A veces el mundo nos deja historias en las que varios hilos argumentales convergen como si se tratase de un thriller de misterio. En esta ocasión el thriller ocurrió en Lugo en los días posteriores a las fiestas locales de San Froilán y la concurrencia de visitas durante el puente del 12 de octubre.
Según cuenta La Voz de Galicia, durante las celebraciones, se habilitó un terreno rústico colindante con la avenida de As Fontiñas como aparcamiento para acomodar a los lucenses durante el viernes y el sábado. El domingo no debía haber ningún coche allí estacionado pero quedaron tres. Tres coches que entorpecieron el trabajo de un veterano labrador.
Tres coches en una finca contra un tractor
Las dos historias que convergen en esta pequeña secuencia no pueden ser más diferentes. Por un lado los coches pertenecen a gente que utiliza tierras en desuso (o en más o menos desuso) para acceder al ocio, mientras que esas tierras son la base del sustento para otras personas.
Esta práctica habitual de utilizar tierras de labranza como aparcamiento es el enésimo ejemplo de cómo las ciudades se comen los terrenos que dan de comer a estas ciudades, tanto en el sentido estricto como figurado. Las pocas tierras de uso agrícola próximas a las ciudades que quedan son infravaloradas por el resto de ciudadanos.
Con 68 años y montado en su tractor equipado con los aperos de arado, un hombre dedicado a la labranza llegó a la parcela de Lugo que, junto a otras, no posee pero sí se encarga de gestionar. Las parcelas pertenecen a familias con dinero y otros con menos dinero las trabajan a cambio de una cuantía anual.
El labrador que se resiste a jubilarse vio los coches al llegar y pensó en dar tiempo a sus propietarios para que se los llevaran arando otra de las fincas cercanas. Al volver, el Volkswagen Golf, el Renault Clio y el Fiat Stilo seguían ahí.
Armado con su Kubota y justificándose con un "tengo que preparar la tierra para los frutales antes de que llueva más" en perfecto gallego, comenzó a arar la parcela dejando intactos los huecos en los que descansaban los coches. "He tenido que dejar esos chachos y no he podido dejar bien acabado el trabajo", se lamentó el hombre, que posiblemente tendrá que volver a la finca para acabar lo que empezó en la mañana del domingo.
De los tres coches aparcados, dos estaban allí por dejadez de sus propietarios. El Renault Clio estaba aparcado cerca de la calle y pudo salir sin dificultad, el Fiat Stilo tuvo que esmerarse para cruzar el terreno arado y el Volkswagen Golf seguramente tuvo que pedir ayuda porque su dueño lo dejó allí por haber quedado atrapado por el barro en un intento previo a la visita del tractorista.
Ya no quedan coches en la pequeña parcela de Lugo, en unos meses los frutales brotarán y seguramente el labrador ni siquiera recuerde esta anécdota porque él sólo estaba haciendo su trabajo y esta fue una situación puntual más en su día a día en el campo. Los conductores de los coches aparcados quizá no vuelvan a exponerse a que su coche quede secuestrado en un barbecho.