La última temporada en la Fórmula 1 de Mark Webber ha vuelto a ser un cúmulo de catastróficas desdichas. Mientras que Vettel sólo tenía algún problema de fiabilidad contado, lo de Webber han sido numerosos problemas con múltiples formas. En tono de broma, decía hace unos minutos que el australiano ha sido capaz de montarse en la misma temporada en un biplaza, un coche en llamas y en este último GP de Brasil, en un monoplaza con el pelo al viento.
Webber se ha despedido con una imagen que demuestra que debajo de ese casco que visten los pilotos de Fórmula 1 hay un ser humano más. Emocionado, con su habitual seriedad, haciendo honor a esa union jack que forma parte de la bandera de su país, pero con ese punto de felicidad que provoca pisar de nuevo el podio y volver a saborear el champán junto a su compañero de equipo y su gran amigo Fernando Alonso.
Tal vez la emoción fue tanta que Webber terminó por los suelos mientras celebraba con el tradicional baño después de escuchar los himnos. Con 37 años, el hasta ahora piloto de Red Bull deja la Fórmula 1 para enfrentarse a otro gran reto, las 24 Horas de Le Mans al volante de un Porsche. Después de 215 carreras, las 9 victorias y 41 podios (además de 13 poles y 18 vueltas rápidas) saben a poco, sobre todo viendo los números de Vettel, pero estoy seguro de que podría haber continuado a los mandos de un monoplaza del gran circo. Al menos sus condiciones físicas e inquebrantable mentalidad así me hacen pensar.
Precisamente es esa “cabeza” la que me hace verle a partir de ahora con uno de los mejores pilotos de resistencia del Mundo, antes ni tan siquiera de haberse vuelto a sentarse en un prototipo. La celebración también me ha parecido muy significativa, demostrando su lado humano, tal y como he comentado antes, pero con una acción con la que los donuts de Vettel o de Massa, no se viera eclipsada. Otra razón más para aquellos que sólo conocen la Fórmula 1 dentro del automovilismo por la que seguir otras categorías.
