Así fue mi primera experiencia en competición de coches clásicos, el Spain Classic Raid
Con la tercera edición ya en mente (del 24 de marzo al 1 de abril de 2017) y el coche en plena fase de modificaciones para volver a darlo todo cruzando España por caminos de tierra, llega el momento de hacer repaso de lo vivido en nuestra primera participación en el Spain Classic Raid. Era la segunda edición de este raid que cruza España de Barcelona a Sevilla, 2.100 kilómetros la mayoría por fuera del asfalto.
Ya te he contado cómo hicimos la preparación del coche en tres partes (parte 1, parte 2 y parte 3) y la total falta de experiencia en este tipo de pruebas y, en realidad, en cualquier prueba competitiva relacionada con el mundo del motor. Y precisamente esto último es lo que marcó para nosotros el desarrollo de la prueba (y la falta de entrenamiento previo), aunque la verdad es que se nos dio muchísimo mejor de lo que esperábamos.
Etapa 0: Madrid-Barcelona
Sólo llegar a Barcelona ya suponía un reto, aunque para mí se trataba de un reto de resistencia psicológica debido a la reducida velocidad más que un reto de resistencia mecánica. Para mi padre (y copiloto) parece ser que no, porque el día antes de salir me dijo que él si llegábamos a Barcelona sin problemas ya empezaba a tranquilizarse. Ahí, ahí, confiando en nuestra máquina.
El caso es que no pudimos relajarnos ni un momento. Teníamos el coche en el taller para los últimos retoques (ya sabes, siempre se te echa el tiempo encima por mucha previsión que quieras tener) y, ya cargado sólo a falta de las maletas con la ropa y el aseo personal, lo llevamos a casa la noche antes de salir hacia Barcelona... ¡y no corría!
Pasaban dos cosas, exceso de carga y que se había quedado un poco retrasado de punto al poner los platinos nuevos. Con 27 años a sus espaldas la base del distribuidor tiene un montón de marquitas y una interrupción mientras se instalaban los nuevos llevó a confundir las marcas y se quedó un poco atrasado. Solución: reducción selectiva de herramienta y recambios (viernes justo antes de empezar el viaje) y darle más avance, pero eso tendría que esperar a llegar a Barcelona porque íbamos con hora.
El viaje fue tranquilo en cuanto a la velocidad, a 100-110 de marcador y controlando constantemente la temperatura. Todo perfecto. Pero nosotros no estábamos relajados, no teníamos controlado el manejo de Rabbit (sistema de medición y rutómetro digital) así que por el camino fuimos calibrando con los hitos de la autovía y haciendo pruebas para asentar conocimientos, sobre todo mi padre que era el que se iba a encargar de la navegación.
Llegamos a Barcelona con la varilla del aceite marcando lo mismo que cuando salimos. En ese momento mi padre me dijo: "si no lo rompemos nosotros, este coche nos lleva hasta Sevilla sin problema". No olvidemos que tenía 192.000 kilómetros y que lo habíamos comprado para correr el raid, no conocíamos el pasado de ese coche y eso te intranquiliza. Avanzamos el punto y bajamos presión de aire a las ruedas para rodar al día siguiente por los caminos con ánimos renovados.
Por cierto, finalmente montamos unos neumáticos de invierno Sava Eskimo y en el trayecto por carretera fueron perfectos. Los que llevaban ruedas con tacos sufrieron ruido y vibraciones o, los más precavidos, se llevaron otro juego de ruedas para rodar por asfalto. Nosotros nos lo ahorramos.
Etapa 1: Barcelona-Lérida
La etapa fue francamente bonita, no comimos porque no tuvimos tiempo, pero con los nervios que llevábamos no fuimos conscientes de tener hambre. Para nosotros era un mundo, se nos amontonaba el trabajo, cometíamos errores con el sistema de medición y, para colmo, la organización preparó un primer tramo de enlace con una pequeña trampa para novatos y mucha navegación.
Llegamos al primer tramo cronometrado y se nos dio bien, pero porque era muy sencillo. Para realizar el siguiente enlace había poco tiempo, si te entretenías no llegabas. Nosotros rodábamos ágiles, pero pensando que habría un tramo de carretera donde recuperar los minutos que llevábamos de retraso. Nos unimos a otros coches y nos dio apuro adelantarlos en pleno enlace, así que nos quedamos formando parte de la caravana.
