Es viernes por la noche y salgo a hacer un reportaje fuera del horario habitual de trabajo para el equipo de Motorpasión. Son exigencias del guión, ya que hoy voy a entrevistar a Raúl, uno de los aparcacoches de uno de los restaurantes con discoteca que están más de moda en Madrid.
La noche tiene encanto, me gusta ver el fluír de los coches con las luces encendidas por las calles de la capital. Llego a la Calle Velázquez donde había quedado con Raúl. Aparco en una de las calles aledañas el discreto SEAT Ibiza que estoy probando, y me voy a la puerta del local donde él trabaja. Un Porsche, dos Ferrari y un Lamborghini aparcados en primera línea. Ahora entiendo por qué dice Raúl que ha conducido mejores coches que yo.
Son apenas las 11 de la noche y Raúl nos recibe con una sonrisa en la cara. No en vano, aunque le toca trabajar en la calle, por suerte todavía disfrutamos de una temperatura agradable, no como en invierno cuando los aparcacoches como él se pelan de frío en las largas noches de trabajo.
Le pregunto cómo va la noche y me dice que bien, mirando a los coches que les ha tocado vigilar. "No tenéis mal parque de coches hoy, ¿no?" le digo tratando de que se lance a darme conversación. "No está mal, pero ha habido días mejores". Bien, parece que arranca.
Comienzo la entrevista preguntándole cómo es el trabajo de aparcacoches. "Depende mucho del sitio donde te toque trabajar. Yo llevo en esto más de 15 años y he trabajado en todo tipo de locales, desde las puertas de algunos hoteles, hasta restaurantes y discotecas de moda, como este en el que ahora estoy. El tipo de clientes es muy diferente de un sitio a otro, van acordes con el local para el que trabajas y por eso me gusta este donde estoy ahora".
Me cuenta Raúl que durante una época estuvo trabajando de aparcacoches de un conocido club de alterne de alto standing del centro de Madrid. "En aquella época conduje y aparqué las mejores berlinas de lujo del mercado. Mercedes CL, Audi A8, BMW Serie 7, Bentley Continental GT... Es raro que a esos locales la gente vaya con superdeportivos, porque son muy llamativos, pero no me olvidaré el día que llegó un cliente con un McLaren MP4-12C de color blanco y me dejó las llaves para aparcarlo. No encontraba la forma de abrir la puerta de aquel coche, pero era alucinante. Hasta las chicas que trabajaban dentro salieron a verlo y a hacerse fotos con el coche".
Raúl ha pasado también por restuarantes de lujo, y dice que tal vez ese sea el mejor lugar para un aparcacoches. "Los clientes suelen llegar con su pareja o compañeros de trabajo para cenas de negocios, te entregan las llaves y sabes que hasta después de dos o tres horas no van a salir. Además no ocurre como en las discotecas, que a veces la gente llega borracha y se pone faltona".
En cambio, el alcohol viene bien para el tema propinas. "Trabajando en discotecas donde va gente de dinero se gana más por una sencilla razón. El que tiene dinero, se deshinibe igual que cualquier otro cuando va borracho, y por lo general las propinas que suelta son mejores. Así que hay que aguantar tonterías de vez en cuando, pero si ves que el cliente sale contento y con una mujer a su lado que no tenía cuando entró, sabes que la propina va a ser buena".
Le pregunto por personajes famosos a los que le haya tenido que aparcar el coche, pero me dice que no va a dar nombres. "Yo me gano la vida haciendo esto desde hace muchos años, y no quiero estropear mi reputación. Te puedo decir que he aparcado coches que conducían estrellas de Hollywood, deportistas, cantantes... La mejor época fue la del llamado Real Madrid de los Ferrari", en referencia a la época de Mijatovic, Roberto Carlos, Suker y compañía. "No tenían problema en dejarse ver con sus superdeportivos un lunes, un martes o un miércoles hasta altas horas de la madrugada en las mejores discotecas. Ahora eso ha cambiado mucho".
Le pregunto cuáles han sido los mejores coches que ha conducido, y lo primero que me dice es "Yo he conducido los mejores coches del mundo. Desde el McLaren-Mercedes SLR hasta un Porsche 911 GT2 o un Lamborghini Diablo, hace ya unas cuantos años de esos. Hoy en día lo más habitual son los Porsche 911, parece que los regalan. También hay bastantes Lamborghini, se nota que a los clientes de esa marca les gusta que les vean", me dice mientras llega haciendo ruido un Audi RS6 Avant de última hornada con unos escapes que no son los de serie.
Raúl se va con el coche y vuelve a los cinco minutos. "¿A dónde has ido?" le pregunto sorprendido al ver que no volvía con el coche sino andando. "Lo he ido a guardar a un aparcamiento cercano, me lo ha pedido el dueño. Este hombre es reponsable y si se toma una copa prefiere cogerse un taxi y vuelve al día siguiente a por el coche".
