Han pasado casi dos semanas desde que esto ocurrió, pero hemos tenido que esperar a recibir todo el material gráfico, que no era precisamente poco. Me refiero al V ALD Ecomotion Tour, una competición de conducción eficiente que partió en Las Rozas (Madrid) y acabó en Santander.
El año pasado no pudimos asistir por acumulación de eventos, pero esta vez no podíamos faltar, el reto era de altura: participar con un BMW 335i, es decir, un gasolina turboalimentado de tres litros y 306 sedientos caballos. ¿Objetivo de la prueba? Consumir poco, pero en un tiempo estipulado.
Participaron varias marcas, solo había un dos híbridos, aportados por Peugeot y Porsche. En cada coche conducía un periodista de motor y alguien de la marca. El coche que me tocó era el más potente de todos, y eso hacía el desafío aún más interesante. A los dos objetivos había que sumar otro: resistir la tentación de pisarle durante horas. Challenge acepted.
Hasta la víspera de la salida, mi compañero de viaje y yo desconocíamos el trazado. Los coches fueron depositados con anterioridad en las instalaciones de ALD, donde se les pusieron ruedas Michelin a todos, se pusieron sellos en los depósitos de combustible (tras llenarlos hasta arriba) y las pegatinas identificativas.
Las normas eran sencillas, Madrid-Santander con una parada en Burgos para comer y otras dos paradas técnicas para estirar las piernas. De Las Rozas a Burgos no podíamos bajar de 80 km/h de media, y de Burgos a Santander la media mínima era de 60 km/h. Ser más lento produciría penalizaciones y bajar en la clasificación.
Más de uno dirá: “¡qué lentitud!”. Bueno, si consideramos la cantidad de pueblos que tuvimos que atravesar, así como carreteras de tercera categoría, lo cierto es que no fuimos lentos, pero tampoco de rally. Ir más deprisa de lo imprescindible provocaría un aumento no deseado en el consumo. Nos tocó salir los primeros.
Primera etapa: Las Rozas-Burgos
El BMW 335i es el modelo más potente de la gama actual, homologa 7,9 l/100 km. A cada participante se le contabilizó la reducción sobre dicho consumo. Es decir, no solo se trata de conseguir el consumo de homologación, ¡sino batirlo! La unidad era de cambio manual, si hubiese sido automático se habría bajado a 7,2 l/100 km.
Era mi primer contacto con la nueva Serie 3 de BMW, pero tras haber conducido las dos generaciones anteriores, es un coche que aguarda pocos secretos. El motor da mucho par y en un amplio régimen de revoluciones: 400 Nm entre 1.200 y 5.000 RPM, por lo que se podía —y se debía— aprovechar esa fuerza e ir a bajas vueltas.
Desde el principio activé el modo ECO PRO, que vuelve al acelerador más perezoso (más fácil de dosificar) y relaja el comportamiento del climatizador. Como el aire acondicionado era prescindible, fue apagado buena parte del recorrido. Tenía una cosa a mi favor, todas las carreteras del rutómetro me sonaban en mayor o menor medida.
José Mª Mingo fue mi copiloto hasta Burgos, indicándome por dónde ir. A su vez, el ordenador a bordo, marcando la velocidad media, fue muy útil para ayudarnos a seguir un ritmo adecuado. Subimos desde Las Rozas hasta Villalba por la A-6, y de ahí fuimos hacia Torrelaguna todo el rato por carreteras locales o secundarias.
Hasta ese punto, ni olimos a los otros participantes. El ritmo iba acompasado, en la medida de lo posible, con los límites de velocidad existentes. El uso del freno, como es natural, se minimizó, procurando aprovechar todo el impulso anterior (gasolina ya consumida). Mientras tanto, mi ojo comprobaba regularmente el consumo instantáneo.
Pasada Torrelaguna, fuimos recorriendo los pueblecitos de la Sierra Norte madrileña, donde me crié. Pasé por varios lugares en los que estuve de niño, y varias carreteras estaban irreconocibles desde la época en la que mis padres me llevaron por allí. Algunas rutas hasta las recordaba de forma muy difusa, pero a escala diferente (todo era más pequeño de como lo recordaba).
El Berrueco, Cervera, Robledillo, Berzosa, Paredes… si un día os queréis perder, id por allí, os encantará. En esa zona siempre hace frío, por lo que seguimos sin necesitar el aire, aunque en población bajamos las ventanillas para tomar aire puro. Allí sí que es puro, doy fe de ello. Si Heidi fuese de Madrid, vendría de esa zona.
En esas carreteras el tráfico es nulo, y algunos tramos son de auténtico rally, pero no era una opción desbocar los caballos alemanes o lo íbamos a lamentar. Se agradecía la falta de “obstáculos móviles”, aunque nos topamos con algún camión que adelantamos cuando fue posible. Llegamos a las puertas de Montejo de la Sierra, mi pueblo natal, y giramos al oeste, dirección Horcajuelo.
Parecía un recorrido hecho a mi medida. Pero cada vez que la tierra subía, había que pisar más el acelerador para no caer de ritmo, aunque lo cierto es que cuesta arriba sacrificamos un poco. Cuesta abajo ya lo recuperaríamos, o en el tramo de autopista. Pasamos Horcajo y nos incorporamos a la A-1. Nos esperaba un buen trecho de carretera rápida.
