Ellas son así. Las sentencias, digo, que son así y todo lo dejan establecido. La más llamativa de los últimos días, sin duda esa que da la razón a una autoescuela que cobraba más a las mujeres y menos a los hombres. Eso es carne de debate lo mires por donde lo mires. Biballo y Toni22m corrieron a enviar la noticia a nuestro buzón (versión uno y versión dos) y aquí tenemos el tema.
Hablamos pues, una vez más, de guerra de sexos aplicada a la conducción. Esta vez, la guerra se aplica en el aprendizaje de la conducción y en el derecho que tiene o no una empresa privada dedicada a la enseñanza de la conducción a fijar sus precios en función de las expectativas que le genera, a priori, un alumno nuevo. Desde luego que hay materia para discutir.
Comenzamos con la sentencia emitida por el juez de Zaragoza Javier Albar García. En ella, el magistrado recoge que la autoescuela en cuestión ofertó en 2011 una tarifa plana para jóvenes de 18 a 22 años: un número de clases X, a un precio de 665 euros para ellos y de 850 euros para ellas.
¿La razón para esta diferencia de precio? Una razón objetiva según el juez: la estadística se posiciona a favor de la tesis que dice que ellas necesitan más clases que ellos. Y si hablamos de tarifas planas, es de entender que la empresa que las ofrece habrá estudiado la manera de no perder dinero en la operación. ¿Acaso hay alguna empresa normal cuyo fin sea poner en riesgo su propia existencia?
Según el juez, los datos de la DGT muestran que hay un mayor número de aprobados de los hombres, y la diferencia es "suficientemente significativa", en palabras del magistrado Albar, como para que en una oferta que da lugar a una mejora de precio respecto a las tarifas generales se ofrezca un precio mejor a los chicos que a las chicas.
A partir de aquí, tenemos dos maneras de enfocar el asunto: con racionalidad o por la tremenda. Estos debates tienen un punto crítico donde la pasión se convierte en pique personal, y ahí el terreno se hace ya resbaladizo. No sería la primera vez que por querer manifestar uno sus convicciones deja de escuchar con atención lo que le dicen los demás. Y ahí el debate se convierte en soliloquio aderezado con una buena dosis de prejuicio y con una pizquina de paranoia.
Sexo y edad al aprender a conducir
Si yo echo mano de alguno de mis viejos archivos anuales, resulta que lo de la DGT no se me cumple. Más o menos fifty-fifty en aprobados en 1ª, 2ª, 3ª y 4ª convocatorias. El resto de los datos (hasta un caso extremo de 10ª convocatoria, de esos que te dejan mella y canas) son números desparramados que suman aproximadamente un 10 % del total.
En cuestión de prácticas, que es de lo que trata en realidad este caso, tanto la media como la mediana aumentan hasta un 1,7 % en el caso de las chicas. Sólo que en mi archivo debo tener en cuenta un detalle que no es menor: en chicos, un 34 % era mayor de esos 22 años a los que iba dirigida la oferta de esa autoescuela de la sentencia. En chicas, era el 50 % las que tenían una edad superior.
¿Adónde quiero ir a parar? Pues a mi eterna respuesta para la eterna pregunta. Aquella pregunta que algunos te lanzaban en cuanto el primer día les decías ola k ase y que otros esperaban sibilinamente a realizar al cabo de dos días: "¿Cuántas prácticas son necesarias...?" Mi respuesta, lo sé, era frustrante, pero realista: "Cada persona es un caso".
Y para evitar que la respuesta se percibiera como una evasiva, ejemplificaba. ¿Cómo podía saber yo si se le resistiría alguna de las materias que iría aprendiendo aquella persona a la que no había visto nunca manejando un coche por ciudades y carreteras? ¿Y si acelerar en una incorporación le daba yuyu? ¿Y si no se atrevía a poner en práctica lo explicado a coche parado para entrar con seguridad en una rotonda de circulación salvaje? No me invento estos ejemplos, no.
Pues eso: que cada persona es un caso.
Precisamente porque cada persona es un caso, entiendo que fijar una tarifa plana para el proceso de enseñanza y aprendizaje de la conducción es algo, digamos, bastante arriesgado. Y porque cada persona es un caso, fiarse de las estadísticas de la DGT (por muy amplio universo que contengan) me parece una locura. Supone hacerle pagar los platos rotos a otro, en vez de motivar al aprendiz de conductor a que cargue desde el principio con su propia responsabilidad.
Precisamente porque lo mío era intentar que la gente saliera bien formada, dentro del lógico equilibrio con lo que pudieran o quisieran invertir en su formación en manos de un profesional --para la gran mayoría, su única formación en manos de un profesional--, eso de fijar una tarifa plana habría sido, desde la esencia, injusto. Y por eso no entiendo que alguien que se dedica, teóricamente, a impartir justicia lo encuentre razonable.
Pero, claro, la justicia no va de si las cosas son o no justas, sino de verificar la aplicación de las leyes. Ahora, la siguiente cuestión está en saber si a raíz de esta sentencia se pueden ir fijando precios en función del sexo de la persona a la que se va a enseñar. Muy científico el sistema yo no lo veo, pero bueno... Seguro que hay cosas peores por ahí.