Nuestro destino está más cerca que nunca y cada vez hace más frío. Entramos en la recta final de nuestro viaje, en la que debemos llegar primero a Chicago, y después a Detroit, donde nos espera el North American International Auto Show, NAIAS.
Por si hace falta refrescaros la memoria, dejamos el relato en Springfield, Missouri, a donde llegamos a dormir tras una larga jornada de coche, quizá la más dura de todo el viaje. Por delante tenemos hoy unas ocho horas de recorrido, y otras tantas mañana, para llegar finalmente a Detroit, donde hace un frío que pela, aunque no llega al extremo de Flagstaff.
Cuando volvemos a coger carretera, tras un dulce desayuno formado por donuts típicamente americanos y un café (o dos, porque cojo otro para llevarme al coche), hace un día algo gris. Tras nuestros pasos viene una tormenta que está dejando lluvias y vientos muy fuertes en otros Estados. Tenemos que darnos prisa y llegar a Chicago antes de que se pongan las cosas serias.
Hoy no me toca conducir. Lo hace Sebastién, mi compañero de coche. Todavía seguimos conduciendo el Mercedes-Benz E 500 descapotable, del que os hablaré hoy un poco más. Tras las primeras horas de coche, decidimos salirnos de la aburrida interestatal y buscar alguna carretera más divertida, con curvas, y de paso aprovechar para que los compañeros que lo necesiten, hagan una pequeña sesión de fotos y vídeo al Mercedes-Benz Clase E 500 2014 que seguimos escoltando hacia la Ciudad del Motor.
Aunque no conduzco, me limito a disfrutar de la sinuosa carretera desde el asiento del copiloto. El sonido de este V8 es una auténtica delicia (¡quiero uno para mí!) y a pesar de ser un coche enfocado a la comodidad, se defiende bastante bien en tramos revirados. Impresiona también su capacidad de tracción, a pesar de usar sólo las ruedas traseras para poner sobre el asfalto tanta caballería.
No es un deportivo en sí, ni tampoco el summum de la ligereza, pero sorprende por sus buenas cualidades dinámicas y sobre todo, por el poderío de todos y cada uno de sus 408 caballos. Además, el plus de la tracción trasera es algo muy a tener en cuenta para alguien a quien realmente le gusta conducir (y/o hacer un poco el gamba).
El fotógrafo y cámara del grupo, Teymur, nos pide nuestro descapotable para poder sacar buenos planos en marcha del nuevo E. Mientras graban el vídeo, aprovechamos para intentar hacer algún barrido decente, a pesar del día tan feo que hace. Creo que lo conseguimos.
Como han usado el coche sin la capota, mi compañero y yo decidimos continuar el viaje sin ella, aunque en este caso no iba a ser una gran idea. Al cabo de un par de horas de frío alrededor, calefacción a tope, airscarf y asiento calefactado, me empiezo a encontrar mal. Es una especie de mareo de barco, lo que los anglosajones llaman seasickness.
Creo que es la combinación del aire caliente en cara y nuca, y el aire frio que circula a mi alrededor. Definitivamente necesito un descanso. Aprovechamos la parada en la peligrosa ciudad de Saint Louis, donde sólo nos detenemos con el fin de hacer algunas fotografías junto al famoso arco, y para volver a poner la capota y tomar un poco el aire junto al río. A ver si me recupero.
Afortunadamente, hemos hecho bien en capotar el coche. Nada más salir de St. Louis empieza a llover y no va a parar en todo el día. Mientras le comento a mi compañero que quizá la comida me recupere, el primer coche del grupo decide tomar una salida donde hay varias opciones para comer y acabamos en una cadena mejicana de cuyo nombre no me acuerdo, comiendo un grande y cargado burrito que, efectivamente, me recupera.
Ahora que ya estoy mejor, es mi turno. Me toca conducir. Todavía no he comprobado qué tal conducen los estadounidenses bajo la lluvia, pero enseguida me doy cuenta que conducen de la misma forma. ¿Distancia de seguridad? ¿Qué es eso? No sabía yo que en América el agua no aumenta la distancia de frenado...