Hasta que nos quedó claro que no íbamos a encontrar esa carretera que necesitábamos. En ese momento se nos pasó la vergüenza, adelantamos al resto de coches y recuperamos lo que pudimos... claramente mucho menos de lo que necesitábamos, porque entramos en el tramo cronometrado con más de doce minutos de retraso. Penalizamos como campeones.
La media de ese tramo era baja y pudimos recuperar, pero el sartenazo de puntos de penalización nos lo habíamos llevado. Nos lo pasamos genial y hasta nos dio tiempo de disfrutar del paisaje, pero hasta llegar a Lérida no respiramos, es más, en el final del último cronometrado nos perdimos entre unas huertas.
Ahora me hace gracia recordar el cuidado que llevaba en los primeros kilómetros por tierra, con el oído atento al más mínimo ruidito. Al final del día la conducción era mucho más relajada, nuestro cerebro filtraba a la perfección los ruidos de grava y piedras y sólo estaba atento a las posibles averías, como el compás del maletero que se aflojó y emitía un constante golpeteo.
Llegamos al parque cerrado cansados y, ahí sí, con hambre. Nuestro objetivo desde el principio era acabar el raid, pero en el fondo los dos pensábamos que mucho mejor sería acabar "de la mitad para arriba", es decir, el 60 o menos porque había unos 120 coches. La sorpresa llegó cuando salieron las clasificaciones y habíamos terminado en la posición 24. ¡Vaya! Parece que muchos penalizaron más que nosotros en ese enlace ajustado y que en el resto de tramos no lo hicimos tan mal.
Etapa 2: Lérida-Zaragoza
Cambio de paisaje en una etapa en la que, tras el resultado de la anterior, queríamos finalizar sin errores graves (no retrasarnos y no perdernos). La mecánica era otra de nuestras preocupaciones, no porque no confiásemos en el coche (el R4 demostró en la primera etapa que era capaz de digerir lo que le echásemos), sino porque podíamos romperlo nosotros con algún golpe en los bajos o, por qué no, podía romperse cualquier tontería, que tiene 27 años.
Queríamos llegar a Sevilla sin averías graves, así que sólo le sometíamos a los esfuerzos necesarios... Pero tampoco creas que habíamos ido allí a aburrirnos, en los enlaces teníamos nuestros momentos de diversión jugando con otros participantes, en esta ocasión fue con un Peugeot 204 en el tramo de llegada a Zaragoza.
El día fue más relajado, teníamos más controlado el Rabbit, habíamos parado a comer y no habíamos cometido errores de peso. Ya en el parque cerrado mi padre hizo de mecánico para todos haciendo arrancar al 204 que tenía los platinos tan gastados que parecía imposible que hubiese llegado hasta allí rodando. También ayudó a un madrileño que iba con la dirección de su Renault 4 F6 suelta por una mala reparación anterior y que hubo que ir reapretando hasta Almería, donde encontraron las piezas necesarias para arreglar un poco el desaguisado.
Tocaba el briefing diario y los resultados de la etapa. Creíamos que lo habíamos hecho bastante bien, pero no podíamos ni imaginarnos que hubiésemos sido capaces de ser ¡terceros! No nos lo creíamos, qué pasada. Novatos y terceros en la etapa. Ya te puedes imaginar que aquello de acabar en la mitad el grupo empezó a quedarse corto y comenzamos a pensar en estar entre los 30 primeros al final del raid.
Etapa 3: Zaragoza-Guadalajara
Por la mezcla de paisajes de la ruta, dificultad del recorrido desde el punto de vista de la conducción, kilometraje y un pequeño escarceo en circuito, esta etapa fue para mí la más bonita. Eso sí, puso a prueba nuestra resistencia física y la de los coches, fue la más dura para las mecánicas con diferencia.
Después del tercer puesto del día anterior queríamos hacerlo bien. El primer tramo cronometrado era rápido, de 45 km/h de media, así que salimos fuerte para conseguir esa media lo antes posible. Cuando ya había engranado la tercera miré el monitor y... ¡Noooooo! No estaba marcando nada, se había perdido la conexión Bluetooth y estábamos a cero. Además se sumó otro error de novatos, no habíamos puesto a cero los cuentakilómetros de bicicleta que llevábamos para casos de emergencia ni una vez desde el comienzo del raid.
