Las últimas cuatro vueltas del GP de Bélgica de esta tarde no se olvidarán fácilmente. Han pasado tantas cosas en tan poco tiempo que es prácticamente imposible explicarlas todas. Pero me centraré en el increíble duelo que nos han deparado Lewis Hamilton y Kimi Raikkonen.
A pesar de que muchos hubiesen optado por aguantar el segundo puesto y pensar en la clasificación, Hamilton ha vuelto a demostrarnos que es un piloto ambicioso, y aún arriesgándose a quedarse sin nada, se ha ido a por Raikkonen. Lo ha intentado una vez, y el finlandés le ha cerrado la puerta. Pero en la siguiente curva, le ha pasado, coincidiendo con una lluvia que entonces ya caía de forma muy intensa y tras haberse saltado la chicane. Cuestionable si al cederle la posición en la recta le ha dejado el espacio suficiente. De hecho, los jueces lo están investigando en este momento.
Raikkonen, que corría en Spa, su circuito predilecto, y que ya se había imaginado en lo más alto del podio por cuarta vez consecutiva, no ha tirado la toalla. Por una vez el hombre de hielo ha dejado de lado su frialdad y ha intentado replicar a Hamilton.
Pero la pista estaba totalmente impracticable para neumáticos de seco. Raikkonen lo ha intentado, en una ocasión incluso con un Honda doblado entre ambos, lo que me ha recordado, salvando las distancias, al adelantamiento de Hakkinen a Schumacher con Zonta de espectador en este mismo circuito. Sin embargo, en esta ocasión Kimi no ha podido.
Tanto el Ferrari como el McLaren patinaban sobre la pista, eran prácticamente inconducibles, y finalmente ha sido Kimi el que lo ha pagado caro. Su Ferrari ha hecho aquaplaning y se ha ido contra el muro. Hamilton, entonces sí, ha levantado el pie y con banderas amarillas en pista ha completado la última vuelta y se ha hecho un triunfo que, en mi opinión, lo hacen virtual Campeón del Mundo. Spa, una vez más, nos ha deparado la mejor carrera y, sobre todo, el mejor final de la temporada.
