Toyota Motor Co. expresó ayer su decisión de cerrar la marca Scion, poniendo así fin a 13 años de experimento, que si bien atrajo jóvenes y nuevos clientes también se comió muchos recursos de la casa madre.
El Scion FR-S (es decir, el Toyota GT86), la berlina iA y el 5 puertas iM (Toyota Auris) pasarán a formar parte de la gama Toyota a partir del mes de agosto, mientras que cesa la producción del pequeño cupé tC. El concept-car C-HR del pasado salón de Los Angeles será finalmente un Toyota -como en el resto del mundo- cuando llegue al mercado.
Toyota ha decidido matar la marca Scion porque simplemente ya no tiene sentido destinar recursos a una gama de modelos que podrían perfectamente estar en la gama Toyota y que de hecho lo están en el resto del mundo. Es verdad que la edad media del cliente Scion era de 36 años y el 70 % de ellos nunca antes había comprado un coche del grupo Toyota, pero la nueva orientación estética de Toyota atrae ahora también a un público joven.
La realidad es más cruda. Scion sencillamente pierde dinero y sus pocas ventas no justifican tener una estructura propia. Scion vendió a lo largo de su historia más de un millón de coches. Su mejor año fue 2006, cuando vendió 173.034 unidades, pero a partir de 2007-2008 las ventas fueron cayendo de forma progresiva. Desde 2010, Scion vende una media de 45.000 coches año.
Scion recuerda al experimento de General Motros que fue la marca Saturn. Y todo el mundo coinciden en que, por una parte, una marca creada de la nada no puede subsistir sin un apoyo constante y a largo plazo de su casa madre y, por otra parte, una gama suficientemente diferente y fuerte para justificar su existencia. Si la razón de ser de la marca es un enfoque diferente de las ventas y del servicio, sin una gama coherente, esa marca no tiene sentido y el mercado propiciará su cierre.