Reseteé mi biciclómetro y mantuve a ojo la media pero, cuando conseguimos restaurar el sistema de medición y tomar referencias, vimos que íbamos lentos. ¡Toca 'correr'! El terreno era bastante llano, los caminos muy amplios y de tierra seca con zonas de muchísima grava. Me quedé maravillado del agarre de los Sava en estas condiciones, el coche frenaba, giraba y encima me permitía tirarlo antes de llegar a las curvas porque el comportamiento era muy noble. Eso sí, la estabilizadora delantera decidió soltarse de una de las puntas.
Recuperamos rápidamente el tiempo perdido, pero era una etapa con cronometrados fáciles y cada punto de penalización costaba caro. El resto de tramos los hicimos muy bien, pasamos por parajes preciosos y jugamos con un Land Cruiser por los caminos de servicio de las vías del AVE hasta que la estabilizadora nos cortó el rollo con un enorme golpe en los bajos.
Llegamos al circuito de Alcolea del Pinar. Allí teníamos que dar una vuelta por encima de 30 km/h de media y una segunda vuelta calcando el tiempo. Nos liamos con los cronómetros de los móviles porque a mi padre se le apagó la pantalla del suyo justo cuando tenía que arrancar a contar en la salida lanzada. Mientras lo intentaba volver a poner yo me puse a ayudarle y, al levantar la vista, vi que estaba prácticamente metido en una horquilla de derechas contraperaltada y cuesta abajo con una zanja en medio y taludes a los lados.
Iba demasiado deprisa para frenar, nos íbamos a ir rectos contra el talud y romperíamos el coche, así que me la jugué balanceándolo y ayudándolo con el freno de mano para barrer la curva entera. Salió bien, no volcamos, no golpeamos la trasera contra el talud (creía que sí porque la rueda trasera izquierda golpeó contra un pequeño escalón y pensaba que había abollado la aleta) y no habíamos perdido la estabilizadora. Calcamos el tiempo y marcamos un cero. Genial.
Desde allí hasta Guadalajara recorrimos un valle encantador y disfrutamos del paisaje. Llegamos al parque cerrado y reparamos la avería de la estabilizadora. Nos dieron los resultados, habíamos acabado en el puesto 21 a consecuencia del problema con el sistema de medición que tuvimos por la mañana. Bueno, era un buen puesto, pero nos quedamos un poco fríos, ya queríamos más.
Etapa 4: Guadalajara-Madrid
Etapa corta que afrontábamos con mucho ánimo porque esa noche dormiríamos en casa y veríamos a la familia. El barro hizo aparición y nos lo pasamos como enanos llevando el coche de lado e intentando hacerle traccionar lo mejor posible. Una vez más los neumáticos de invierno cumplieron con nota, posiblemente los de tacos traccionasen algo más, pero la amortiguación que nos ofrecían (bien por comodidad y conservación de la mecánica) y el buen rodar en los tramos de asfalto compensan sobradamente esa posible menor tracción en barro.
Todo iba genial hasta que empezamos a apreciar desfases en las mediciones, a veces llegábamos a las referencias antes de lo que esperábamos, otras no, unas mucho antes, otras sólo un poco... y empezamos a ponernos nerviosos, a enfadarnos y a pensar que estábamos haciendo cosas mal, no sabíamos qué, pero algo hacíamos mal.
En esos momentos lo importante es tener la cabeza fría, pero no fue el caso. Mi padre se perdió en un tramo cronometrado, bloqueó la tablet y yo me enfadé. Además nos cruzamos con dos coches que iban por delante de nosotros lo que confirmaba que estábamos perdidos ¡con lo bien que lo estábamos haciendo! Hubo un gran cabreo con frases a un volumen más alto de lo debido y resulta que los que, cuando nos volvimos a localizar, íbamos bien y los que se habían perdido eran los otros coches.
Seguíamos enfadados, ya nos advirtieron que era normal que se discutiese, son muchas horas, se duerme poco y el cansancio va haciendo mella, pero es que además teníamos problemas con las mediciones, lo que nos mosqueaba más todavía. Hasta que me di cuenta. En una curva larga de izquierdas con mucho apoyo vi de reojo que la velocidad se puso momentáneamente a cero. ¿Cómo?
Fui forzando apoyos a un lado y otro hasta que di con el fallo. Cuando se hundía mucho la suspensión del lado izquierdo dejaba de marcar, algún punto de la instalación de la sonda había sucumbido a la fuerza del barro de Guadalajara. Cuando llegamos a Madrid conecté la sonda de repuesto que llevábamos instalada en la rueda izquierda, comprobé las mediciones, calibré y todo perfecto otra vez. Acabamos en el puesto 21 y estábamos entre los 15 primeros de la general.