De camino a Chicago tenemos en mente hacer una paradita en otro museo de automóviles, pero nos llevamos una desagradable sorpresa al ver que, siendo sábado, no abren por la tarde. Por lo menos tenían algunos coches aparcados fuera, a los que pude tirar algunas fotos. Menos mal que mañana tendremos una visita a otro museo muy interesante.
Ya caída la noche llegamos a las inmediaciones de Chicago, donde también está lloviendo. Nuestro hotel está en pleno centro, rodeado de enormes e iluminados rascacielos. No obstante, no vamos a tener tiempo de ver mucho la ciudad, ya que mañana debemos madrugar para nuestra último y más corto tramo del viaje, Chicago-Detroit.
La mala suerte quiso que, justo delante del hotel, el Mercedes-Benz ML de apoyo pinchara una rueda. Mientras descargábamos el equipaje tuvimos que llamar al servicio de asistencia de la marca, uno de cuyos empleados aparecía unos minutos después con otro ML, aunque éste con luces de colores (azules, naranjas...) y equipado para "rescatarnos".
Como el pinchazo no te lo reparan, hay que montar la rueda de repuesto, de galleta, con la que no se puede circular a más de 50 millas por hora, es decir, 80 km/h. La pobre Lena, de Mercedes-Benz, tendrá que llevar mañana el coche hasta Detroit a esa velocidad, mientras nosotros tomamos la delantera junto al resto de la caravana.
Después de una buena cena (carne, para variar) en un restaurante de Chicago, nos recogemos a nuestras habitaciones para dormir unas cuatro o cinco horas. Mañana a las seis de la mañana hay que estar listos para las últimas horas del roadtrip. Se acerca el fin y ¡no nos gusta nada!
Con hielo en la carretera y un frío del demonio, dejamos Chicago. Por delante sólo tres paradas. La primera, para desayunar en un Starbucks, la segunda, para enseñar el coche a miembros del Mercedes-Benz Club of America (en Kalamazoo, a medio camino) y la última, ya en Michigan, para visitar el paraíso en forma de museo de automóviles clásicos.
Del desayuno no hablaré, pero sí de la parada en Kalamazoo. Allí nos esperan algunos miembros del club, amantes de la marca, entusiasmados por ver el nuevo Clase E, que no se presenta oficialmente hasta dos días después. Uno de ellos es orgulloso poseedor de un E 500 berlina actual, de color negro e impoluto, que cuida como si fuera su hijo. Durante la breve charla nos comentan que también irán a Detroit, al Salón, y que este año tiene planeado un viaje a Stuttgart, para ver la fábrica y el museo de Mercedes-Benz. Eso es amor por la marca.
Sin duda una de las paradas más interesantes de todo el roadtrip aunque, también para variar, algo corta, fue la visita al Gilmore Car Museum, un museo de Michigan que cuenta con un pedazito de la historia automovilística de este país, en forma de clásicos de incalculable valor. Como la visita tiene tanto jugo, escribiré del museo aparte, incluyendo también una extensa galería de fotos con todas las joyas que allí estaban expuestas.
Aunque sin muchas ganas, porque significa el fin de nuestro viaje, llegamos a Detroit. Nos hace ilusión conocer las novedades del Salón, ver Detroit, hacer compras y tener finalmente tiempo para dormir "como dios manda", pero otra parte de nosotros reclama seguir conduciendo diez horas al día y continuar navegando entre la inmensidad de este enorme país llamado Estados Unidos.
Espero que no os hayáis aburrido con los relatos y que, al menos, os haya podido trasladar algo del entusiasmo que he vivido durante todos estos días gracias a esta gran experiencia. Desde luego cruzar Estados Unidos es algo que recomiendo a todo el mundo (con más tiempo, mejor) y uno de mis sueños cumplidos. Ojalá surjan más oportunidades tan gratificantes como ésta. Para terminar, os dejo una foto del grupo. Un grupo lleno de buena gente, con los que he compartido muchos momentos y a los que realmente echaré de menos.
Para acceder al resto de fotografías sobre el Roadtrip no tenéis más que visitar las galerías de las diferentes partes:
En Motorpasión | Roadtrip Pasión™: Cruzamos Estados Unidos de Los Ángeles a Detroit (parte 1, 2 y 3)