrico.
"¿Tienes dónde cargarlo en casa?" me preguntó al final de la charla. "No" le conesté. "Entonces tendrás que medir bien la autonomía, para no llevarte sustos". Cuando monté en el Nissan Leaf y pulsé el botón de arranque, el tablero se iluminó como si estuviese a los mandos del Delorean de Regreso al Futuro.
En cierta medida mi sensación era de estar haciendo un viaje al futuro, ya que este era el primer coche eléctrico que iba a conducir en mi vida, y seguro que no el último. Otros compañeros que lo habían conducido me habían hablado de una autonomía máxima de 90 kilómetros, muy poca para mis recorridos diarios de 32 km.
Pero me relajé cuando vi en el tablero de mandos 175 km de autonomía. Salí del concesionario realmente impresionado por la ausencia de ruido y la suavidad con la que el coche se movía, una ausencia de ruido que solo se ve distorsionada por el ruído que generan los neumáticos en contacto con la carretera a más velocidad.
Es lo más parecido que he conducido en mi vida a un carrito de golf, y estoy seguro de que los amantes de ese deporte amarían el Nissan Leaf porque, al menos mentalmente, les trasladaría cada mañana al hoyo 18 en su trayecto a la oficina.
Los primeros 25 kilómetros los hice entre el tráfico urbano, sorteando a otros coches que iban contaminando el ambiente. Yo en cambio parecía un activista de Greenpeace por el centro de Madrid. Las sensaciones que transmite el coche en cuanto te olvidas de que no hay ruído de un motor de combustión, distan muy poco de las de cualquier coche compacto de su tamaño.
Es cómodo, agradable de conducir y esas son dos de sus principales características. El tacto de la dirección es muy bueno, muy directo, premiando la agilidad para moverse entre el tráfico.
El motor responde de forma inmediata a cualquier leve movimiento de acelerador. Es instantaneidad pura y dura, potencia desde el primer movimiento y una respuesta que no da tiempo a dudas. A pesar de que su potencia eléctrica equivale a solo 109 caballos, el coche se mueve con soltura.
Tanto es así que me ha sorprendido que el 0 a 100 km/h lo haga en 11,9 segundos, ya que al volante parece mucho menos tiempo. Tal vez la ausencia de ruido ayuda a que parezca que acelera más rápido que un coche con motor de combustión.
Jugando a gastar lo mínimo
Un sobresalto fue lo que sentí la siguiente vez que me fijé en el cuadro de mandos. ¿Qué había pasado con los 175 km de autonomía que tenía al recoger el coche? Apenas había recorrido 25 kilómetros y la autonomía había bajado a 100 km.
¡Este coche consume más que un Audi RS4! Eso fue lo primero que pensé. Había sido prudente, no había hecho ninguna aceleración a fondo y la autonomía había bajado más de un 35% en solo unos kilómetros. Ahora entiendo que esos 90 km de los que me hablaban mis compañeros eran ciertos, así que tocaba jugar a ser bueno y gastar lo mínimo.
Desde entonces, admito que mi forma de conducir habitual cambió radicalmente. Fui bueno, supe contenerme y admito que me enganché a conducir gastando lo mínimo. Para conseguirlo, en el cuadro de instrumentos está la clave.
Dispone de varios indicadores que te obligan a ir siempre jugando con el acelerador y el freno, para gastar el mínimo de energía posible. El cuentarevoluciones típico de un coche, se ha sustituído por un indicador electrónico con una escala formada por bolas blancas, como si de un juego de niños se tratase.
Cuando acelerabas, la escala se va llenando hacia la derecha, dónde aparecía la inscripción Power que indica que estás gastando energía. Si por el contrario dejas que el coche ruede "en retención" o pisas el freno de forma prolongada, las bolas comienzan a deplazarse hacia el lado izquierdo.
Eso indica que estás regenerando energía, e incluso si lo haces bien llegas a ver como los kilómetros de autonomía aumentan. Poco pero aumentan. Este curioso "cuentarevoluciones" del siglo XXI hace que sea adictivo ir buscando siempre las bolas de regeneración y evitando al máximo las bolas de gasto de energía.
Además hay que añadir que en la parte superior del cuadro de mandos, hay otro indicador que va marcándote cómo estás conduciendo con una escala circular. Si consigues rodar durante un tiempo de forma ecológica gastando poco, se va dibujando un arbol que una vez conseguido, se queda marcado de forma fija.
Este es el otro indicador que te incita a circular de forma eficiente, gastando lo mínimo posible y tratando de adaptar tu forma de conducir a las características del coche eléctrico. Y admito que durante cinco días, el Nissan Leaf me conquistó y cambió mi forma de conducir.
Por ello, considero que un coche eléctrico puede ser un buen antídoto para aquellos "quemados" de la conducción que no saben como curar su adicción a llevar el pedal derecho siempre en el suelo y ver como la aguja del cuentarevoluciones se acerca a la zona roja.
Un coche eléctrico como el Nissan Leaf puede demostrarte que al volante hay otro tipo de diversión que la de ir siempre al límite. Te puede enseñar que la adrenalina no solo se siente al apurar al máximo una frenada. También se siente cuando ves que te quedan 20 kilómetros de autonomía y que la estación de recarga está a 18 kilómetros.
Entonces tienes que sacar tus mejores dotes al volante, adaptar tu conducción al estilo de los coches eléctricos y desarrollar una faceta de conducción que seguramente desconocías hasta ahora. El coche eléctrico te cambia la vida.
De hecho, ahora que en los nuevos exámenes prácticos de conducción te pueden pedir que apliques conducción eficiente ¿por qué no comienzan a usar coches eléctricos en las autoescuelas? Os aseguro que ese estilo de conducción se queda marcado a sangre en la mente de cualquiera.
Tanto es así que el día que devolví el Nissan Leaf, cogí un V8 de 450 caballos y seguía aplicando ese peculiar estilo de conducción eficiente. ¿O no? En breve lo sabréis. Sea como fuere, el coche eléctrico y el Nissan Leaf en concreto amansa a las fieras. De eso no me cabe duda.
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