Después de comer fuimos al parque cerrado en la plaza de toros de Las Ventas, donde amigos y familiares se acercaron a vernos y fuimos conscientes de dos cosas, que el Renault 4 había llegado a la mitad del recorrido sin problemas y también de que estábamos muy cansados. Así que fuimos pronto a lavar los bajos del coche, cambiamos las gomas de la barra estabilizadora y a casa a dormir, que al día siguiente la etapa era muy larga y había que levantarse antes del amanecer.
Etapa 5: Madrid-Linares
Para mí fue la etapa más aburrida, quizá motivado porque había dormido muy poco. Los llanos de La Mancha había momentos en los que se hacían monótonos, hasta que el paisaje empezó a cambiar y cruzamos por enormes olivares, aunque no podemos olvidar el aliciente que supuso el tramo cronometrado en el circuito de Consuegra, donde no lo clavamos pero sólo penalizamos un punto.
La etapa fue sencilla, sin dificultades de navegación, pero el barro del primer tramo cronometrado dificultaba el avance y hacía complicado mantener la media. Penalizamos muy poco, llegamos octavos y entramos entre los diez primeros de la general. Disfrutamos de una sabrosa cena en una terracita de Linares y nos fuimos al hotel a descansar y a preparar la etapa del día siguiente.
Etapa 6: Linares-Almería
El cambio de paisaje fue espectacular, por unas antiguas vías de tren cruzamos muchos túneles y pasamos de los olivares a cruzar por zonas de montaña al desierto de Almería para acabar viendo el mar. Las averías entre los participantes se contaban por decenas desde el primer día, algunas de ellas graves. A nosotros ese día nos tocó parar para sujetar el escape que se soltó y arrastró unos metros por el suelo hasta que pudimos detener el coche, pero nada más.
El puerto de Velefique puso a prueba los frenos de los ciento y pico coches clásicos que formaban la caravana y también los brazos de muchos de los participantes, concretamente de los que llevaban coches sin dirección asistida. En mi caso me alegré de dos modificaciones que le había hecho al coche, el volante de R6 -que tiene un poco más de diámetro que el original y facilita los giros cerrados- y los asientos de smart, que sujetan el cuerpo muy bien y nos quitaron muchísima fatiga.
Ah, no lo había dicho, pero la curiosa suspensión por barras de torsión del Renault 4 empezó a dar síntomas de fatiga en el eje delantero desde que llegamos a Barcelona. El coche cada tenía el frontal más bajo y hacía más difícil conducir por caminos, teníamos que apuntar con precisión milimétrica constantemente para no golpear con los bajos.
Pero bueno, seguíamos en carrera y demostramos que, si no cometíamos errores o nos fallaba algo, éramos capaces de acabar entre los diez primeros de etapa. El sexto día de carrera acabamos en sexta posición y seguíamos en el Top 10 de la general.
Etapa 7: Almería-Granada
Estábamos entre los diez primeros y al principio del raid aspirábamos a quedar entre los sesenta primeros como mucho. Si tienes un mínimo de espíritu competitivo sabrás que eso significa una gran motivación y que 'te obliga' a intentar seguir haciéndolo bien para mantener o mejorar ese resultado. A nosotros, por suerte o por desgracia, el espíritu competitivo nos rebosa.
Así pasó, que empezamos a conservar mucho más la mecánica y a afinar más y más con los sistemas de medición. Pero la suerte se torció y, como el morro del R4 cada vez estaba más bajo, girando para entrar en un cauce seco la rueda delantera derecha enganchó la aleta y arrancó su anclaje inferior. Afortunadamente no se dobló ni abolló, pero tuvimos que parar a recolocar y sumar una precaución más a nuestra conducción.
Ese día acabamos con dolor de cabeza por los bruscos cambios de altitud, salimos desde el nivel del mar, subimos y bajamos varias veces, volvimos a subir hasta 2.000 metros en el puerto de La Ragua y acabamos a nivel del mar en La Herradura, Granada. En uno de esos puertos la aguja de la temperatura del R4 subió un poco, peligro porque nunca se había calentado ni lo más mínimo... y es que el electroventilador había dejado de funcionar.
