El triunfo de Jari-Matti Latvala este pasado fin de semana en el Rally de Finlandia da buena muestra de lo que es el piloto de Volkswagen. Probablemente ya perdida la batalla del campeonato frente a su compañero Sébastien Ogier, el 'enfant terrible' finlandés se centró en llevarse la victoria en casa y, junto a Miikka Anttila, ganó 'por poderes'.
Está claro que no es piloto para ganar un campeonato. Puede ganar a cualquiera en cualquier terreno (incluso en asfalto cuando tiene el rally inspirado), habilidad de la que pocos pueden presumir, pero siempre llegará el momento de la temporada en el que cometa un error clave. Incluso se podría decir que no tiene la estrella de un Loeb o un Ogier a la hora de salvar esas situaciones.
El cliché supondría decir que con un compañero así Sébastien Ogier no puede relajarse, pero es justo lo contrario. Mientras Latvala siga cometiendo esos dos o tres errores clave por temporada, al francés le valdrá con tener el piloto automático en buena parte de las pruebas y contentarse con segundos puestos en las pocas ocasiones en que Latvala esté intratable, por mucha pista que le toque abrir al líder del Mundial.
De hecho, ver a Ogier luchar por la victoria pese a abrir pista probablemente justifica el orden de salida en las primeras etapas en función de la clasificación general del Mundial como medida más económica para equilibrar fuerzas: así vimos a Kris Meeke o Juho Hänninen bastante arriba en los primeros tramos, logrando el norirlandés un hueco más que suficiente como para asegurarse el podio.
Porque no nos engañemos: al final todos los cambios técnicos que se proponen de cara al futuro a medio plazo del Mundial de Rallyes (cambio de segmento base, vuelta de las levas) no buscan mejorar el producto y el espectáculo per se, sino hacer más fácil que otros pilotos y marcas le disputen las victorias a Sébastien Ogier y Volkswagen, tal y como se esperaba del reglamento actual con Sébastien Loeb y Citroën. Mientras tanto, toca conformarse con los destellos de lucidez de Jari-Matti Latvala y una improbable posesión divina encarnada por Andreas Mikkelsen.
En fin, volviendo a lo que vimos en Finlandia, la situación en Volkswagen se puede resumir en "para uno el rally, para otro el título". El toque y los problemas de frenos de Latvala el sábado por la tarde, más el problema de intercomunicador el domingo reflejan bien lo que comentábamos al inicio de este post. Sólo una racha de accidentes como la de Sébastien Loeb en 2009 por parte de Ogier podría dar alguna opción al finlandés. Por otra parte, Andreas Mikkelsen volvió a la rutina y pasó demasiado desapercibido.
El noruego peleó con su compatriota Mads Ostberg (fuera de carrera por dañar la jaula de seguridad de su DS3 WRC, aunque tampoco había hecho nada destacable previamente), Mikko Hirvonen (comprando papeletas para abandonar el Mundial de Rallyes) y Juho Hänninen hasta que el finlandés de Hyundai volcó, aunque al menos habría que reconocerle el mérito de haber estado un paso por delante de Thierry Neuville y cruzar meta. Eso sí, la mejor nota del fin de semana dentro de la marca coreana habría que dársela a Hayden Paddon, que injustamente perdió el sexto puesto en la última etapa por problemas de dirección asistida.
También es cierto que no es muy halagüeño ver que el neozelandés fue el mejor de los jóvenes en Finlandia: Nikara destrozó su Fiesta, Breen se lesionó, Neuville no llegó a meta, Evans no sé ni si corrió... Del 'Top Ten', sólo Hayden Paddon y el vencedor en WRC-2, Karl Kruuda, no andaban montándose en World Rally Cars mundialistas allá por 2007 y 2008. ¿Circunstancial? Neuville está pasando su añito en el infierno y en algún momento despuntará algún noruego, pero sin pilotos no hay cambio de reglamento que derribe a Ogier y Volkswagen.
Igualmente Robert Kubica debía suponer un soplo de aire fresco para el Mundial de Rallyes, pero su situación apena cada día más. Otra vez cometió un error y destrozó su Fiesta WRC para terminar reenganchado y a una minutada de la zona de puntos. No se sabe ya qué es peor, si lanzarse en Alemania dado su teórico punto extra en asfalto o intentar tomarse las cosas con calma, táctica que, a la vista está, tampoco funciona.
Al igual que Jari-Matti Latvala en la clasificación absoluta, Teemu Suninen tiró de orgullo para, no sin fortuna, imponerse entre los WRC-3 tras un vuelco, dejando en ridículo a los participantes del Mundial Junior, sus únicos rivales y certamen para el que no puntuaba al emplear neumáticos D-MACK frente a los obligatorios Michelin. Eso sí, este hecho permitió que Molly Taylor se convirtiera en la primera chica en subir al cajón en el JWRC y el abandono (y reenganche) de Stéphane Lefebvre ayudó a Martin Koci a acercarse en la general de ambos certámenes.
Finalmente en el Trofeo Fiesta D-MACK Sander Pärn dejó visto para sentencia el título tras un nuevo triunfo. Aventaja en 37 puntos a Tom Cave y 42 a Yeray Lemes: sólo una horrible actuación sobre asfalto en Alemania y España podría evitar que el estonio fuera campeón. No está a la altura de lo que se espera de él, pero al menos Lemes aún tiene alguna opción matemática de título, mientras que José Antonio Suárez deberá afrontar las dos citas que restan con el único ánimo de convencer de que merece una oportunidad más el año que viene. A ver si el tercer español de la categoría, Nil Solans, logra limar errores al pisar el asfalto por primera vez este año.