Día a día, según vamos conduciendo, nos damos cuenta que estamos rodeados de malos conductores. Sabemos que hay gente que conduce muy bien y de forma respetuosa con todo el mundo, pero son los que menos destacan. Pero los malos siempre llaman la atención, son una plaga, están por todas partes.
De las autoescuelas todos sabemos una multitud de cosas que nos hacen virtualmente inmunes a cualquier sanción: uso del cinturón, cuidado con la velocidad, alcoholemia cero, prioridad de intersecciones, algo de teoría de seguridad vial ¡hasta primeros auxilios!
Sí, hay quien aprueba no teniendo ni puñetera idea, pero eso depende de quién te examine. También puedes suspender sabiéndotelo todo por la simple razón de que paraste en un paso de peatones en el que estaba un señor fumando un cigarro sin hacer nada, y encima te cuenta como falta. Acumula dos leves y fuera.
Sin embargo, es curioso que, recién salidos de la autoescuela y con nuestro carnet en la mano, los conductores tendemos a sufrir un trastorno neurológico degenerativo, perdemos memoria y reflejos. No es difícil ver a un niñato de 18-20 añitos, con la L, sin el cinturón y dándoselas de piloto.
Cuantos más kilómetros y más kilómetros de experiencia tiene el personal, tiende a olvidar cosas, pero luego te dirá que tiene tantos kilómetros y años de experiencia [haciéndolo mal]. Lo que va entre corchetes no se reconoce, todos somos conductores de primera, no me explico entonces que haya accidentes…
Pero los males que acarrea la experiencia y la desidia por reciclar los conocimientos, tiene una asombrosa forma de curarse. Plagiaré una teoría del Doctor Jande More, de la Universidad de Chiquistán, qué leches, es una idea mía. No descarto que alguien la haya tenido antes, es más, me lo huelo.
Los mejores conductores de España están siempre alrededor de un coche de la Guardia Civil o el cuerpo autonómico competente que corresponda. A su alrededor, uno se siente como en Alemania, rodeado de gente cívica, respetuosa, que cumple al pie de la letra con las normas de tráfico, que usa los intermitentes…
... cambia de carril como Dios manda, no pasa ni Cristo de 125 km/h (de marcador), se respetan los STOP... es como estar en una guardería donde los niños están acojonados por la posibilidad de ser castigados. Y a todo esto pienso que hay una similitud total entre el niño de guardería y un conductor español.
Los dos saben que si se portan mal, les pueden castigar. Si nadie mira, nos sentimos capaces de hacerlo, pero si hay vigilancia, hay que portarse bien. Si queremos llegar a las cifras de accidentalidad de los europeos del norte, no es un problema de amenazas de cárcel, radares, o carnet por puntos.
La solución está en llenar las carreteras de coches de la Guardia Civil. Cuando los amiguitos de verde están a la vista, da gusto viajar en coche, pero un gusto difícilmente experimentable si ellos no están. Ahora sin ironías, el buen conductor apenas cambia su comportamiento cuando están cerca los agentes.
¿Por qué? Porque ya está acostumbrado a hacer las cosas bien, y sabe que no le va a suponer ningún problema con la Autoridad. Me hace mucha gracia quien pasa por un radar de 120 a 90 km/h, por si acaso, cuando por error de velocímetro va a 80 y pico y encima estorbando al tráfico.
No, mire usted, si el radar está tarado a 120, pase a 120, que entre el margen del radar y el del velocímetro, no le va a caer receta. Otra cosa es si no ibas pendiente y de repente te topas con un radar y bajas a ritmo de abuelete “por si acaso”. Eso se merecen otra multa por distracción, y eso es más peligroso que la velocidad.
A veces, circulando por atestadas vías como la M-40, he hecho un juego mental, y era el de cuántas multas pondría si yo fuera un agente de tráfico camuflado. En solo media hora, entre móviles, cambios de carril peligrosos, velocidad claramente excesiva (más de 150, límite 100), pegados a paragolpes y demás…
... habría hecho una “caja” que se habría cagado la perra, con perdón. Cualquiera de nosotros puede hacerlo mientras conduzca, siempre vigilando al tráfico por supuesto. Seguro que un agente normal, con el coche bien visible, no vería tantas barbaridades ni tiene tantas oportunidades de sancionar.
¿A que nadie va buscando coches camuflados cuando conduce como debe hacerse? Si tenemos que cambiar nuestra actitud ante el verde, mal vamos. De todas formas, estamos ante el primer paso para solucionar nuestro problema: admitirlo. El trabajarse su solución ya requiere algo más de esfuerzo por nuestra parte.