Subimos un puerto sin electro (olé por el R4) y, antes del siguiente cronometrado, reparamos la avería, que no era más que un fallo de la instalación. Pero hay más, ese hundimiento de la suspensión delantera provocó que a final de etapa el silencioso tocase con el neumático delantero izquierdo en los apoyos fuertes de las curvas de derechas y derretía parte de la banda de rodadura. Esto lo reparamos al llegar al Granada porque lo descubrimos ya rodando por asfalto.
La etapa en sí fue preciosa desde el punto de vista de los paisajes y accidentada para nosotros respecto a las mediciones. Quizá por los bruscos cambios de altitud o por el gran número de horquillas, el caso es que no nos salían las cuentas, llegábamos siempre antes de tiempo a las referencias. Para colmo uno de los tramos cronometrados tenía las referencias muy alejadas unas de otras, así que tardábamos mucho en reajustar.
Íbamos pendientes del desajuste para no penalizar uno o dos puntos en cada control cuando un error al marcar un cruce bloqueó el rutómetro. Nos concentramos en solucionar el problema y la verdad es que tardamos sólo unos metros. Genial. Seguimos por el camino sin ser conscientes de que habíamos pasado un desvío que debíamos haber tomado.
Cuando nos dimos cuenta cambiamos de sentido y nos tocó correr un poco. Entramos en el tramo de nuevo con un retraso de más de seis minutos y medio. Hicimos un descenso muy divertido avisando a los compañeros que alcanzábamos para que nos dejasen pasar y recuperamos el tiempo perdido todavía con unos cuantos kilómetros de margen.
Pero el daño ya estaba hecho, el tramo era sencillo, nuestros rivales penalizaron poco y tuvimos la mala suerte de que en la zona donde íbamos con retraso había muchos puntos de control. Total que acabamos la etapa en el puesto 61, el peor con diferencia de todo el raid. Esto nos hizo caer en la general, pero como la diferencia de puntos respecto a nuestros perseguidores era notable, al final bajamos sólo a la decimotercera posición.
Etapa 8: Granada-Sevilla
Una etapa, sólo nos quedaba una etapa. Y después de hacer muchas cuentas en la habitación del hotel, tenía claro que podíamos finalizar el raid en décima posición. Pero para conseguirlo teníamos que hacerlo muy, muy bien, sin fallos, sin errores, sin despistes y sin averías. Y, por supuesto, teníamos que hacerlo mejor que los dos coches que llevábamos por delante. ¡A por ello!
Tras una idílica salida desde la misma arena de la Playa de la Herradura con el mar tranquilo como un espejo y el sol todavía muy bajo, salimos de Granada en un enlace de 150 kilómetros y tres horas de duración hasta llegar al primer tramo cronometrado. Me parecía poco tiempo para cubrir esa distancia porque en los kilómetros por poblaciones y por caminos se pierde mucho tiempo.
Así que no perdimos ni un minuto y rodamos a buen ritmo para llegar con tiempo... Sí, sí, eso queríamos pero no contábamos con unas carreteras muy estrechas, montones de horquillas y enormes desniveles que exigían el máximo a la mecánica de nuestro veterano R4. Utilizamos todos y cada uno de sus 38 caballos de potencia (o los que le queden vivos tras casi 200.000 kilómetros en activo), pero cada vez llevábamos más retraso.
Cuando nos quedaban menos de 30 kilómetros para llegar a la salida del primer cronometrado recibimos un aviso de la organización, se retrasaba la salida 40 minutos. Vaya, por un lado bien porque podíamos relajarnos, por otro estábamos seguros de penalizar mucho en ese tramo, pero habría sido mucho menos que nuestros rivales directos, lo que nos habría asegurado la escalada de puestos en la general. Bueno, habíamos tenido nuestros momentos divertidos durante ese trayecto y nos daba tiempo a comer algo antes de salir al cronometrado.
Lo hicimos bien, estábamos séptimos de etapa, pero quedaba otro cronometrado en el que la organización había puesto alguna trampa. Éste discurría por unas vías del tren que nunca llegaron a utilizarse ni a finalizarse su construcción, faltaban por poner las vías y las traviesas, pero sí estaba la grava a montones. Había tanta que nuestro coche no podía rodar por las roderas porque tocábamos con los bajos.
El tramo era casi recto, seguir el trazado de las vías, pero saliendo y entrando a los caminos de servicio por unas puertas que se antojaban estrechas para pasar a los 50 km/h que marcaba la media del tramo. Por un lado fue un tramo en el que luchamos contra el sueño (cansancio acumulado y pocas horas dormidas) por su monotonía, pero de pronto te daba el subidón cuando tocaba salir de la vía y luego volver a entrar.