Es un eterno tópico el de que los aparcacoches aprovechan algunos momentos para darse vueltas con los coches. Le pregunto sobre el tema y me dice "no voy a negar que, sobre todo al principio, me moría de ganas por tener que dar aunque fuese una vuelta a la manzana con los coches. Pero como todo, la ilusión va yendo a menos y hoy en día prefiero no tener que mover mucho los coches, aparcarlos cuanto antes y dejarme de problemas".
"Me imagino que a tí que pruebas coches te pasará lo mismo, al principio te haría ilusión coger un Porsche o un Aston Martin, pero con el paso del tiempo esa ilusión va a menos y lo ves simplemente como una parte más de tu trabajo", a lo cual asiento porque tiene toda la razón del mundo.
Ha pasado más de media hora de conversación, y el ir y venir de coches es incesante en este restaurante que parece ser el lugar de moda en Madrid. Llegan coches como Porsche Cayenne, Aston Martin Vantage y se van otros como BMW M4 Coupé o un precioso Audi TT RS.
Le pregunto por las propinas, y me dice que ellos actualmente han montado un modelo de negocio, profesionalizado, en el que el local les paga un fijo a la compañía y las propinas son para ellos. "De esta forma aseguramos al local que confía en nosotros un nivel de profesionalidad acorde con el servicio que damos. Tenemos más de 50 aparcacoches profesionales en nuestra agenda, así que nunca dejamos en malas manos a los locales que confían en nosotros".
Parece que Raúl no quiere soltar prenda sobre la cuantía de las propinas, así que le pregunto de forma más directa. "¿Se puede vivir de las propinas?", le pregunto. Me contesta que depende de las epocas, que en la era pre-crisis, con las propinas se vivía muy bien, pero que durante los últimos seis años se notó mucho el bajón, no solo en la cuantía de las propinas, sino porque cada vez la gente salía menos de ocio.
"En Madrid hasta hace siete años los jueves eran las mejores noches. Los restaurantes y discotecas estaban todos a reventar de gente, y vivíamos muy bien. En cuanto empezó la crisis y la gente empezó a darse cuenta de que no era millonaria, todo cambió. Durante esa época era imposible vivir de esto con propinas, y muchos compañeros tuvieron que buscar otros trabajos, como taxistas o como repartidores con una furgoneta. Fue duro".
"Por eso montamos el servicio profesionalizado que hoy en día ofrecemos a los locales. Así es todo mucho mejor, tanto para el cliente que confía en nosotros como para mi y mi equipo, ya que sabemos que tenemos un contrato por servicio y no vivimos en la incertidumbre de si nos llamarán o no para trabajar esa noche".
Muy bonito todo pero sigue sin soltar prenda, así que pregunto por la cuantía de la mayor propina que ha recibido jamás. "Fue una situación especial, porque ocurrió un verano que trabajé en Marbella de aparcacoches. Vino un árabe con un séquito de coches, había de todo, desde Mercedes Clase G AMG hasta un Ferrari Enzo o un Lamborghini Murciélago. Aparcamos todos en la puerta de la discoteca y una persona de su servicio personal vino luego a dar la propina para el equipo de aparcacoches. Era un millón de las antiguas pesetas que repartimos a razón de 100.000 pesetas para cada aparcacoches. Jamás lo olvidaré", dice con un sonrisa en la cara.
"Por desgracia esas son el tipo de cosas que solo te pasan una vez en la vida. Por lo general la gente te da entre tres y veinte euros, aunque lo más habitual es que te den o un billete de cinco o uno de diez, al menos en esta zona donde trabajo ahora ese es el promedio. Alguna vez se estiran con un billete de 50 euros, pero suele ser gente de fuera".
Entre idas y venidas, ya es la una y pico de la mañana. El local está a tope de gente, la música suena a todo volúmen y las niñas guapas no dejan de salir a la puerta a fumar y lucir sus mejores modelitos. Al fondo tres Porsche, dos Ferrari y Raúl vigilándolos. No parece un mal entorno para trabajar.
Me despido de Raúl dándole la mano y las gracias por habernos contado un poco más sobre el mundo que rodea a los aparcacoches. Lector habitual de Motorpasión, no puede evitar preguntarme qué coche estoy probando estos días.
"Un SEAT Ibiza de 110 caballos", le contesto. "¿En serio" dice Raúl. "Uno de esos, pero de hace 10 años es mi coche habitual", me dice enseñándome la llave de un Ferrari con su característico lacado rojo. Mientras me alejo hacia la calle de detrás donde me espera mi pequeño utilitario, pienso lo larga que será la noche para Raúl hasta que se acueste a eso de las siete de la mañana...
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