Primero fue la desaceleración económica en China, acuciada por una guerra comercial interminable con Estados Unidos. Y después, la estocada final: una pandemia sanitaria a nivel mundial que los estudios de Hollywood ya habían pintado sobre la gran pantalla (hola, 'Contagio'). Se formó así el caldo de cultivo para que el volátil mercado del crudo empezara a sudar la gota gorda, acumulando reservas, vendiendo con pérdidas y viendo cómo el barril de petróleo se desploma.
Según explica Bloomberg, los productores apenas están ganando con lo que venden, mientras gastan fortunas en almacenar stock.
Vender con pérdidas ya es una realidad
El confinamiento del 40 % de la población mundial tiene una consecuencia directa para los productores: una caída bestial de la demanda de productos derivados del petróleo en el transporte aéreo, terrestre y marítimo. Solo la demanda del diésel ha caído en España un 61 %.
Según estimaciones de Goldman Sach recogidas por la cabecera económica, la pérdida de demanda esta semana es de 26 millones de barriles por día, y podría aumentar.
Ahora hay un brutal exceso de producción, y se están improvisando lugares de almacenamiento en cuevas subterráneas, vagones y camiones cisterna. Según los analistas ya se ha cubierto el 50 % de la capacidad de almacenaje a nivel mundial: 700 millones de barriles.
Esta falta de almacenamiento local está provocando que los productores necesiten poder probar que tienen un comprador para su crudo antes de iniciar un costoso transporte, cuyo precio que se ha multiplicado por siete.
Es decir, ahora importa más en términos económicos dónde está el petróleo que lo que cuesta producirlo.
En este escenario tenemos además la guerra interna desatada entre dos gigantes de la OPEP: Rusia y Arabia Saudí. Dos colosos que se pueden permitir seguir incrementando su producción sin acusar pérdidas exageradas, pero que con su juego están arrastrando a los países productores menos fuertes (como Venezuela).
El precio del barril despega tras el anuncio de Trump
Pero parece que el mástil comienza a enderezarse. Según ha dicho el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha hablado con su "amigo" el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed bin Salmán, que a su vez ha hablado con su 'homólogo' ruso, Vladimir Putin.
Es posible que Rusia y EEUU acuerden recortar la producción en 10 millones de barriles para aliviar la caída de los precios. Un movimiento que inició precisamente la guerra interna en la OPEP, pues Rusia se negó en un principio a recortar la producción.
El barril de petróleo se dispara un 30% tras este tuit de Trump anticipando la tregua entre Rusia y Arabia Saudí, que habrían pactado un recorte en la producción https://t.co/Gw3945O1vJ
— Sandro Pozzi (@sandro_pozzi) April 2, 2020
El anuncio de Trump ha surtido efecto en el mercado y el precio del barril de petróleo ha subido un 30 %. Actualmente el barril de brent, el de referencia en Europa, cotiza a unos 31 dólares. Tocó fondo el día 22, cuando llegó a los 22,7 dólares.
¿Cómo afecta esto al consumidor?
Como hemos visto anteriormente, la caída de la materia prima no implica un descenso equitativo en los productos derivados del petróleo. Es decir, que el barril de brent cotice casi a mínimos históricos no se traduce en una caída equivalente a la hora de llenar el depósito del coche, pues entran en juego muchas variables.
No obstante, la crisis se lleva notando varias semanas y cada vez son más las gasolineras que tienen el litro de diésel por debajo del euro en España.
Esto es una buena noticia para el bolsillo del consumidor a corto plazo; un pequeño balón de oxígeno en tiempos en los que la movilidad se ha restringido al máximo. Es una paradoja: los carburantes están muy baratos, pero no podemos coger el coche.
Tal y como explican desde El Blog Salmón, para un país con alta dependencia energética como es España, esta noticia tiene una connotación positiva. Si se mantienen los precios y se pacta suministro, el coste de la factura energética puede reducirse desde los 3.330 millones mensuales a algo más de 1.300 millones, lo que se traduciría en aproximadamente algo más de 2.000 millones de ahorro.
Pero si miramos la situación de forma global (al fin y al cabo somos un engranaje más en el reloj económico) y a medio plazo, la caída del petróleo no es tan buena noticia. Primero porque las economías de los países productores están ligadas a este negocio, y no todos tienen la capacidad de Rusia o Arabia Saudí para salir adelante.
Es el caso de Ecuador, Venezuela, Nigeria o Irak. Por otro lado, si los combustibles fósiles se abaratan, el desarrollo de energías renovables se ralentizará. Solo un aumento de la demanda energética equilibrará la balanza.
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