La primera puerta tardamos en verla y tuvimos que dar marcha atrás. Mal. Pero luego cogimos ritmo y creo que hacíamos bien las entradas y salidas de la vía, aunque no fui capaz de pasar ni una a 50 km/h. Cruzaba el coche 90 grados sobre la grava y encarrilaba el coche para pasar las puertas más o menos a 40 km/h. Luego gas a fondo unos metros para recuperar la media.
Una, dos, tres... No recuerdo cuántas puertas, pero sí cómo el sueño se apoderaba de nosotros en los kilómetros que recorríamos por las vías. Se acercaba un cambio de media, algo normal en los tramos cronometrados, pero con la peculiaridad de que en éste no había referencia alguna. Es decir, o ibas clavado de kilometraje o penalizabas seguro. Lo hicimos como pudimos o supimos, no sabíamos si bien o mal.
Habíamos terminado con los cronometrados, sólo nos quedaba seguir el enlace hasta la Plaza de España de Sevilla bajo un buen aguacero que deslució un poco ese final del raid. Llegamos y disfrutamos del espectáculo, más de cien coches aparcados y ordenados en el borde de esa bella plaza. Pero disfrutamos mucho más de la sensación de alegría, emoción y orgullo padre-hijo e hijo-padre por haber sido capaces de llegar hasta allí a pesar de la falta de preparación que la falta de tiempo nos había exigido.
No nos preocupamos de la clasificación, sólo queríamos hacer fotos, felicitarnos, abrazarnos, abrazar a todos los amigos que habíamos hecho esa semana, hablar con unos y con otros, pasear y ver los coches, enseñar nuestro R4 a los que querían saber más de él... Queríamos disfrutar del momento. Y lo hicimos, vaya que si lo hicimos. Todavía hoy me acuerdo y se me sigue formando un nudo en la garganta al recordar la ilusión con la que nos felicitamos con un fuerte abrazo al salir del coche.
De ahí nos fuimos a la cena oficial donde comimos, bebimos y reímos en un ambiente de fiesta. Hubo aplausos, gritos y vítores al visionar los vídeos que se proyectaron con imágenes de lo vivido durante una dura semana, emoción que continuó con la entrega de trofeos. Pero llegaba el momento de despedirse, fin de fiesta, fin del raid y cada uno regresaría por libre a su casa al día siguiente. La despedida fue larga y llegamos al hotel muy tarde, debíamos dormir deprisa porque todavía nos quedaba una etapa cronometrada más.
Etapa extra: Sevilla-Madrid
Queríamos llegar a casa a comer y para conseguirlo había que salir de Sevilla a las siete de la mañana... Y nos acostamos cerca de las dos si no recuerdo mal. Un madrugón más que tendría como recompensa comer con la familia, merecía la pena y así lo hicimos.
El viaje de vuelta fue completo bajo la lluvia, haciendo un barrido de vez en cuando con los limpiaparabrisas porque su motor sonaba tan mal que nos daba miedo cada vez que le accionábamos. Fue un viaje de asimilación de lo experimentado, ya no teníamos la tensión de mirar la media, la velocidad, los kilómetros, la ruta, las observaciones, la temperatura del motor... Circulábamos tranquilos, charlando y comentando la jugada.
Una jugada que nos fue francamente bien. Te recuerdo que antes de empezar sólo queríamos llegar sin averías, después ya pensamos en quedar entre los 60 primeros, luego subimos el listón a los 30 primeros y, finalmente, soñamos con estar entre los diez primeros. ¡Y lo conseguimos! En la etapa final quedamos sextos y eso nos hizo subir en la general, pero no a la décima plaza que yo veía posible, acabamos el raid en octava posición, ¡tremendo!
En total más de 3.200 kilómetros en los que hemos tenido casi de todo, hemos disfrutado, nos hemos divertido y también hemos sufrido. Pero ya sabes, sarna con gusto no pica, así que hemos hecho cambios en el coche y estamos con otras mejoras porque ya estamos inscritos en la tercera edición que se celebra en marzo. Seguro que esta vez lo hacemos mucho peor, pero me pienso divertir todavía más. A ver si hay suerte y encontramos más barro.
Agradecimientos: Goodyear, Sava, Infova Automoción, TomTom y Rabbit.