La vegetación desempeña un papel vital en el ciclo del carbono, especialmente los árboles. Estos se encargan de almacenar el CO₂ presente en la atmósfera y lo transformar en oxígeno, ayudando a reducir la contaminación del aire. Lamentablemente cada vez hay menos en las ciudades y, para contrarrestar este problema, se necesitan soluciones.
Una de las más llamativas y que más protagonismo ha cobrado en los últimos años son los jardines y bosques verticales, como los del arquitecto Stefano Boeri, reconocido mundialmente por su innovadora visión en la arquitectura.
El italiano ha revolucionado el panorama urbano con su emblemático proyecto conocido como el ‘Bosco Verticale’: un complejo arquitectónico ubicado en el barrio de Porta Nuova en Milán (Italia) que ha transformado la ciudad desde su inauguración en 2014 y, de paso, ha servido de inspiración para otras ciudades del mundo.
Vivir en un mini bosque a 120 metros de altura
El impactante 'Bosco Verticale' parece más un diseño por ordenador o render que un complejo de edificios real, tiene una belleza casi hipnótica y lleva décadas de trabajo detrás.
Esta obra maestra consiste en dos torres, una de 18 pisos y otra de 26, cuyas fachadas están dominadas por la vegetación que crece en las terrazas y salientes del edificio. Su creador, el arquitecto italiano Stefano Boeri, lleva perfeccionando su técnica y su peculiar modo de integrar la vegetación en la estructura de los edificios toda su carrera.
Con este proyecto y otros similares como el que ya se ha estrenado en China o el que presentó en la COP 27 para Dubái (con placas fotovoltaicas y un complejo ciclo del agua incluido), el arquitecto pretende devolver a las grandes urbes un bien tan preciado como cada vez más escaso: los árboles.
Con este enfoque innovador, los residentes del pionero 'Bosco Verticale' habitan en curiosos apartamentos reconvertidos visualmente en pequeños jardines suspendidos a 80 y 120 metros de altura, creando un ecosistema propio donde las especies botánicas conviven con pájaros e insectos específicos, y se van transformando con el paso de las estaciones y el tiempo.
Si bien algunos críticos no acaban de ver como sostenibles los edificios ajardinados de Boeri debido a su elevado costo de mantenimiento (y la dedicación que necesitan), él y su equipo defienden la necesidad de recuperar la cada vez más escasa vegetación de las grandes ciudades, al mismo tiempo que ahorran espacio.
Para ello, en el estudio de Boeri han tenido que adquirir nuevos conocimientos, como por ejemplo en el campo de las energías renovables o la botánica, para comprender y satisfacer las necesidades de los árboles en un entorno urbano a gran altura sin que esto afecte al edificio y su estructura.
Desde la composición de la tierra necesaria para fijar los árboles hasta la importancia de la humedad, cada detalle se ha tenido en cuenta para crear un espacio vital para las plantas.
Hijo de la reconocida arquitecta y diseñadora, Cini Boeri, e influenciado por grandes nombres como el del español Rafael Moneo, quien entre otras cosas fue el arquitecto responsable de los Jardines de la estación de trenes de Atocha (Madrid) inaugurados en 1992, Boeri bebe de diferentes disciplinas.
De hecho, antes de entrar en la carrera se inclinaba más por estudiar biología marina y oceanografía que arquitectura, pero cambió de idea en el último momento. Así, tal y como confesaba en una reciente entrevista el italiano encuentra inspiración “más allá de los límites de la arquitectura”.
Entre sus referencias se encuentran la intervención de Joseph Beuys en Kassel en 1982, mediante la cual se plantaron 7.000 robles para promover la reforestación, o la novela "El barón rampante" de Italo Calvino (1957), que relata la historia de un aristócrata (Cosimo Piovasco) que decide vivir en la copa de los árboles.
Estas influencias han llevado a Boeri a crear un proyecto que cumple su sueño de vivir rodeado de naturaleza y ofrece una perspectiva única del paisaje urbano. Como si fuera un ‘Cosimo’ moderno, el arquitecto alquiló un apartamento en una de las torres de su Bosco Verticale en Milán, utilizando el espacio como estudio y ejemplo para futuros clientes.
“Vivir en un edificio que cambia constantemente con la inclinación del sol y las estaciones del año, ver cómo las plantas crecen y se transforman es una experiencia increíble”, asegura.
Además, el 'Bosco Verticale' ha supuesto un cambio de perspectiva muy necesario en Milán, una ciudad que aunque antaño tenía mucha vegetación ha tenido una relación conflictiva con los espacios verdes en el último siglo.
El disruptivo arquitecto ha logrado reintroducir la naturaleza en la urbe, redescubriendo la importancia de lo verde en el tejido urbano, pese a sus detractores. Y es que hemos de recordar que, entre otras cosas, las plantas y árboles dan sombra, bajan la temperatura, diseminan vapor de agua y producen hasta un 40 % de la lluvia mediante el ciclo corto del agua.
Tras el éxito y el impacto generado por el Bosco Verticale, el estudio de Stefano Boeri ha emprendido diversos proyectos en diferentes partes del mundo, todos ellos inspirados en la misma filosofía de integrar la vegetación en los edificios.
Ya tiene en marcha nuevos proyectos similares en China (país que se ha propuesto como objetivo estratégico la recuperación y protección de las plantas incluyendo las ciudades), Países Bajos o Bélgica, adaptándose a las necesidades y particularidades de cada contexto.
Desde viviendas sociales en Eindhoven hasta un bosque vertical que alberga comercios, oficinas y viviendas en Utrecht; estos proyectos demuestran la versatilidad y la aplicabilidad de la visión de Boeri, quien ha logrado llevar su pasión por la naturaleza y su visión arquitectónica al siguiente nivel, creando auténticos oasis verdes en el corazón de las urbes.