Conducción eficiente en autopista
Si se quiere ir rápido y gastar poco, las claves son las siguientes: no acelerar nunca cuesta arriba, mantener un ritmo constante en llano y acelerar en los descensos hasta un límite razonable. Si se coge demasiada velocidad, tiramos gasolina solo para apartar aire, lo cual es contraproducente, y por otro lado, hay radares y la seguridad es lo primero.
La bajada de Somosierra, con un radar de 80 km/h, requirió bajar con el coche en retención. Pasado el “fotomatón” y con límite 100 recuperamos algo de velocidad, todo el rato en sexta, con una pisada a saco de acelerador durante un par de segundos, los 400 Nm se notan y se ganan 20 km/h en un instante.
La media de velocidad del ordenador fue acercándose mucho a 80 km/h, el dato que había que lograr hasta Burgos. A las casi tres horas de haber salido, hicimos un descanso obligatorio en Pardilla, donde la organización comprobó que todo estaba en orden (kilómetros, sellos, tiempo). La media era de 79,5 km/h ¡casi!
En ese punto ya nos habían adelantado un par de coches, entre ellos el tercero, el Hyundai i40 de Arturo de Andrés, un peso pesado del periodismo del motor, y aunque no lo aparenta, un hombre extremadamente competitivo. Tras el descanso, continuamos hacia Burgos, todo autopista hasta la entrada de la ciudad. Fijaos en el consumo que llevábamos: 7 l/100 km según ordenador.
En esta parte del recorrido fue muy fácil superar la media de 80 km/h, más bien fuimos por encima de 100 casi todo el rato, aunque los 120 fueron excedidos en más de un punto. Se podían mantener cruceros muy buenos por debajo de 5 l/100 km, pisando el acelerador con mucho cariño. Sorprende lo eficiente que puede ser un motorazo como este.
Gracias a todas las historias de EfficientDynamics de BMW, la retención del coche es muy pequeña, y puede ir prácticamente a vela en algunos tramos. ¿Punto muerto? Lo siento, es un truco que me niego a utilizar, y no lo usamos en toda la prueba. Tampoco plegamos espejos ni hicimos nada raro. El aire lo encendimos puntualmente cuesta abajo.
Hubo algunas rampas en las que fue imperativo ir por debajo de 100 km/h, siempre comprobando que era seguro en relación al tráfico, y legal, el límite mínimo es el 50% del límite superior. En zonas de 120 km/h es 60 km/h, pero no bajamos tanto. De media fuimos a un ritmo superior al de la mayoría del tráfico.
Recordad que esto de la conducción eficiente no es conducción dominguera, sino aprovechar cada gota de gasolina de la forma más inteligente. Más de un participante nos “lijó” porque ya iba mal de tiempo, pero José Mª y yo íbamos relativamente cómodos. Y lo más sorprendente de todo es que íbamos todo el rato ¡por debajo de homologación!
Salida hacia Burgos, y problema: la media se va al traste en tráfico urbano, por la continuas paradas. Menos mal que está el Stop&Start, para no sufrir con cada semáforo. Además, en Burgos los semáforos tienen cuenta atrás, y eso ayuda mucho a optimizar la velocidad de circulación. El motor siempre a bajas vueltas, usando el recomendador de cambio del coche.
Llegamos a la Plaza del Cid y aparcamos el coche. Se supone que íbamos de lujo porque la media de velocidad era 81,2 km/h ya aparcados, y con un consumo anoréxico: 6,8 l/100 km, ¡hay gente que gasta más gasóleo en coches con la mitad de potencia! Es la magia de la eficiencia [soneto].
Tras una reparadora comilona, tocó seguir, aunque me retrasó un poco el hecho de perder la pista a José Mª durante unos minutos. No pasaba nada, el reloj empezaba a contar a partir de nuestra salida, y de hecho, nos fuimos los últimos de Burgos. Él se puso al volante, nos esperaban muchos kilómetros de red secundaria hasta Santander: tomamos la N-623.
Esta ruta tiene lo que la autopista adolece, y es encanto. Tuvimos que reprimir el impulso de sacar el brazo por la ventanilla para peinarnos el vello, es un momento “¿te gusta conducir?” en estado puro. Aunque esto suena muy publicitario, quien ha conducido por una ruta así sé que me entenderá, aunque vaya en Vespino.
Ya había ido por esta ruta en la prueba dinámica del Toyota Auris HSD, os la recomiendo al 100%. Como mi compañero de fatigas no estaba muy familiarizado con esta forma de conducción, le fui dando indicaciones, tampoco hace falta ser un experto ni tener diplomas para esto. Solo hay que compenetrarse con la máquina, la carretera y la gravedad.
Nos encontramos más de un tramo de curvas, pero utilizando el navegador BMW Professional (con cartografía en 3D) podía ir avisando a José Mª de los accidentes geográficos antes de toparnos con ellos, y así adaptar el ritmo. No, no se considera trampa, más coches tenían navegador, y ya que teníamos el más caro que puede tener el coche, ¿por qué no aprovecharlo?
En cada montículo en el que se adivinaba cuesta abajo, recuperamos velocidad, como 80-100 ó 100-120. Pocas veces hubo que adelantar, y cuando lo hicimos, procuramos aprovechar todo el espacio disponible para no tener que acelerar más de lo necesario. Detrás de nosotros iba el “coche escoba” de la organización, pues éramos los últimos.
Continuará...