El crucero de lujo más grande del mundo empieza a navegar con 8.000 turistas. Lo venden como ecológico, pero eso es imposible

El crucero de lujo más grande del mundo empieza a navegar con 8.000 turistas. Lo venden como ecológico, pero eso es imposible
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A pesar de que la industria de los cruceros lleva décadas siendo criticada por su nefasto impacto medioambiental, este sábado 27 de enero el crucero más grande del planeta va a hacer su primer viaje con turistas a bordo.

Es el Icon of the Seas, un gigantesco mastodonte con hasta un parque acuático en su interior. Por no mencionar su número de bares, salones, piscinas o restaurantes. Todo eso hay que alimentarlo y el Icon of the Seas además tiene que surcar los mares. Pese a ello, presume de ser lo más ecológico posible. ¿Lo es realmente? Spoiler: no.

Una ciudad flotante nunca puede ser eco, aunque lo intente

Icon of the Seas, el crucero más grande del mundo

Este Icon of the Seas es el primero de su clase, pero Royal Caribbean, el operador de cruceros al que pertenece, ya tiene otros dos en camino. Se ha inaugurado esta misma semana atracado en el puerto de Miami y con Leo Messi como maestro de ceremonias.

Sus características son el paradigma de la opulencia: en sus más de 365 m de largo dispone de 20 cubiertas, 40 restaurantes o bares y zonas de ocio y camarotes para el disfrute 7.600 pasajeros (más 2.350 tripulantes). Además del parque acuático, con siete piscinas, seis toboganes y una cascada de 17 metros. Por poner esto en contexto, Barcelona ciudad tiene el mismo número de piscinas municipales.

Los pasajes más baratos para disfrutar una semana en este Icon of the Seas arrancan en los 1.433 euros y los de suite en los 4.151 euros.

Esta mole de 250.800 toneladas se mueve a un máximo de 40 km/h gracias a cuatro motores Wärtsilä de 14 cilindros que firman los 121.400 CV. No son diésel: se alimentan de Gas Natural Licuado (GNL). Este combustible se alberga en dos enormes tanques de 307 toneladas.

Además presume de un avanzado sistema de tratamiento de aguas residuales de ósmosis inversa: se asegura que más del 90 % del agua dulce se produce a bordo. También de ser el primer crucero en disponer de la tecnología de gestión de residuos de pirólisis asistida por microondas, que obtiene energía de desechos orgánicos o de cartón. En el Icon of the Seas se utiliza para alimentar el parque acuático, o eso promete Royal Caribbean.

También está preparado para enchufarse a la red terrestre cuando esté atracado en un puerto y así no tener que recurrir a generadores diésel. Además, supuestamente iba a ser el primer crucero con pila de combustible, aunque no para moverse.

Menos CO₂, pero mucho metano. Sobre el papel, se podría decir que Royal Caribbean ha intentado que su nuevo buque insignia sea lo menos contaminante posible. Aunque por concepción un enorme crucero nunca puede serlo.

Empezando porque funciona con GNL: un combustible que fue escogido cuando se planificó hace 10 años por ser la solución más eco, según argumenta la compañía. Este carburante es fósil, pero alternativo, y se señala que emite cerca de un 25 % menos de CO₂ que los combustibles tradicionales.

La cara amarga del GNL es que emite elevadas cantidades de metano. Por detrás del CO₂, es el compuesto que más contribuye al calentamiento global. Debido a que los barcos está recurriendo al GNL como alternativa al diésel (por sus menores emisiones de CO₂) las de metano han aumentado en un 150% derivadas del transporte marítimo. Así, el GNL no es que sea la panacea en la carrera de la descarbonización marítima.

Royal Caribbean asegura que sus motores están preparados para funcionar con otros combustibles en un futuro, pero de momento operan con gas natural.

Icon of the Seas, el crucero más grande del mundo

Sin pila de combustible de hidrógeno. El Icon of the Seas iba a ser el primer crucero con pila de combustible. Aunque no como mecánica eléctrica para moverse: iba a recurrir a esta tecnología para alimentar la climatización o los ascensores, entre otros sistemas.

Pero como recoge este análisis The New York Times, no se han instalado. Según Bloom Energy, que es el fabricante de celdas de combustible con el que trabaja Royal Caribbean, tuvieron problemas con los proveedores. Sea como fuere, ahora mismo no recurre a esta alternativa limpia de emisiones y no lo hará hasta dentro de cinco años.

Puede enchufarse en los puertos, pero lo hará en pocos. Otra de las bondades de las que presume este gigantesco crucero es que está concebido para conectarse en la red eléctrica en un puerto. Esto significa que en las paradas, para alimentar sus sistemas eléctricos, no necesita generadores. Y por tanto, así no emite CO₂ a la atmósfera cuando está atracado.

El problema es que según Cruise Lines International Association (CLIA), sólo el 2% de los puertos del mundo ofrecen esta posibilidad: un total de 32. Eso significa que el Icon of the Seas sí que va a tener que recurrir a generadores diésel siempre que no recale en uno de estos pocos puertos.

Icon of the Seas, el crucero más grande del mundo

Un crucero contamina lo que 1.000 coches. En definitiva, este lujoso crucero no es tan ecológico como se promete y sumará un estupendo granito de arena en esta cuestionada industria turística. Y no para de crecer: se estima que este 2024, el volumen de pasajeros será de 36 millones.

Y lejos de reducir sus emisiones, han aumentado: un 6% más que antes de la pandemia. En 2022, sólo la actividad de Royal Caribbean rubricó 5,5 millones de toneladas de CO₂, bastantes más que en 2019 (5,3 millones de toneladas).

No pocos estudios han analizado lo mucho que contaminan este tipo de barcos recreativos en comparación a otros medios de transporte. Por ejemplo, uno reciente de Transport & Environment (T&E) en el que concluyen que los cruceros que atracaron en puertos europeos en 2022 emitieron tanto óxido de azufre como 1.000 millones de coches.

Y en este análisis, Bryan Comer (director del Programa Marino del Consejo Internacional de Transporte Limpio) comparó las emisiones de CO₂ de un crucero recorriendo 2.000 kilómetros comparándolo con viajar en un avión y con el hotel en la ecuación. Su conclusión fue que el pasajero de un crucero emite 500 kg de CO₂ en comparación a un viaje en avión de ida y vuelta 235 kg de CO₂. Es decir, más del doble de dióxido de carbono.

Todo esto teniendo en cuenta que coches y aviones son medios de transporte, pero la función de un crucero es puramente lúdica.

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