El 2022 sigue avanzando con un tema que preocupa especialmente a los conductores: la subida incesante de los carburantes. Gasolina y diésel alcanzan respectivamente los 1,55 y 1,44 euros por litro, e incluso las alternativas como el GLP y el GNC han disparado también sus precios en el último año.
¿Pero dónde está la causa? En clave del mercado español, los impuestos especiales suelen ser los sospechosos habituales. Actualmente éstos representan un 49% de lo que pagamos por la gasolina, quedando el 35% que supone su coste al por mayor y un 16% que engloba los gastos de distribución.
En el contexto europeo, estas tasas no se encuentran entre las más altas de Europa. Y aunque el Gobierno no descarta incrementar los impuestos al diésel en un futuro, tampoco han experimentado subidas recientes. Por tanto, toca mirar en otro lado para encontrar una pista.
En el mercado petrolífero, el barril Brent mantiene desde enero su cotización por encima de los 90 dólares, algo que no ocurría en siete años. Una cifra elevada que parece advertir que algo pasa con la producción de crudo a nivel mundial.
Y la raíz de ese problema se encuentra en la delicada situación geopolítica actual. Factores como la pandemia, los problemas en la logística mundial o las recientes tensiones internacionales están al otro extremo de una cadena de sucesos que termina en los surtidores.
La OPEP y su control sobre la oferta
De cara a la opinión pública, la OPEP ejerce como un organismo multinacional que vela por la estabilidad del mercado petrolífero. Pero no pocas voces sostienen que sus acciones sobre la producción tienen una negativa influencia indirecta sobre los precios.
Así lo corrobora el último informe de la Agencia Internacional de la Energía, el cual refleja que los países de la OPEP han producido en el último mes 900.000 barriles diarios menos de lo previsto. Este incumplimiento de sus objetivos de producción limita en consecuencia la oferta de barriles, dificultando a medio y largo plazo la tarea de rebajar su coste.
A pesar de ello, la organización aprobó el pasado verano una hoja de ruta con el fin de recuperar paulatinamente los niveles de producción anteriores a 2020. Para marzo esperan lograr un aumento de 400.000 barriles diarios, una medida anunciada tras su última reunión que no ha conseguido apaciguar la demanda.
En los últimos tiempos suele hablarse de OPEP+ para incluir, junto a los países que componen esta organización, a otras naciones alineadas con ella que también producen petróleo. La más destacada de estas últimas es Rusia, quien posee una de las mayores reservas mundiales, amén de su posición como exportador líder de gas natural.
La influencia de la tensión en Ucrania
Precisamente, la posición rusa en el mercado de los combustibles es una de las grandes bazas de Vladimir Putin en la disputa que mantiene por su influencia en el este de Ucrania.
Se trata de un contexto geopolítico muy delicado, dado que la Unión Europea y la OTAN permanecen junto al gobierno de Kiev en el conflicto. Pero al mismo tiempo, la industria y las calefacciones del Viejo Continente dependen en gran medida del combustible que suministran Gazprom o Lukoil.
Una hipotética invasión, según los analistas, dispararía el precio del barril por encima de los 100 dólares, con un efecto casi inmediato en todas las gasolineras. No obstante, aun en el caso de no producirse un conflicto militar, Rusia tiene en su mano limitar o detener sus exportaciones como respuesta a posibles sanciones, cosa que también encarecería nuestros repostajes.
A este respecto, la única solución capaz de rebajarlos es una desescalada pilotada desde la diplomacia. Una vía que desde Europa mantienen viva a través de conversaciones como la reciente entre Putin y el presidente francés Emmanuel Macron.
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